Black

CAPÍTULO 20: Éxtasis

Giselle

"Lo que tenemos él y yo solo podrá ser atracción física, porque él no se quedará aquí por mí y yo no me iré para seguirlo a él".

Abro los ojos y lo primero que veo es la ventana con vista a los árboles que hay en mi habitación, parpadeo un par de veces intentando conseguir los ánimos que necesito para pararme de esta cama, por lo contrario, me cubro más con el edredón haciéndome una bolita en el colchón.

Anoche no ha sido la mejor noche de mi vida, pero quiero tomar lo positivo de ello, tengo que apurarme a conseguir una cura pronto porque no quiero que sufra en un futuro, quiero que viva, no que sobreviva.

Por un momento pensé que se iría, sentí mis esperanzas débiles y me arrepiento de ello, vi ante mis ojos la posibilidad de un mundo sin su existencia, sin esa pequeña criatura que posee una parte de mi hermana. No visualizaba un futuro en donde yo viviera tampoco, porque sentí morir en aquella habitación con ella.

La puerta se abre lo que me hace rodar el cuerpo sobre el colchón para ver a la persona que recién entra, es Danae que entra con una bandeja en las manos y tiene en su cara una sonrisa lastimera.

—Hola, cielo.

Habla con su característico entusiasmo, con la diferencia que esta vez se ve algo afectada y arrepentida.

—Hola.

Me siento sobre la cama y le doy una sonrisa afable. Se acerca y deja la bandeja sobre la mesita de noche la cual contiene un desayuno con frutas, jugo, chocolate, huevos, tocino y pan relleno.

—He llamado al Dr. Keynes para anunciar que no irás hoy por problemas de salud, no te preocupes ha dicho que está bien y que vuelvas al trabajo únicamente cuando te recuperes.

—Pero Dane, estoy bien.

—No lo estás y un día de descanso no le va mal a nadie. Desayuna lo he hecho especialmente para ti.

Tiene razón así que no me sigo quejando y mejor disfruto de este día de descanso. Miro el desayuno, me burlo sin que se dé cuenta y la miro dudosa.

—¿Tú lo hiciste?

—Sí, yo.

Danae no sabe cocinar, yo sé más o menos, pero el experto en la cocina siempre ha sido Alex, y es el que cocina para nosotras la mayor parte del tiempo. Procedí a probar la comida y al saborearla supe de inmediato que ella no había preparado el desayuno, aunque fuera a ciegas conocería la sazón de Alexis Washington.

—Está delicioso, gracias.

Ella sonríe, me peina el cabello y me da un beso en la frente.

—Desayuna, recupera fuerza que hoy vamos a empezar a poner los adornos de navidad.

Sale de la habitación dejándome sola, me obligo a comer un poco, en que sea a tomar chocolate y a morder el pan relleno, la verdad no es que tenga mucho apetito.

Dejo la comida y giro mi cabeza hacia la ventana recostando el mentón en mi hombro, siento un poco de frío aún con la calefacción de la casa, no me quiero imaginar cómo está el clima allá afuera cuando la nieve ya ha empezado a cubrir la ciudad.

Me pongo de pie, voy al baño y me miro frente al espejo, miro mi cabello hecho un desastre, lo desenredo con el peine, me lo agarro en un moño alto para luego entrar en la ducha para bañarme sin mojar el cabello. Supongo que hoy no vamos a salir de casa así que opto por ponerme algo cotidiano, pero que me cubra del leve viento friolento que se infiltra en la casa.

Salgo a la sala, está hecha un desastre con adornos de navidad por todas partes y lugares de la casa decorados a medias. Sé que no tengo ánimos de nada cuando me da pereza hasta disgustarme por el desorden, así que continuó y me siento en el sofá de la casa subiendo mis piernas y abrazándolas contra mi pecho, mientras veo discutir a Danae y a la tía K contra Alex que está en desacuerdo con poner un adorno en específico en la parte externa de la puerta principal.

—Gise, menos mal saliste de la cueva, diles que el bebé va con María y José, y no en la puerta.

Me percato de que el adorno en específico que quieren poner es el bebé Jesús hecho en cerámica que siempre se coloca en una mesita cerca del árbol. Me pongo de pie para ir donde ellos están y se lo arrebato de las manos.

—El bebé Jesús no va en la puerta taradas.

—Pero se ve bonito —dice la tía K.

—Claro que no, se ve raro, como… para Halloween —alega Alex.

—¡Respeta! —exclamo.

—¡¿Qué?! ¡No dije nada malo! —exclama él en defensa.

Entro de nuevo a la casa poniendo el adorno en un lugar seguro donde no vaya a sufrir ningún daño. Danae y Alex entran en la casa discutiendo con ofensas de niños de preescolar, mientras mi tía mira como si fuera un chisme fascinante mientras se carcajea a cada nada por las tonterías de esos dos.

—Cállate más bien y ve por las otras cajas que faltan para ver que adorno nos puede servir de ahí —le ordena Danae a Alex.

—Yo he subido todas las cajas pesadas, creo que hasta me está dando un lumbago.

—Maldito cobarde —masculla ella mirándolo mal.

En lo que queda de la mañana que es poco porque al parecer me he levantado más tarde de lo habitual, me la paso ordenando las ramas del árbol de navidad, ya que cuando Alex lo desarmo el año pasado el perezoso las ajunto en desorden y ahora siento que todas son del mismo tamaño a excepción de las que van cerca de la punta que las ramas son más pequeñas y es evidente la diferencia.

Cuando es mediodía el timbre de la casa resuena por toda la sala principal, Danae se activa feliz y se levanta del suelo dando saltitos hacia la puerta. Abre y es un repartidor de comida a domicilio, ella le paga y se acerca.

—Cielo, ¿sirves la comida?

Asiento y me pongo de pie recibiendo las bolsas de comida china, lo sé por el nombre del restaurante escrito en letras chinas. Voy directo a la cocina, dejando las bolsas en la encimera para buscar los platos de la vajilla, hay bastante comida así que creo que sobrara. Voy al refrigerador para sacar la bebida gaseosa malísima para el sistema, pero deliciosamente dulce y refrescante, me inclino un poco para sacar una de las botellas selladas.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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