Black

CAPÍTULO 29: Suiza.

Giselle 

 

Han pasado algunos días. Los Keynes han estado ausentes en el laboratorio, principalmente Elián que poco se ha visto, aún así, han estado al pendiente de la investigación comunicándose todo el tiempo con Richard o pocas veces conmigo.

La réplica del opioide ha avanzado, ha sido lento, difícil y complicado, pero no es como que hayamos hecho todo en vano pues hemos tenido resultados. Lo que no ha avanzado es la descomposición de los cuerpos que se mantienen intactos, y el único cuerpo marcado con el P-Tll que dejamos en el laboratorio ha presentado una reacción muy extraña últimamente, expulsa un líquido transparente y viscoso por la boca y por recto. La primera vez llegó a asustarme pensando que en algún momento el cadáver se levantaría e iba a perseguirme por todo Baldorpharma como si de una película de miedo de tratar. Aquel cuerpo le fue asignado a Alexis para hacerle más estudios.

Danae me ha comentado que después de la víspera de año nuevo irá a visitar a su madre y hermana a Neepawa y se quedará con ellas un par de semanas. Ha invitado a Alex, pero él ha declinado la invitación porque está bastante concentrado en la investigación de la cura del VIH en la que trabajamos en el laboratorio subterráneo, le he dicho que no debe preocuparse, pero insiste en quedarse. Creo que es más porque le asusta conocer a la familia de Danae, piensa que de ese modo formalizarán la rara relación que mantienen y que, por cierto, se han reconciliado y están en buenos términos.

Estos dos días he estado trabajando exhaustivamente y llevo trabajando por más de treinta y seis horas, mi cuerpo ha empezado a hacerme saber el agotamiento muscular y el sueño.

Me siento en la computadora e introduzco la memoria USB para bajar y archivar la información en una carpeta oculta. Escucho un bullicio proveniente del exterior del laboratorio y luego de repente todo se silencia, a los pocos segundos entra Vanya Keynes, se coloca el overol y los implementos quirúrgicos para empezar a trabajar con enojo.

—Wester, mi hermano ha llegado y te necesita en la sala de juntas —me informa la menor de los Keynes.

Ok, gracias.

Espero a que la información termine de exportarse a la memoria, mientras reviso mi celular, incluso el brillo de la pantalla hace que me ardan los ojos y quieran cerrarse. Tengo dos mensajes.

«Cielo mío, dónde está el queso, Alex va a hacer macarrones para el almuerzo» Dani.

«Dra. Wester, la requiero en la sala de juntas ya mismo» Elián Keynes.

Apago de nuevo la pantalla y froto mis ojos con los nudillos en busca de apartar el sueño. Me quito el overol, despego el USB del computador cuando la carga llega al 100% y lo guardo en el bolsillo del uniforme. Salgo del laboratorio para dirigirme a la sala de juntas, toco dos veces la puerta y desde el interior se escucha un «pase».

Entro en la sala, mi ser se emociona y mi cuerpo se estremece cuando lo veo de pie del otro lado de la mesa revisando algunas carpetas que yacen sobre el escritorio. Lleva puesto ropa negra y cabello recogido solo que, a diferencia de otras veces, esta vez sobre las prendas lleva puesto una bata blanca que lo hace mirar tan profesional y atractivo, a la vez misterioso mientras lee un informe y mantiene su expresión seria. Se ve tan jodidamente bien.

—Hola —saludo sonando lo más normal posible.

—Ven aquí —me pide sin voltear a mirarme y sostiene una carpeta azul en sus manos.

Camino hasta su costado y el olor varonil rápidamente invade el olfato poniéndome a tragar grueso con el despertar de ciertas partes de mi cuerpo y el deseo incontrolable.

—En los informes escritos por usted expone que los cuerpos no se descomponen —dice sin apartar la vista de las hojas—, ¿Qué explicación le merece?

Siempre es tan preguntón que a veces me siento devuelta a la universidad cuando me tocaba exponer lo que había hecho en mis trabajos escritos.

—Como dije en el informe, aunque los cuerpos no están en un congelador aun así están recibiendo el clima frío de la ciudad lo que puede ser parte del motivo por el que el cuerpo se mantiene en conservación.

—¿Y qué propone? —pregunta dejando la carpeta sobre el escritorio dirigiendo su atención a mí.

Sus ojos sobre los míos me ponen algo inquieta y nerviosa, pues en este momento no hablo con el Elián que beso o con el que bailo en mi habitación mientras recita relatos de romance trágico, sino con el Dr. Keynes McLean a cargo de la investigación de la cual hago parte.

—Bueno lo que voy a decir causa controversia incluso entre científicos, pero me parece una buena opción. Podríamos hacer una improvisación de un laboratorio de tafonomía, haríamos uso de un terreno con poco más de una hectárea, colocar los cuerpos directamente a la intemperie y estudiar su organismo, necesariamente en una zona con una temperatura cálida para acelerar su descomposición.

—Me gusta la idea, pero no tenemos tiempo ni presupuesto para estarse desplazando a una zona campestre con los cadáveres y luego de hacer estudios, volver a Baldorpharma.

—Entonces, en agua, según estudios y algunos forenses dicen que la putrefacción de un cadáver se produce más rápido en agua, aunque en medios líquidos las fases de inicio suelen ser más lentas, luego evolucionan más rápido.

—Esa no es opción, pues no los puedo colocar a nadar como peces cuando los necesito totalmente secos —dice pasando las hojas de otra carpeta, para luego cerrarla y dejarla sobre la mesa—. El avance de la investigación ha sido escaso y lento. No me están sirviendo —alega.

—Este caso ha sido muy complejo —defiendo.

—Pero no imposible —dice caminando hacia su silla.

—Solo para los inútiles —digo con sarcasmo, arremedándolo.

—En efecto —contestó—. Ve a tu casa y descansa. A las siete tenemos que estar en el aeropuerto para abordar el avión a Basilea, así que estaré en tu casa a las seis, sé puntual, detesto la impuntualidad.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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