Black

CAPÍTULO 23: El Jazz de una noche.

Black
 

"Un día estás a punto de morir y al otro, sostienes una copa de coñac, mientras disfrutas de una melodía de Jazz".

Las horas pasan velozmente y rápido el reloj de aguja marca las siete. El cielo se ha tornado oscuro y la lluvia se ha detenido, pero las nubes no pierden el color grisáceo que avisa que se aproxima una nueva temporada de llovizna.

Veo mi silueta negra reflejada en el espejo, mientras me ajusto la hebilla del pantalón. Salgo del baño con el torso desnudo y me acerco a la cama donde yace sobre el colchón la camisa negra mangas largas de botones.

Miro con desagrado a la mujer que está sentada en la cama y con sus ojos dorados escaneando cada rincón de la habitación.

—Esta cama es tan... cómoda, se pueden hacer muchas cosas —dice Abanie con un tono perverso, mientras frota las manos por todo el colchón mirándome con una sonrisa pícara—, como dormir, eh. A eso me refiero.

Ella mira a Vincens que está a unos pasos de ella y se sonríen con diversión, yo por mi parte mantengo la expresión anterior en mi rostro.

—Ya pueden largarse.

—Mínimo gracias, maldito perro —dice la quejumbrosa—. Por cierto, te extrañe, mi amor, yo sin ti... —forma una expresión lastimera— No puedo vivir.

—Para tu suerte o mala suerte, ya estás muerta, maldita perra.

—Imbécil, pero te adoro.

Abanie es el ser más fastidioso que ha podido existir, es una perra insoportable.

Ella se levanta, camina hasta mí y toma los pliegues de la camisa con atrevimiento, para abotonarla con lentitud. A medida que va subiendo sus manos de botón en botón roza a propósito sus dedos con la piel de mi abdomen, cuando llega a mi pecho intenta tocar la cicatriz del pectoral izquierdo. Antes de que su tacto logre reposar sobre la marca, agarro sus manos de las muñecas y la aparto con brusquedad.

—Ni lo intentes.

Suelta una risilla corta, levanta las palmas enseñándolas en son de paz, y aunque dudo de aquella "paz", continúa abotonando los dos botones que faltan, con movimientos lentos casi perezosos acomoda el cuello de la camisa, pero por la forma en que lo hace sé que tiene alguna intención, y todo lo que pasa por la cabeza de esa demente no es nada bueno.

Esa loca es demasiado perversa y no dudo que lo que se le ocurrió tenga que ver con su perversidad.

Mis reflejos no me fallan cuando Abanie se lanza hacia mí, alcanzo a voltear la cara cuando su boca impacta en la comisura de mis labios. La agarro de los hombros ejerciendo fuerzas en un apretón y la lanzo a la cama con fuerza bruta.

Ríe a carcajadas confirmando que está completamente loca. Apoya los codos en el colchón y se inclina hacia delante, sonríe con coquetería mientras se lleva el dedo índice a la boca. Se pone de pie, camina al lado de Vincens y se engancha a su brazo sin dejar de verme, lo hace por unos segundos manteniendo el contacto visual sosteniendo mi oscura y dominante mirada.

Abanie ha sido el arcángel que más difícil de tratar y aplacar, todo debido a su desobediencia, grosería y perversión; mientras otros bajan la cabeza ante mi presencia, ella, por lo contrario, levanta el mentón y se burla, provocándome el inmenso deseo de lanzarla a lago de fuego o enviarla al paraíso perdido con tal de no verla más.

La veo elevar la comisura de un lado, formando una sonrisa ladina y maliciosa.

—Las pelirrojas son sexys, candentes y perversas, más que las morenas mismas. Ellas mueven sus manos por todas partes desatando el deseo y el fuego de los infierno —con la mano libre pasea su mano por el abdomen de Vincens y va subiendo hasta su pecho sin dejar de mirarme—, y besan, Oh mi Dios, besan tan bien que quisieras morir en su fascinantes y deliciosos labios que conducen al más placentero de nuestros pecados, son como un fruto prohibido que estás dispuesto a consumir. —toma el cuello del rubio hace que voltee su cabeza y se besan tan asquerosamente frente a mis ojos.

—Muy bonito relato, ahora lárgate.
 

Los obligo a largarse antes de que acaben con el escaso animo que tengo sobre esta noche.

Remango las mangas de la camisa y me coloco un reloj en la muñeca para adornar, me peino el pelo hacia atrás, pero me arrepiento y mejor lo dejo normal partido a la mitad cayendo sobre mis hombres.

Dan las 19:30 y salgo de la habitación a la recepción, espero en la entrada con impaciencia viendo el reloj constantemente, mientras el pasar de la aguja va un ritmo veloz, el tictac que emite me desespera y termino quitándome el maldito reloj y lanzándolo a metros de mí donde no pueda escuchar ni ver aquel accesorio tan desesperante.

Espero un rato más, pero se vuelve monotonía y estoy a punto de marcharme en varias ocasiones, cuando por fin escucho pasos procedentes del interior del hotel, son unos tacones que resuenan sobre la baldosa, acompañado de un leve aroma a jazmín.

Escucho una voz aguda pronunciar mi nombre falso y giro la cabeza hacia el interior en busca de la figura perteneciente de la voz. Me quedo absorto dedicando mi atención únicamente a la mujer que se aproxima, me mira y en sus rostros se dibuja una sonrisa espontánea.

Ella luce un vestido negro satinado, ajustado al cuerpo, este se adhiere de forma perfecta marcando su cintura pequeña y resaltando las caderas, es largo hasta las rodillas, el diseño del vestido en la parte del pecho es en V resaltando el contorno de los pechos, y las tiras anchas del vestido caen delicadamente a los lados. Lleva puesto unos guantes negros de la misma tela del vestido, estos son largos hasta los codos cubriendo las heridas, en sus pies unos tacones no tan altos y del mismo color, la vestimenta es acompañada por una cartera y joyas plateadas.

La cabellera anaranjada la ha recogido formando un peinado sencillo, tiene un maquillaje suave casi natural y un Gloss en los labios.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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