Giselle
El sabor metálico de la sangre surge en mi paladar, me he caído de la cama dándome un golpe en la boca con el piso frío de mi habitación, abro los ojos y todo está oscuro. La imagen del reciente sueño llega a mi memoria provocando que me dé un vértigo en el estómago y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho. A veces siento al despertar que mis sueños son una realidad, más real que la vida que estoy viviendo ahora.
Me pongo de pie, Danae y Alex ocupan toda la cama. Odio las noches de terapia por esta razón, les quité mi edredón, agarré el móvil y me fui a otra habitación de la casa.
Horas más tarde resuena la alarma del móvil en toda la habitación, abro los ojos y mi vista choca con la ventana donde normalmente se ven las verdes hojas de los árboles y ahora que ha llegado el invierno solo se ven ramas calvas cubiertas de nieve, aparte de que el día es gris.
Salgo de la habitación para volver a la mía donde ellos dos aún se encuentran roncando como marmotas, Danae está sobre el pecho de Alex y él la está rodeando con sus manos. Y nada más ayer Dani lo quería matar.
—¡Levántense!
Hablo en un tono alto logrando que ellos despierten, lanzando quejidos soñolientos, se frotan los ojos con los nudillos haciendo muecas. Alex es el primero en ponerse de pie y estirar su cuerpo haciendo tronar los huesos, Dani mira la hora en su móvil, vuelve a soltarlo y acomodarse en la cama.
—Es muy temprano, media hora más.
Le dedico una mirada a Alex haciéndole un gesto que entiende de inmediato.
—Por favor.
Él asiente .
Vuelve a la cama, se arrodilló en el colchón para tomar a Danae en sus brazos y llevarla a la habitación.
Cuando quedo sola, cierro la puerta con seguro, ordeno rápidamente mi cama, doblando las cobijas y extendiendo el edredón sobre la cama. Me meto al baño, me doy una ducha con agua caliente, me pongo el uniforme antifluidos y me hago una coleta con el cabello.
Voy al cuarto subterráneo, solo se encuentra la enfermera que me dice que Katharina se ha ido temprano y supongo que se está organizando para volver a Ottawa la ciudad en la que actualmente está viviendo.
Le dedico unos minutos a la pequeña criatura que yace en la incubadora, atendiéndola y amándola como lo hago desde su nacimiento. Aprieta mi dedo con el guante aferrándose con su débil fuerza y aprieta los ojitos cuando le aplico las dos dosis para posteriormente soltar el llanto. La tranquilizo y la dejo dormida.
Vuelvo a la habitación y salgo a la sala, escucho un bullicio y risas que provienen de la cocina, entro y allí se encuentra Danae y Alex ya duchados, arreglados y vestidos con el mismo uniforme que el que llevo puesto, y frente a ellos está mi tía ella va vestida con un pantalón de jeans camuflados de tiro alto y bota campana, una blusa blanca corta de tela algodón y unas zapatillas deportivas de plataforma. Las prendas se ajustan a su cuerpo resaltando sus curvas, es bastante voluptuosa de pechos, trasero, tiene caderas anchas y cintura delgada.
Voltean a verme con una sonrisa en la cara.
—¿Por qué yo no sabía que tenías una tía y Alexis sí? Siempre creí que no tenías familia, cielo. La tía K es increíble —dice Danae.
—Se me olvido, Dani.
Camino hasta la cafetera, me sirvo un café y me siento en la silla de la mesa redonda que hay en la cocina para disfrutar del café mañanero y de una buena lectura.
Miro el reloj que marcan las seis, mi tía habla con Danae de no sé qué, mientras Alex observa detenidamente a Danae siguiendo con los ojos el movimiento de sus manos y el movimiento de su boca, cuando ella sonríe inevitablemente él también lo hace. A veces creo que por parte de Alex no es solo placer físico, pero el que haya estado con Vanya me pone a dudar.
Vuelvo a fijarme en mi tía que habla hasta por los codos sin parar a tomar aire.
—¿Tú no te ibas a Ottawa, tía K? —le pregunto dándole un sorbo a mi café mientras leo el primer párrafo del acto ocho del libro.
—No... bueno, hemos invitado a la tía K a que nos ayude a colocar la luces y el árbol de navidad después del trabajo, también a que pase la víspera de navidad y año nuevo con nosotros —comenta Dani.
Me hace escupir un poco de café para dedicarle una mirada. Jodida cabra. No me quiero imaginar tener que aguantar a esas dos parlanchinas todo un mes. Mis ojos recaen en Alex quien señala a Danae susurrando: "Fue ella quien la invito, yo no tengo nada que ver", quitándose el peso de la culpa.
—Siempre pasamos navidad los tres solos y hacemos cosas muy tontas como salir en ropa interior y darnos un clavado en la nieve como el año pasado que, por cierto, casi se muere Alex de hipotermia, en fin, pienso que esta vez deberíamos cambiar algo, creo que será lindo compartir ese día con otras personas, más si es alguien de tu familia —explica ella con entusiasmo y alegría.
—Claro —le doy una sonrisa sin dientes, no convencida con ello.
Termino mi café, me despido y en mi camioneta conduzco hasta las instalaciones de Baldorpharma, entro al edificio principal, la mujer del primer piso me dice que tengo que ir primero a la sala de juntas por orden del Sr. Keynes, voy allá y ya se encuentran algunos sentados en la mesa larga. Después de unos minutos ya se encuentran todos, cuando digo todo me refiero a todo el grupo en general: Vanya, Canon y Elián Keynes, Jake Oh, Erik Fromm, Kevin Mckidd, Emely Buffet, Amanda Pickett, Richard Wilding, Kalet Duckett, Alex Washington, Danae Stevens y yo, Giselle Wester.
Estuvimos hablando durante una hora, principalmente los que trabajamos en la Isla, no la pasamos explicando a detalles todo lo que pasó en horas laborales, claro está. En un momento cuando ya está todo dicho el Dr. Keynes pide la palabra y todos se quedan en total silencio para dedicarle toda la atención.