Black
Las gotas de agua caen del cielo, impactan en el cristal y resbalan por el vidrio, mientras que en la casa resuena una suave melodía de una canción melancólica de la cual predomina el piano y lo acompañan unas voces femeninas.
Del otro lado del cristal se encuentra ella bajo un pequeño techo del patio, está de cuclillas acariciando al animal de cuatro patas que está empapado, el perro agita la cola cuando ella pasa sus manos por su pelaje negro. No tengo idea de dónde ha salido aquel animal horroroso y tampoco me preocupo por saberlo.
Ella se levanta y camina con el perro hacia la puerta de la casa.
—Es linda y tan... buena —dice Abanie apareciendo de repente a mi costado fastidiando con su no existencia.
—Lárgate —dije sin quitar los ojos de la mujer de cabello cobrizo.
—Siempre tan hostil conmigo, perro desgraciado. Por cierto, bonita casa, no pensé que Vanya tuviera tan buen gusto —dice detallando cada rincón de la casa para volver a joderme—. Te imaginas si la hubieras llevado a la pocilga que tenía Elián, ese hombre enserio era un tacaño y un nerd adicto al trabajo que no sabía ni un poco sobre la elegancia y el buen gusto, teniendo en cuenta que sus tarjetas estaban repletas de dinero que en años había tocado.
La ignoro por completo cuando Giselle entra en casa con el labrador a la vez que susurra parte de la letra de la canción que toma el lugar. No ve a Abanie ya que tiene el broche en su pecho que no le permite ser visible para los mortales.
—¿Se puede quedar aquí adentro? Afuera hace demasiado frío y está lloviendo —su tono de voz es tan suave y dulce que me remueve no sé qué mierdas internamente. La sala empieza a oler a perro mojado y este se sacude para acto seguido revolcarse en el piso.
—Oh, sí, dile que sí, hace demasiado frío, no vas a ser tan animal de dejar el chandoso afuera ¿o quizás sí? —cuestiona la desgraciada en busca de molestar.
Únicamente hago un leve movimiento con la cabeza en señal de afirmación, agradece y me sonríe con dulzura, a la vez que sigue tarareando la canción. Pongo un poco de atención a la letra, es inevitable no inquietarme, pues temo a que aquellas emociones que abarcan la letra se vean reflejados en su corazón y yo ser el causante de ello. Ella podría destrozar mi alma, pero yo no la de ella.
—Es Fallin de Alicia Keys, me gusta la música de ella y me tomé el atrevimiento de encender el estéreo, perdón si te desperté no pensé que estuviera tan fuerte la música.
—Anda, dile que no descansamos ni un poco, algo injusto, pero es porque nunca nos agotamos, cosa que puede ser beneficioso para ti y para mí, pero no, tú prefieres la humana que se cansa con el mínimo esfuerzo físico —vuelve a hablar Abanie, diciendo babosadas que me colman la paciencia.
—Estaba haciendo algunas cosas —dije carraspeando la garganta y pellizcando la nariz.
—Me han gustado —comenta—, los pendientes y el collar, son lágrimas, son muy bonitos, gracias.
—¡Oh, no me digas! —expresa la fastidiosa con gran sorpresa—, se las has dado a ella —sueltan un bufido que sale como una risa—. Si la Norna supiera la magnitud de lo que colgara en su cuello está noche se moriría. ¿Se lo dirás, sabrá el poder que tiene el collar?
—No es nada —le digo a la Norna, ignorando la pregunta de Abanie.
—Te noto algo tenso, te sientes incómodo.
—No.
—Ya... ¿Te parece si salimos a comprar algo de comer? Me ofrecería a cocinar, pero la cocina no es mi fuerte.
—Joder, no me digas que has olvidado que la humana se alimenta —dice otra vez la perra con evidente burla—. Eres pésimo pretendiente, te salva que seas tan rico y delicioso.
Apreté la mandíbula para abstenerme de emitir cualquier reacción hacia esa perra fastidiosa. Es tan castrosa y desesperante que estoy pensando seriamente en enviarla al paraíso perdido para que sea castigada por los círculos. La odio tanto.
—No te preocupes, Giselle, ya he mandado a traer comida para ti.
—Aoww, que atento —La odio, en serio la odio.
Ella asiente y calla sin decir más. La observo con disimulo mientras ella tiene la mirada en el suelo viendo el perro, mis ojos vuelven a quedar en ese mismo punto, su abdomen plano semidescubierto y es inevitable no volver a avivar aquel pensamiento que tuve anteriormente.
—Como que sobró... —dice Abanie haciendo muecas.
—Apenas te das cuentas, sobras en todos los aspectos posibles, loca —murmuró para que solo pueda escucharlo Abanie.
—Imbécil, te amo y adiós, adiós, adiós mundo cruel, adiós —camina por la sala agitando las palmas hasta que por fin desaparece.
Minutos más tarde llega la comida, ella se ofrece a servir los platos colocando uno para mí, le digo que no me apetece, pero insiste en no querer comer sola y terminé por aceptar y sentarme en el comedor. Mientras ella come y habla al mismo tiempo yo la estoy observando y me sumerjo en ciertos acontecimientos que siempre quiero evitar, pero que avivan constantemente en mi cabeza.
—¿Entonces qué dices? —pregunta y no tengo idea de que ha dicho recientemente.
—¿Qué?
—Que para víspera de nochebuena por qué no visitar a tus padres si estás en el mismo país, cerca de ellos. Te decía que yo podría irme al aeropuerto y volver a Canadá sola, mientras que tú vas a Ginebra a visitar a tus padres —dice con una sonrisa preciosa.
—No iré a verles.
—¿Por qué no? —pregunta extrañada frunciendo las cejas con confusión.
—No me apetece —digo sin más.
—Ok, entiendo —dice con un hilo de voz, volviendo la mirada a su plato.
No vuelve a mencionar palabra y la veo pensativa los últimos minutos. Tras terminar la comida se marcha a su habitación encerrándose en ella durante las siguientes horas, tiempo que me permite ir al Rancho de Azrael a cumplir con mi labor como paraca, Lord y superior. Las cosas aquí se están complicando y ausentarme no ha sido lo más conveniente, están ocurriendo muchas cosas sin explicación lo que ha sido una gran desventaja.