Black
"Siempre se menciona que debe usarse el razonamiento antes que el corazón, pero eso es imposible cuando la razón causa daños".
Todo lo que en ella concierte estaba prohibido, mal, pero lograba ser tan tentador que me colocaba a caminar al borde, a punto de perder el razonamiento y autocontrol, su aura siempre ha sido tan enajenante al punto de llevarme a la muerte y recibirla sin ninguna negación. No debía permitirlo, jamás.
Coloco en el escritorio de madera el sobre negro el cual contenía el nombre de ella en una tarjeta blanca bordado con un hilo dorado, hilo que se había desprendido borrando aquel nombre. Vuelvo a mentir diciendo que no sé cómo ha pasado, cuando yo soy quien ha evitado su muerte por tercera vez. Me estoy metiendo en un hoyo profundo del que se me va hacer complicado salir.
Vincens se queda en un trance creyendo que la Norna tiene algún poder sobre el universo para cambiar el destino de todos y el suyo propio, hace una que otra pregunta, da una sugerencia y luego se retira abandonando el Rancho de Azrael.
La castrosa de Abanie no ha mencionado palabra y eso se debe a lo que vio hace unos minutos atrás antes de volver al Rancho de Azrael. No me cuestiona, sabe que no puede hacerlo, pero con su cara de perra me dice que espera una explicación que no le doy y tampoco tengo por qué dársela. Ella sabe perfectamente que la Norna no tiene ningún poder sobre el universo, sino un poder sobre mí que muevo fichas exponiendo a los más insignificantes peones para mantenerla con vida a toda costa. ¿Por qué? Tengo mis razones, algo egoísta y para beneficio propio, pero la tengo.
—¿Por qué estás empeñado en protegerla? —pregunta poniéndome de mal humor.
—Que te importa.
Le respondo irritado por su presencia, camino pasando de largo su figura y me siento en el asiento del escritorio. Ella camina y se posa en frente, se inclina hacia delante colocando las manos sobre la madera.
—Black... —empieza, pero cuando se percata que no le pongo ni una pizca de atención se pone como una perra rabiosa— ¡Mírame imbécil!
Me tiro hacia atrás descansando mi espalda en el espaldar del asiento y lleve ambas manos hasta detrás de mi cabeza esperando a que esa loca diga lo que tiene que decir.
—Te aprecio, Black y...
Ruedo los ojos con incredulidad y bufo con burla.
—Que me vas andar apreciando tú, loca.
—Cállate y déjame hablar, puto —se exaspera, camina rodeando el escritorio quedando a mi costado, reposa su trasero en la orilla del escritorio y extiende sus manos hasta pasearlas por mis hombros, mientras sigo con los ojos el movimiento de sus manos—. Black, además de ser mi superior en diferentes espacios, además de ser un compañero de castigo, te considero un buen amigo, y aunque sea desesperantemente perversa y bromista, pesada, sabes que nunca estaré en tu contra, jamás, por lo contrario, siempre estaré de tu lado, siempre estaré a tu favor así sea en el hoyo más hondo.
—Aja.
Detiene el movimiento de sus manos por mi cuerpo y las aleja mostrando descontento por mi corta respuesta.
—Imbécil, te estoy ofreciendo mi lealtad y tú solo dices aja, ni mierda, mínimo dime que pasara con la Norna para saber de qué va y poder apoyarte.
Voltee ligeramente la cabeza hacia un lado y emitir una sonrisa llena de burla y vuelvo a fijarme en ella expresando aborrecimiento en el semblante.
—Esto es el Rancho de Azrael, todos los que habitamos aquí hemos cometido un pecado algo realmente atroz, en este lugar hay desde misioneros envidiosos, ambiciosos y tramposos, tú crees una parca confiaría en la "lealtad" podrida que ofrecen.
—Ok, entonces vete al infierno hijo de puta, que cuando me pidas ayuda en algo me voy a deleitar cuando saboree el No que saldrá de mi boca.
—Lárgate.
Se larga ofendida, despotricando insultos entre dientes, y a mí me da lo mismo.
Me quedo en el cuarto de orbes cumpliendo con mis deberes como parca, organizo algunas cosas en el rancho, doy órdenes a los misioneros inferiores, a todos los incógnitos y a los SD para que estén lo suficiente ocupados durante mi ausencia. Esto de estar allá y acá ha sido como la mierda, pero lo he sabido llevar sin que nadie lo note.
Me transporto a la tierra de los humanos, llegando a la casa de los Keynes, me quito el broche y lo dejo el cofre con los tres de los demás. Vincens está en piso con Eros y Abanie está descalza frente al espejo adornando su cuello con unas cuantas joyas doradas despampanantes para humanos, pasa varias veces por su corto cabello liso y sonríe a su propio reflejo. Maldita loca.
Sin dejar la sonrisa que tiene entre los labios se da la vuelta para pasar la vista de mí que recién llego a Vincens que está en el suelo.
—¿Cómo luzco?
—Como una bruja —responde Eros, haciendo que su sonrisa se desvanezca y forme una cara seria de disgusto.
—Cierra la boca, mocosa. —Vuelve a echarse un vistazo en el espejo reparándose nuevamente de pies a cabeza— Esta ropa es divina —murmuró para ella misma.
Camino directo a una de las habitaciones y reemplazo el traje de lino por una ropa informal, lo normal, los pantalones y camisa negra de botones de manga larga, dejo esta vez mi cabello suelto y me pasó los dedos para deshacer algunos nudos. La puerta se abre, es Abanie ya con el atuendo completo y se adentró sin permiso alguno.
Me mira de pies a cabeza.
—Otra vez lo mismo, porque no te pones algo más... colorido —hace sonar su lengua y me apunta con el dedo índice— Espérame.
Sale de la habitación dejando la puerta abierta y al rato vuelve con una camisa azul floreada entre las manos.
—Esta es muy bonita.
Dice para intentar animarme, pero solo obtiene una mueca de disgusto por mi parte.
—Quiero verme como un humano, no como un jardín.
—Pero...
Antes de que pueda decir algo, ya he pasado por su lado y salgo de la habitación.