Giselle
"El cadáver habla y el cuerpo revela".
Las horas pasaron y todos cumplimos turnos extenuantes. Llevamos setenta y dos horas en el laboratorio, solo hemos salido a comer nuestras tres comidas diarias, a hidratarnos, en la noche a tomar café para no caer del sueño, y volvemos para continuar, no hemos podido ni siquiera ducharnos porque no hemos vuelto a casa desde hace tres días. Trabajamos arduamente para encontrar lo más mínimo, pero tal parece que camináramos en círculos ante un caso único.
Pero eso no quiere decir que hemos fracasado, aunque ha sido lento los resultados por lo complicado que ha sido el caso, los cuerpos nos han revelado gran parte de lo que pasó, técnicamente nos han dicho lo que les hicieron. Ha sido algo realmente tenaz incluso para nosotros que lo hemos visto y estudiado todo, algo posiblemente creado para acabar con gran parte de la humanidad, pero de la forma más dolorosa, traumática y humillante.
Estoy trabajando con el cuerpo de Jackson Heigl, un adolecente de doce años, su cuerpo está en condición realmente deplorable. Al parecer hubo actos tocamientos y caricias, no hay evidencia de abusos sexuales como tal, pero si hay mucha violencia sobre los cuerpos.
El cadáver enseña, lo revela todo; tomé algunos elementos de la superficie de la piel para reconstruir los perfiles moleculares del ADN para poder determinar el perfil de una persona, solo era cuestión de un poco de paciencia para tenerlo, y ahí estaba, una estructura genética que nos revelaría a uno de los responsables que sin un poco de piedad por la vida humana había usado a los cuerpos para tal aberración.
La comparo con otras estructuras y hay similitud con la estructura genética de…
—¡Lo tengo! —grité con los datos y perfil de la persona en pantalla.
La Dra. Vanya, Alex y el Dr. Keynes se acercan posicionándose a mi alrededor. Leemos la primera parte, desde su fecha de nacimiento hasta cada una de las visitas al médico, consultas, enfermedades, familiares, etc, hasta pasar a lo bueno, sus delitos:
—Tiene todo un currículun de delitos este hombre —menciona Vanya mirando la pantalla entrecerrando los ojos como si el brillo de esta lastimara su vista—, Jhon Benne, alias… pene.
Todos elevamos las cejas ante el peculiar sobrenombre.
—Muy original su apodo —comenta Alex.
—Estuvo en prisión tres veces, la primera vez fue por participar en un robo de información confidencial del estado, pago una condena de diez años y por buen comportamiento obtuvo la libertad condicional, por segunda vez fue a prisión por posesión de pornografía infantil, pago una condena de seis años, dos años después, por tercera vez, volvió a prisión por la exportación ilegal de químicos en un buque que se incendió y causo varios impactos negativos sobre el medio ambiente. Ha cometido más delitos menores, pero ha pagado la fianza.
Lee Vanya en voz alta toda información sobre Jhon Benne. Pasamos la información a las autoridades quienes proceden de inmediato en su búsqueda y captura. Mientras que nosotros seguimos trabajando en el laboratorio, pues nuestro cometido principal no es capturar al responsable sino el saber y concluir la razón de las muertes, qué lo causó y en que puede afectar a terceros o a la población de Terranova como tal. Pero claro está que, tenemos que colaborar con las autoridades a cargo del caso.
Tras ocho horas más de labor cae la noche, el Dr. Keynes decide que es suficiente por hoy, que regresemos a casa a descansar y estemos mañana temprano. Veo a todos suspirar agotados y salir casi arrastrando sus cuerpos al parking de la compañía. Yo me quedo por unos minutos más terminando de escribir un informe que tengo que entregar en la mañana. Consejo del día jamás dejar los informes para última hora.
Cuando siento que no puedo más, guardo lo escrito en una memoria, la desprendo del computador y la guardó en el bolsillo de mi uniforme. Salgo del laboratorio donde ya no se encuentra casi nadie, solo algunos auxiliares y de aseos generales.
Subo en el ascensor, presiono el número, las puertas se cierran y espero a que baje al primer piso mirando los números que hacen su cuenta regresiva, la mini pantalla emite un sonido mostrando el número 1, a los pocos segundos las puertas se abren, salgo del ascensor.
Veo al gerente general de la compañía saliendo del otro ascensor camina bastante apresurado con el móvil en la oreja y jugando con las llaves de un coche en la mano, voltea ligeramente la cabeza hacia mi dirección, se frena al verme y me detalla frunciendo las cejas con extrañeza.
—Te llamo luego —cuelga y se mete el móvil en el bolsillo del pantalón—. Srta. Wester.
—Sr. Filip.
—Todavía por acá, pensé que mi orden había sido clara para el mayor de los Keynes.
No se esfuerza por disimular que le ha causado disgusto el pequeño malentendido.
—En realidad ya todos se fueron a descansar, fui yo quien se quedó por voluntad propia —le aclaro con una sonrisa.
Entre abre la boca emitiendo un “oh” silencioso, suaviza la expresión y de inmediato me dedica una sonrisa afable. Continuamos caminando más despacio uno junto al otro hacia la salida del edificio principal.
—¿Cómo va el caso R-12? —pregunté con interés. Pues era mi caso y me parece algo realmente delicado e importante, sería un total escándalo donde el estado o los consumidores se enteraran de ello.
—Va bien, me estoy encargando yo personalmente —responde.
Asiento con la cabeza y continuamos en silencio.
Cruzamos la puerta de cristal que se abre automáticamente, el frío sobre Halton Hills es insoportable me hace abrazarme a mí misma con las manos y frotar mis brazos con estas.
Nos quedamos como estatuas en la puerta, uno frente al otro. Espero a que él se despida primero, pero no lo hace, y cuando estoy a punto de despedirme yo convencida de que no va decir nada, decide hablar: