Black

CAPITULO 7: Eros

Rancho de Azrael.

Los Dioses dan por terminado el ritual de evaporación, cuando lanzan al lago hasta la última alma.

Los misioneros vuelven al rancho de Azrael para continuar con sus labores. La parca junto a unos pocos arcángeles se encuentra en el gran salón, Black da órdenes, asignándole a un grupo de ángeles un nuevo caso, Black reparte los sobres a los caballeros asignándole un alma a cada uno. Terminan por atravesar la puerta dorada bajando al mundo de los vivos.

La parca sale del salón, camina por los pasillos del rancho hasta dar con una escalera en espiral de material de cemento hasta llegar a una habitación, abre la puerta y la cruza encontrándose con ellos en el interior.

Abanie se encuentra recostada en un sillón frente a la ventana, tiene las piernas cruzadas una sobre la otra, en su mano sostiene un tabaco y por su boca deja escapar un hilo de humo para volver a llevar el tabaco en medio de los labios.

Vincens está sentado en la silla del escritorio, su mejilla del lateral derecho reposa sobre la madera del escritorio, perezosamente lanza una pelota de goma la cual rebota y atrapa en la palma de su mano.

El niño se encuentra en un rincón de la habitación con las rodillas encogidas hasta los hombros abrazando sus piernas con los brazos y mantiene su rostro escondido entre las piernas.

—Es hora —pronuncia la parca llamando la atención.

Todos voltean a verlo. Abanie retira el tabaco de su boca, Vincens deja caer la pelota que se pierde en algún lugar de la habitación y la niña levanta la cabeza para mirar el nuevo ser que recién presencia en la habitación

—¿Qué vamos hacer con el niño? —preguntó Vincens.

—Yo digo que lo dejemos aquí encerrada, así no se escaparía —propone la mujer.

—Yo no voy a escaparme, bruja —salta a decir el niño con una voz quejosa y le saca la lengua de forma infantil.

—Cállate, mocoso —Abanie repite el mismo gesto que el pequeño.

—No podemos dejarlo aquí encerrado, podría hablar, gritar y todos darse cuenta de nuestra ausencia. No estamos para cometer más errores —dijo Black.

—Entonces llevémoslo —dijo Vincens como solución.

—Claro que no, no vamos a llevar ese niño, suficientes es un encarte llevar a Vincens como para llevar al mocoso también —dijo Abanie.

—¿Tienes mejor idea? —le pregunta el rubio a la pelinegra de forma desafiante.

—Claro que sí, dejarla aquí encerrada y sellarle la boca con cinta.

—Es una mierda de idea —opina Vincens.

Black ignora por completo la discusión que tienen ambos por el niño y se acerca al pequeño que sigue en el rincón de la habitación, el niño al ver que se dirige a él, se encoge de hombros con temor.

—Uno es un imbécil y la otra es una bruja —afirma la parca— ¿Estamos de acuerdo en eso? —le pregunta enseñándole una mini sonrisa. El niño asiente con timidez y Black le extiende la palma de su mano— Vamos.

El niño levanta la cabeza para mirarlo a la cara, parpadea inocente un par de veces, tarda unos segundos, pero al final coloca su mano sobre la de la parca. Black lo ayuda a ponerse de pie.

Mientras los dos arcángeles discuten, la parca camina de la mano con el niño en dirección a la salida. Cuando Vincens y Abanie se percatan ambos se callan de golpe y detenidamente ven a Black y el niño cruzar el umbral hasta perderse de su campo de visión, se miran con las cejas fruncidas y reaccionan saliendo detrás de la parca.

—Black —lo llama Abanie—. Pero, entonces y el mocoso, no... —le interrumpe.

—Iremos con él, no causara problemas y se portara bien ¿No es así, Eros?

—¡¿Eros?! —preguntan ambos al unísono haciendo un escándalo, se miraron frunciendo el ceño con confusión.

—Sí, aquí a todos los arcángeles aparte de su número de identificación se les ha permitido escoger un nombre porque está en el artículo. Y él ha escogido llamarse Eros, así que llámenlo como tal.

—Ok —responde Abanie

—Ok —repite Vincens.

—Ok —concluye la parca.

Ceden con facilidad porque sabe que no les queda de otra más que aceptar. Nadie contradice a Black, nuestra parca de la muerte, a él nunca se le dice NO jamás.

Cierran la boca y todos juntos se desplazan hacia el salón, entran y empuñan en la palma un broche que les hace entrega la parca, luego lo sujetan de la prenda justo en el pecho del lado izquierdo, los tres se ponen las gabardinas negras sobre los trajes y los sombreros sobre la cabeza. La parca se pone de rodillas para hacer el mismo proceso con Eros.

Se pone de pie frente a la puerta dorada, las espaldas rectas, firmes y con el mentón en alto. Black toma la mano del pequeño, se acerca a la puerta y tira de la perilla para abrirla y junto con Eros es el primero en pisar el escalón de cemento. Eros se zafa y retrocede quedando en el umbral, la parca lo voltea a mirar, nota que el niño está asustado, Black le extiende la mano, la toma y avanzan.

Llegan a la segunda planta de un edificio abandonado de Halton Hills, de allí salieron y caminaron unas cuantas cuadras hasta llegar a otro edificio con la diferencia de que este, su construcción está terminada y su fachada es muy elegante y limpia. Caminan por en medio de las personas que habitan ahí hasta llegar hasta la puerta de un departamento del piso siete, puerta veintitrés. El primero cruza la puerta sin necesidad de abrirla y después le siguen los otros tres hasta estar en el interior.

Black suelta la mano de Eros mientras este no deja de mirar el lugar, es un departamento, un hogar común como de un humano, las paredes son blancas y tiene una sala bastante amplia, está en mueblada con todo nuevo y envuelto en plástico, los ángeles no se han dedicado ni un minuto a quitar el plástico de los objetos.

—¿Es su casa? —preguntó Eros.

Nadie le responde. Todo se están retirando los sombreros y las gabardinas.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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