Black

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Naenia

Black

La incoherencia y la hipocresía nace de la humanidad, aquella maldad que tanto temen, pero que vive en ellos como algo natural. En el templo de sombras se ha llegado a pensar que la raza humana es como excrementos del demonio. Dicen ser hijos de un Dios bueno y bondadose, pero tienen la crueldad y la maldad del diablo que repudian.

Volteo mi cabeza furtivamente en busca de ella, su sola imagen hace que se produzca un indescriptible dolor de cabeza, aun así, la observo, su cuerpo es cautivante y su belleza podría hechizar a cualquier ser débil.

¿Cómo alguien que saborea los veintisiete años puede aparentar ser más joven?

Quizás sea por su figura menudo o por su rostro delicado y angelical que inspira una ternura inmensa e inocencia. Su piel clara, sus mejillas suavemente ruborizadas, sus cejas finamente delineadas y sus labios rojos como cerezas conforman una belleza sutil al punto de ser casi irreal.

Sus ojos se abren de golpe y su iris impacta en los míos, ahí es donde ocurre el repentino dolor punzante en mis sienes como si taladraran la zona con violencia, tal vez sea su mirada intensa o la energía fuerte y magnética que emana de su ser, algo que al mismo tiempo me tiene cautivo y deslumbrante. Disimulo mirando al resto del equipo y volviendo mi mirada al cielo tupido de nubes blancas.

Naenia sin duda es una mujer de cuidado. Toda ella es pecado, es destino y es peligro que podría arrastrarme a la decadencia, a la desgracia o las profundadas del infierno.

Después de cuatro horas el helicóptero aterrizó en el hangar siendo yo el primero en bajar. El piloto abre la puerta trasera de la que salen dos personas, un moreno que apenas pisan tierra suelta una oleada de vomito y una castaña que con cara de asco y tapando su nariz palmea su espalda.

—Agua, alguien tiene agua —grita ella a las personas que están en el interior del helicóptero.

«Malditos desagradables»

Los humanos solo me reiteran una y otra vez que son unos completos incompetentes. Solo me los tolero por el hecho de que los volveré a ver para cobrarles factura en el Templo de Sombras cuanto sus vidas hayan llegado a su fin, eso me da un poco de confort y de paciencia.

Posteriormente sale Pickett, Wilding, Abanie y Vincens. No tardo en darme cuenta que fata ella, Naenia. Subo nuevamente al helicóptero, ella sigue en su asiento y dudo mucho que se inmute a levantarse, pues duerme profundamente que me facilitaría un millón de problemas si de quedará así y más nunca despertara.

Me inclino para colocarme de cuclillas frente a su cuerpo, descanso mi mano sobre su rodilla para moverla con sutileza y logre levantarse. Me es inevitable no pasar mis ojos por su anatomía, se ha quitado el plumífero que mandó a diseñar la desquiciada de Vanya y la tela antifluidos del uniforme negro se ajustan convenientemente a sus caderas y cintura haciéndola resaltar.

La sola imagen de esa mujer así, bella y vulnerable me hace pensar sin certeza que ya la he visto antes.

—Dudo que te pague para dormir, Dra. Wester.

Ella se sobresalta y su mirada azul me envuelve haciéndome padecer un limbo. Sus ojos logra hacer que me desconecte de la realidad y me encuentre tan confuso como un mortal.

Gisell mira hacia un lado y luego al otro confundida, supongo que buscando los demás del equipo. Vuelve a fijar sus ojos en mí que bajan con lentitud hasta donde tengo mi mano y con brusquedad la retira del lugar.

—No me toque —la noto asustada y desconcertada.

Muestro las palmas de mi mano en una expresión de rendición y tomo distancia.

—Baja, los necesito a todos juntos y ponte la chaqueta hace frío afuera.

Yo bajo del helicóptero esperando a que ella salga mientras observo a los asquerosos vomitones se hidratan y se recuperan, me generan tanto repudio que no deseo verlos ni muertos.

Vuelvo a echar un vistazo al interior del helicóptero y veo a Naenia como una humana ordinaria y lenta colocándose la chaqueta, suelta su melena anaranjada que peina con los dedos y vuelve a recogerla esta vez en una coleta. Finalmente agarra su equipaje y viene hacia la salida, le extiendo mi mano para ayudarla a bajar y con inseguridad la toma.

Cuando están todos juntos les comunico donde nos vamos a hospedar, dándole una descripción breve del hotel y que las habitaciones serán compartidas por la seguridad de todos.

Cinco camionetas negras blindadas nos esperan en la pista de aterrizaje quienes nos trasportaran y nos escoltaran hasta el hotel. Fueron enviadas por la policía de la isla para velar por nuestra seguridad, petición que hice con las autoridades de la Isla con el fin de que me garantizaran que las vidas de todo mi equipo estuviesen a salvo de cualquier riesgo o atentado.

Los vehículos se detienen en un edifico de más de 30 pisos, supongo que aquí fue donde Baldorpharma realizó la reservación.

Al entrar en la recepción una mujer es quien me recibe.

—Tengo una reserva a nombre de Elián Steiner McLean, son cuatro habitaciones cada una con dos camas, tiene una sala de estar, baño y una nevera equipada, la reserva también incluye el bufete y servicio a la habitación para dos, es correcto —dice la recepcionista verificando de un computador y mirándome por una aprobación.

—Falta una suite.

Ella vuelve a verificar mientras escucho repetidamente el clic del mouse.

—No, señor, no hay ninguna reserva de una suite a su nombre.

—Claro que sí, la hice yo personalmente —ínsito. Lo peor que me podría pasar sería tener que dormir con uno de estos inútiles.

—¿Todo bien? —escucho la voz de Gisell a mi espalda, tan solo escucharla me tenso.

—Sí, todo bien —respondo.

—Me disculpo, quizás no ejecutaron correctamente su reserva, si gusta puedo hacer que le organicen una suite ahora mismo, Sr. Steiner —me dice la recepcionista notándose un tanto apenada.



#602 en Fantasía

En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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