Giselle.
"Y de pronto, me dominó la calma y me quedé sonriendo al brillo de la muerte".
La muerte, era la que venía aproximándose a mí para llevarme.
¡Mi cabeza va a explotar! Y presiento que en algún momento vomitaré mis intestinos.
No debí tomar nada de eso.
Camino con dificultad a la puerta de salida, todo me da vueltas y tengo un sabor amargo en la garganta. Voy a donde he dejado estacionada mi camioneta tratando de mantener el equilibrio al caminar. Es en este momento es donde tengo que arrepentirme por haberme bebido casi todo el bar, ni siquiera sé dónde está Danae, desapareció junto con Alex y supongo que yo gané la competencia.
Al menos disfrutaré de una buena sopa sabor a gratis mañana en el almuerzo para apaciguar la resaca.
Pero ahora mi gran reto es llegar a mi casa, quiero dormir y los huesos de mi cuerpo no resisten más, siento que en algún momento me van a fallar y voy a desfallecer.
No estoy en condiciones de conducir, así que mejor saco mi celular para pedir un taxi, cuando continúo caminando, mi cabeza choca con algo duro, por una milésima de segundo siento un dolor más fuerte del que ya tengo. Mi celular se resbala de mis manos y cae al pavimento partiéndose toda la pantalla. Jodida cabra.
Cuando subo la cabeza se trata de un hombre grande y fuerte, lo miro de pies a cabeza y todo su atuendo es negro como si fuera algún velorio, es un estilo algo informal pero elegante. Las mechas negras onduladas de su cabellera caen en sus hombros y cubren gran parte de su rostro solo permitiéndome ver su mentón y labios.
Hola guapo. Ni borracha diría eso.
—Puedes hacerte a un lado —le pido amablemente borracha, al desconocido.
El sujeto no se mueve y en total silencio se queda mismo sintió interrumpiendo mi paso.
—Es sordo mudo, seguro —afirme para mí misma.
Cuando voy a continuar con mi camino, se me viene por la boca esa expulsión violenta del líquido que hay en mi estómago, cayendo todo el vómito en los zapatos del hombre desconocido.
—Yo le dije que se apartara —le dije, limpiando mi boca.
Él exhaló de una forma demasiado pesada, levantó la cabeza al cielo y pareció tensar la mandíbula.
—Detesto a los humanos —lo escuche mascullar en susurró ronco
Levanta la cabeza avergonzada e iba a pedir una disculpa, pero una punzada en el pecho me quita el habla, me encogí llevando la mano a mi pecho, empecé a escuchar un pitido ensordecedor en mis oídos y los párpados me pesaban haciendo que mis ojos se cierren, trato de mantenerlos abiertos, pero me es imposible.
Veo tondo negro...
El escandaloso sonido del aparato llega a mis oídos alarmándome, mi respiración es irregular y mis manos están cubiertas de un líquido rojo. Subo la cabeza para mirar enfrente y veo una carretera desolada, cierro los ojos y aprieto mis párpados con fuerza. No es real, no es real. Vuelvo abrirlos y sigo viendo mis manos temblorosas cubiertas de sangre al igual que mis prendas.
—Dra. Wester, estoy viendo un descenso en el monitor del corazón fetal, el bebé no recibe suficiente sangre.
—No y no. Vamos a salvar a ambos, al bebé y a la madre.
El aparato no deja de sonar, todo me da vueltas, las voces no se callan y me cuestionan. Estoy en una sala de cirugía, hay aparatos, cables, una camilla y sobre está hay una persona totalmente cubierta de sangre.
Y en un parpadeo vuelvo a ver solo una carretera despoblada.
—Doctora, tenemos que proceder a realizar una cesárea o perderemos al bebé —vuelvo a escuchar esa voz.
—No, no... —chille—. Perdóname.
Todo vuelve a tornarse en una oscuridad, hasta perder el conocimiento.
***
Una luz muy brillante lastima mis ojos provocando un ardor en ellos, los abro y lo primero que siento es un dolor en toda cabeza, tengo la boca seca y un sabor amargo en mi paladar.
Me siento en la cama, me fijo en el panorama todo se mueve muy raro, cierro los ojos con fuerza unos segundos como si eso pudiera hacerme sentir menos muerta, pero me sigo sintiendo igual de mierda.
Me pongo de pie, mis ojos chocan con la mesita de noche donde yace mi celular, o más bien, lo que queda de él, está roto; la pantalla está partida en mil pedazos.
—Carajo —murmuro fastidiada.
Dejo de nuevo el celular roto sobre la mesita y voy directo al baño, me lavo la cara, tomo mi cepillo de dientes y lo llevo a mi boca, cuando miro mi reflejo en el espejo noto en mis muñecas una marca de un tono rojizo, me detengo a escupir, miro las marcas de mis muñecas se ven reciente por el color que tiene.
Me pregunto qué mierdas hice anoche que no me acuerde ahora.
Lavo mi boca con abundante agua, bajo la cremallera del vestido y me lo quito buscando si hay más de estas marcas o alguna herida. Por un momento me corroe el miedo, pero trato de controlarme y mantener la calma.
Cubro mi cuerpo desnudo con una salida de baño, y salgo del cuarto de baño volviendo a mi habitación, esculco en todos los cajones en busca de mi anterior celular que guarde en uno de los cajones. Lo acomodo colocándole el chip del número, la memoria y todo, lo prendo para de inmediato hacer una llamada, hablo y luego cuelgo.
Camino en círculos por toda la habitación arrancándome el cuero de los dedos porque ya no me quedan uñas. La puerta se abre y entra Danae con cara de culo, pero preocupada.
—Qué pasa, Cielo, te escuche muy alarmada.
—Necesito que me revises.
Frunce las cejas y preguntó:
—¿Dónde?
Bajo la mirada a mi parte.
—¿Ahí? —asiento con la cabeza— ¿Por qué? Crees qué...
—Allá hay guantes —le señalo donde están mis cosméticos e implementos de aseo personal.