Black
"¿La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo?"
En el rancho de Azrael se tienen cierta atracción hacia las muertes trágicas de las mujeres, lo encuentran como algo impactante, trágico e inexplicable. Tanto así que se ha llegado a pensar que el ser humano es excremento del demonio. Dicen ser hijos de un Dios y la realidad es que parecen más engendros de mismo diablo que repudian.
Las mujeres son unas heroínas, pero también, son demonios que el mundo busca aplacar para impedir que libere su naturaleza.
Volteo la cabeza furtivamente en busca de eso que tanto anhelo observar. En mi campo de visión aparece ella, no sé por qué se produce aquel dolor en mi cabeza cada vez que la miro, aun así, la observo, la observo y la observo, me cautiva y hechiza, es una Norna, es una diosa del destino lo que la hace tan peligrosa.
Tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta, me pregunto: ¿Cómo alguien que saborea los veintiséis años puede verse como una joven? Quizás por su cuerpo delgado y pequeño, o por la inocencia que irradia su rostro, tan delicado y angelical. Aunque sé que inocente no es, no cuando me pedía un poco del lujurioso pecado aquella noche.
Abre los ojos de golpe y el azul de su iris impactando en los míos. Ahí el pinchazo dolor en las sienes. Me envuelve en su mirada, frunce las cejas y aparto mis ojos rápidamente volviendo a fijar en el cielo tupido de nubes blancas y celestes.
Ella es pecado, es una diosa del destino, ella es una Norna.
Pasado las dos horas, el helicóptero aterrizó en el hangar y soy el primero en bajar. Al momento en que el piloto deslizó la puerta trasera salen dos personas, un moreno y una castaña de piel bronceada, apenas pisan tierra el moreno suelta una oleada violenta de su asqueroso vómito, mientras que ella con una cara de asco le da palmadas en la espalda.
Los humanos son tan desagradables.
Los humanos solo me reiteran una y mil veces que son un completo asco, aparte son unos incompetentes. Me agrada el saber que me los tolero solo por el hecho de que les cobrare factura en El Rancho de Azrael.
Detrás de ellos salen Buffet, Wilding, seguido de Abanie y Vincens. No tardó en darme cuenta de que falta ella, mi Norna.
Subo de nuevo al helicóptero, ella sigue en su asiento y ahora mismo, dudo que se inmute a levantarse, duerme tan profundamente que me facilitaría un millón de problemas si no despertara ya nunca.
Me coloco de cuclillas frente a su pequeño cuerpo, coloco una mano sobre su rodilla y me es inevitable no pasar mis ojos por su cuerpo, se ha quitado el estúpido plumífero que mando a diseñar Vainilla, la tela antifluidos del uniforme se ajusta a sus caderas y cintura haciéndolas resaltar.
—Oye —le llamo en un susurro. Ella se sobresalta y su mirada azulada se posa en mí—. Dudo que te paguen por dormir, Dra. Wester.
Cierra y aprieta los ojos para volverlos a abrir, gira la cabeza hacia un lado y luego al otro mirando confundida, vuelve sus ojos a mí, baja la mirada hasta donde tengo mi mano y la retira de una forma brusca.
—No me toque.
Elevo mis cejas, retiro mis manos mostrando las palmas enuna expresión de rendición y me pongo de pie, algo desconcertado por el comportamiento.
—Vamos, baja, que los necesito a todos juntos y ponte el plumífero que hace frío —le digo y bajo del helicóptero dejándola allí.
Espero a que los asquerosos vomitones se hidraten y se recuperen, y a que la Norna salga del helicóptero. Me cruzo de brazos, no veo mi cara, pero sé que mi expresión emite mi total repudio hacia los humanos y su mundo.
Trato de evitar verlos, porque de solo verlos me fastidian, giro mi cabeza hacia otra dirección, y veo la Norna, está todavía dentro del helicóptero, como toda una humana lenta apenas se está colocando el plumífero, soltó su cabellera naranja cobrizo, la peino con sus dedos y volvió a recogerla en el mismo moño que anteriormente la tenía recogida, hasta que, por fin, salió y se reunió con el resto.
Cuando finalmente todos están reunidos les comunico dónde nos hospedamos, les doy una descripción breve del lugar.
Tres vehículos parecidos al Jaguar que robamos se encuentran parqueadas esperando supongo que, por nosotros, y así es. Nos distribuimos para caber todos en ellos, luego el chofer nos llevó al hostal donde nos hospedaremos en el corto tiempo que estaremos en la isla, procure que el hostal estuviera en una zona donde fuera poco probable toparse con osos. Está ubicado un poco distanciado de los laboratorios donde se encuentran los cuerpos a estudiar e investigar, pero tengo que asegurar las vidas de esta gente que hasta ahora no tienen tarjeta negra.
Los vehículos se detienen frente a lo que parece ser un edificio y supongo que es ahí el hotel donde hice la reservación utilizando el extraño artefacto que emite sonidos y voces.
Al entrar es a mí a quien le toca acercarse a la recepción, detrás del mostrador está una mujer de cabellera rubia quien me recibe con una sonrisilla fastidiosa, la ignoró y le pido lo que necesito, las llaves de las habitaciones y en cambio me entrega unas tarjetas de plástico color azul.
—¿Para qué esto? —pregunto, viendo las tarjetas.
—Las llaves de la puerta de las habitaciones que reservo, Sr. Keynes.
—Ya no existen llaves normales, de meter al cerrojo.
—No señor, nuestro sistema está actualizado de ese modo se les brinda más seguridad a nuestros clientes.
—Ok, pero... —me calló cuando la mujer se posiciona a mi lado.
—¿Todo bien? —pregunta la Norna.
—Sí, todo bien —respondí serio.
No, nada está bien. No sé cómo carajos se utiliza esta mierda de tarjetas, era tan difícil dejar las puertas con llaves de cerrojo y ya, malditos humanos.
Me doy la vuelta y vuelvo donde están todos, parecen que fueran unos malditos ancianos, se han echado en los muebles de espera y se ven tan cansados como si hubieran venido de Halton Hills corriendo.