Black

7

Orquídeas

Giselle

La alarma escandalosa de mi nuevo celular empezó a sonar en la penumbra de mi habitación encendiendo su luz brillante anunciando las dos de la madrugada, a pesar de que había ido a la cama temprano no logré conciliar el sueño en ningún momento de la noche.

Pensamientos me avasallaron y con ellos preguntas sin respuestas. Creo recordar la noche de mi cumpleaños o lo que pasó después. Un recuerdo tan vivido como imaginario, así como el sonido de su voz.

La temperatura para noviembre siempre es más fría en Halton Hills anunciando la nevada que se aproxima, así como las festividades de la época. Me levanto envuelta en la cobija yendo a la cocina donde están Alex y Danae en ropa interior caminando de un lado a otro abriendo y cerrando los gabinetes de madera.

—Podría ponerse algo de ropa la próxima vez, inquilinos.

—¿Por qué? —cuestiona Alex sujetando la jarra de la cafetera en una mano y una taza en la otra— ¿No te gusta lo que ves?

—Eres bien imbécil —le dice Danae mientras se mete un trozo de tostada a la boca.

Me acerco hasta la encimera de la cocina y tomo una de las tazas lavada recientemente y le arrebato de las manos de Alex la jarra de la cafetera para servirme el café.

—Como creyente de Dios lo considero inmoral.

—¿Desde cuando eres creyente? —pregunta Danae elevando una ceja.

—Desde ayer —respondo dándole un sorbo al café— Mi abuela era creyente aun siendo científica en investigadora, encontraba algo fascinante en la espiritualidad y yo también quiero encontrarlo.

—¿Estas en enloqueciendo? —preguntó nuevamente mi amiga incrédula.

—Sí, esa es la principal razón por la cual voy a buscar de Dios, todos deberíamos hacerlo —propuse con entusiasmo, pero vi que se movieron incomodos.

—No, gracias —respondió Alex.

—Quizás pueda escuchar algo alguna vez.

—Hay personas que viven y mueren en el pecado, señor perdónalos —hice la señal de la cruz para mi misma y metí una tostada a mi boca.

Cuando dieron las dos y media, para bañarme y alistarme. Salí antes de la casa dirigiéndome a Baldorpharma para pasar a ver a mi abuela antes de irme a la isla.

—Sra. Margaret.

—Ahora soy señora Margaret, mocosa insolente —bufó con desprecio en cada bocal, mientras se mecía en la silla.

—Está en sus cinco sentidos.

—¿Cuándo no lo he estado?

—¿Por qué esta despierta? —pregunto sentándome en su cama.

—Por la misma razón por la que está usted despierta. Trabajo.

—Ya veo.

Me quedó por un instante viendo la mesa de centro en cual reposa un jarrón con unas bellas rosas lilas, orquídeas, están florecidas aún.

—La han visitado recientemente, abuela.

—A mí siempre me visitan —respondió como si la hubiera insultado— Usted no es la única, Dra. Wester. Yo soy muy importante, ya sabes, todos quien escarbar en mi conocimiento.

—Interesante. ¿Y quién ha venido a verla?

Detuvo su balanceo y volteo a verme fijamente curvando sus labios hacia arriba.

—Un hombre —respondió con lentitud.

—Con que un hombre —dije impresionada. No sé si en este punto está delirando o en realidad si la visitó un hombre.

—Sí, es un caballero. Es quien me ha traído aquellas rosas, son hermosas y de mi gusto. Algún día tienes que conocerlo, es un científico excepcional, aprenderás mucha él, incluso si te agrada para casarte.

—No lo conozco y ya quieres casarme con él.

—Tiene veintisiete años, doctora, a esa edad es perfecto coincidir y formalizar. Escoge a un buen hombre para que sea tu marido porque ese mismo será el padre de tus hijos.

—¿Y si no quiero?

—Vivirás triste.

—K se divorció y no es triste.

—Ella se casó y se divorció cinco veces, y es miserable, aunque se niegue a admitirlo. Por eso no me visita.

—¿Por qué le echas encara sus múltiples fracasos amorosos?

—No, porque las personas frustradas no les gusta compartir con personas grandes como yo.

—¿Te consideras una persona grande?

—Mi vida fue llena de éxitos y triunfos en mi campo y en mi matrimonio, claro que voy a considerarme una persona grande.

Margaret siempre fue una mujer egocéntrica y de carácter fuerte, por lo contrario, el abuelo era noble y calmado. Creo que por eso coincidieron y se casaron a los tres meses después del cortejo. El abuelo se encargó de enaltecerla cada vez que podía durante sus largos años de matrimonio.

Media hora más tarde finalizo la conversación haciéndole un chequeo rápido y acostándola a dormir.

—La veo el próximo mes, quizás el próximo año o cuando se digne a volver a verme, Dra. Wester —dijo con su característico tono despectivo.

—Vendré pronto, lo juro.

—Jurar no me gusta, prométame mejor.

—Se lo prometo.

—Vaya con Dios.

Asentí y salí de la habitación.

Subí hasta los laboratorios del último piso y el equipo ya se encontraba en el salón de juntas. Detrás de mí entra dos personas de overol azul y dejan dos cajas sobre la mesa y al salir chocan con el mayor de los Steiner, que no se digna a devolver el saludo y coloca una cara de repulsión.

Imbécil.

Nadie jamás dijo que Elián Steiner era un arrogante que aborrece todo. Siempre lo describen como la persona más carismática y amable, pero resultó ser todo lo contrario. Aunque, también decían que era el Steiner menos agraciado físicamente, en eso también se equivocaron, cuenta de un gran atractivo si soy honesta, además de ser elegante de forma natural e irradiar una energía poderosa y de grandeza.

Lleva puesto un pantalón y camisa de botones manga larga, ambas prendas de color negro, color y prendas que favorecen a su cuerpo, quizás con el propósito de presumir su excelente anatomía. La camisa negra se adhiere bastante bien a sus brazos y pectorales marcando sus músculos trabajados.

Sin duda su cuerpo es llamativo, al igual que su altura; cuenta de una anatomía más anhelada para estudiar, no dejaría pasar ni una sola parte de su cuerpo por examinar, lo digo de manera profesional.



#602 en Fantasía

En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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