Black

CAPÍTULO 22: Posterior

Black

Intrépido actuó ante la situación, tomando lo que me interesa mantener con vida.

La tengo a ella entre mis brazos al instante de la caída de casi ocho metros de altura, la mantengo apretada contra mi cuerpo y no estoy dispuesto a soltarla, pero el impacto de mi espalda en la superficie de la tierra, hace que la unió de mis brazos que la sujetan, se suelten y libere su cuerpo.

Quedo en el suelo, pero ella rueda hasta quedar boca abajo en un río de piedras y poco caudal, es más un charco, no tiene profundidad y es un camino de agua.

Es lo último que mi visión alcanza a ver, para que luego ocurra algo muy raro, todo se torna completamente oscuro por unos minutos que se me hacen largos y desesperantes, no logro ver nada, pero escucho unos sollozos de una mujer.

Todo vuelve a la normalidad volviendo a ver el insípido mundo de los humanos. La mujer perteneciente de los sollozos permanece a mi costado de rodillas sentada sobre sus talones, sus manos tiemblan, tiene el rostro enrojecido y empapado de lágrimas que bajan por sus mejillas, pero que se borran al mezclarse con las gotas de lluvia. El overol que trae puesto se ha ensuciado de tierra, su cabello naranja se ha liberado cayendo a los lados de sus hombros, este ahora tiene un tono rojo por lo húmedo.

Apenas ve mi movimiento hace un puchero con los labios y suelta un llanto, causando algo raro en mi pecho como si me revolviera todo causando un nudo que quiero expulsar. En mí surge la necesidad estúpida de saber si está bien, si se ha lastimado en algún lugar o si tiene algún dolor que la queja y arrebata su calma.

Me pongo de pie lentamente y le ofrezco mis manos para ayudarla a pararse, la miro de pies a cabezas que no haya tenido una herida de gravedad.

—¿En dónde te duele?

Le pregunto al ver que no para de sollozar.

Niega con la cabeza, extiende sus labios en un pico y limpia su nariz con el dorso haciéndome percibir un aura tierna.

—Se supone que yo soy la que tiene que preguntar.

No sé qué es lo que causan aquellas palabras, pero es como si activara mi ser, como si eso me proporcionara algún placer, pero a la vez que tenga tal poder sobre mí, me molesta y me aqueja. Se supone que soy la muerte, soy oscuridad y no debo presentar ningún tipo de emoción, no existo, no siento.

Doy un paso hacia delante y tomo su rostro entre mis manos.

—Yo estoy bien —le susurro para tranquilizarla—. ¿Tú cómo estás?

—Me asusté mucho.

—Por mí.

Asiente y me gusta su confesión.

Acaricio su mejilla con los nudillos pasándolas en un leve rose, cierra los ojos con el contacto de mi piel con la suya, tal imagen se me hace tan cautivante y hechizante, tono lo que percibo de ella resulta tan enajenante; sin duda para mí perspectiva posee gracia y belleza única, no sé cómo un humano puede lograr eso en mí sin tan siquiera esforzarse.

Llevo mi mano hasta la parte trasera de su cuello, agarro su nuca con los dedos para traerla a mi boca y besarla, sus labios envuelven los míos, siento la suavidad de estos que me embelesan y me doblegan, las yemas de sus fríos dedos tocan mi rostro mientras que la otra mano se entierra en mi cabello. Su lengua acaricia la mía con una sutileza y solo ella puede ser tan feroz, pero tan dulce a la vez.

Se aparta separando nuestros labios lentamente, lame pasando su lengua por estos y da un paso hacia atrás. Mira hacia arriba en donde minutos atrás estaba construido el laboratorio que ahora se encuentra en llamas, llamas que se van disminuyendo debido a las gotas de la lluvia que contra atacan el fuego.

Veo su rostro formarse una expresión lastimera y tomando una postura afligida y afectada. Sé que tiene que ver con las dos almas de los oficiales que quedaron entre las llamas y no pudieron salir. Estoy seguro que en este momento Abanie y Vincens ya tienen las almas en El Rancho de Azrael, fueron ellos quienes me avisaron sobre la explosión en el laboratorio, ya que esos dos recibieron el sobre con el nombre de ella. Al fin sirvieron para algo.

Más tarde llegan los rescatistas, yo me niego a que me revise un médico por lo que me hacen firmar un consentimiento que no me molesto en plasmar mi firma en el papel. Mientras que Giselle si es revisada por profesionales y me tranquiliza saber que no tiene nada grave más que uno que otros raspones en los codos y rodillas.

Luego nos trasladan a otro lugar, exactamente a la oficina de investigación de delitos de Terranova. A ambos nos llevan a salas separadas, nos dan algo de espacio en espera de que un agente tome nuestras coartadas del momento de los hechos.

Al principio se cree que fue un accidente, pero al Giselle decir toda la verdad en su coartada, rápidamente cambian su pensar y las autoridades consideran lo sucedido como un atentado y la investigación tomó otro rumbo. Al ella decir la verdad, yo estoy obligado a decirla también alterando un poco la verdad, oculto un treinta por ciento de la información y miento en ciertas partes.

—Muchas gracias, Dr. Keynes por su colaboración en el caso. Es una pena que haya tenido que vivir tan atroz escena en su visita a nuestra Isla, una disculpa por ello —habla la agente a cargo del interrogatorio— Le pido lo mismo que a la Dra. Wester; permanecer en Terranova hasta el siguiente interrogatorio, es por protocolo

—¿Cuándo es el siguiente interrogatorio? —pregunto.

—En tres días.

—Es una pena no poder servirle, agente —digo con sarcasmo— La Dra. Wester y yo volveremos a Halton Hills hoy por la noche.

—Yo entiendo, pero también necesito que me entienda usted a mí, Dr. Keynes, yo solo sigo órdenes de arriba, y la orden es que las personas que hayan estado en presencia del atentado tienen prohibido salir de Terranova hasta que se confirme su inocencia.

Aquello que ha dicho me pone de mal humor cambiando mi expresión irónica al instante remplazándola por una frívola y me cruzo de brazos, la mujer lo nota y se pone rígida y nerviosa.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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