Black

CAPÍTULO 37: El telón de las mentiras y verdades.

Giselle

Cuando el telón cae marca un antes y un después de cualquier situación, positivo, negativo, no lo sabemos, o bueno, sí sabemos y sabemos que es dependiendo del dilema que estemos enfrentando. Para bien, para mal, para abrir los ojos o para ser expuestos.

El sereno de la noche hizo que me encogiera, me puse el pijama, la mano de Elián subió la tira de la blusita para luego posar esa misma mano en mi espalda, la frotó y la dejó sobre mi trasero.

Él miraba hacia un lugar entre los árboles, tenía el ceño fruncido y por un momento temí que alguien nos hubiera visto. Sería demasiado vergonzoso que alguien haya presenciado lo que pasó hace unos minutos. Pero estaba segura de que no era eso, su expresión era más preocupante. Me quedé observando el mismo punto, pero no veía nada, era como si él estuviera viendo algo que un mortal como yo no podría ver.

—¿Pasa algo? —me atreví a preguntar.

Se mantuvo en silencio por un momento, fue extraño, estaba actuando muy raro.

—Nada —respondió, elevó un poco la comisura para transmitir seguridad. Volvió a frotar su mano en mi trasero, me dio una muy leve nalgada y se inclinó para darme un beso en el hombro desnudo—. ¿Vamos?

Asentí. Comenzamos a caminar de vuelta a la casa campestre, pero la manera en que me sacó de ese lugar fue desesperante, con urgencia como si algo malo estuviera a punto de pasar.

***

 

Pasaron tres semanas.

Las cosas se tornaban cada vez más extrañas.

No solo los cuerpos que, aunque estuvieron expuestos al clima caluroso, la hierba, los animales de tierra y los carroñero, no obtuvieron ningún cambio, su descomposición no avanzó ni un mínimo durante las cuatro semanas, incluso se llegó a creer que habían avanzado más durante el tiempo que estuvo en Canadá bajo el clima frío de la ciudad que aquí en Florida. Esto solo agrandaba más el signo de interrogación en la frente, pero estamos seguros que se trata de un efecto más del opioide, así que el Dr. Keynes decidió volver a Halton Hills lo más pronto y trabajar desde los laboratorios de Baldorpharma, tanto en los cuerpos como en el opioide.

Elián era otro asunto que volvía un globo mi cabeza. Una que otras noches dormía en su habitación cuando enviaba mensajes para que fuera y yo trataba de escabullirme en las noches para que los demás no se dieran cuenta, a él en realidad parecía no importarle. Incluso creo que algunos se habían dado cuenta de eso y de las salidas de madrugada en las que íbamos al lago o simplemente caminamos por el campo de dientes de león.

Eso no era lo extraño, lo extraño era él. El cambio que había presentado durante estas semanas que era fuera de lo cotidiano y lo normal de un humano.

Temía a la verdad, le temo a la verdad. Un acto cobarde de mi persona.

El otro día que estábamos hablando y de repente empezó a gritar de la nada, despotricaba un montón de palabras que no lograba entender, no sé si hablaba en su idioma, pero estaba demasiado enfadado y no sabía por qué razón.

Se ausentaba por horas, no sabía dónde estaba, nadie sabía dónde estaba. En varias ocasiones lo busqué y supe que me mentía. Había buscado en su habitación, en el baño, en la ducha, pero no lo había encontrado. Cuando bajé al primer piso, unos minutos después apareció.

—¿Dónde estabas?

—En la habitación, estaba… cambiándome de ropa.

Emití un sonido con la boca, un ah, asentí y le sonreí. Me mentía. Pensé: debe tener a alguien más y estaba con ella. Así que para la próxima vez que se ausentó, me percaté de cada uno, pero todos estaban, volví a buscarlo y por segunda vez me mintió, una tercera vez, una cuarta. Intenté no cuestionarlo, aunque quería. Empecé a olvidar las cosas, sentía que había espacios en mi cabeza como si estuvieran robando mis recuerdos, hay algunas cosas que he olvidado y otras que confundo y no sé cuándo son recuerdo o sueños. Me daban ganas de llorar de repente, repudio cosas que antes no repudiaba.

Solo recordaba algo con claridad: los ojos amarillos, dorados, brillantes como oro.

Había dejado de recibir mensajes por parte de las enfermeras y doctoras que trabajaban en el laboratorio subterráneo. Las llamé repetidas veces, pero sus teléfonos me mandaba a buzón. Pronto empecé a preocuparme y el desespero tomó mi tranquilidad, quitándome cualquier momento de paz.

El viernes en la mañana estaba en la habitación que compartía con Emily, aun dentro de la cama y pegada a las cobijas de pies al cuello. Hoy sería el día que dejaríamos todo listo para abandonar Hillsborough el lunes por la mañana.

Hoy no hallaba las energías necesarias para levantarme de esta cama. Solo lograba estar acostada con el celular entre mis manos, frente a mis ojos, tecleando mensajes por todos los chats; Danae, la Dra. Kellsen, las enfermeras Mónica, Lucia y Bárbara, pero de ninguna obtenía respuesta alguna. Parecía que se hubieran puesto de acuerdo para ignorar a mis llamados.

La puerta de la habitación se abrió, bajé el celular, era Emily envuelta en una toalla y el cabello goteando agua, estaba quejándose porque Alexis la sacó del baño y no sé qué más cosas, dejé de poner atención con la llegada de un mensaje.

Obligué a mi cuerpo a reaccionar, me levanté, me duché y me vestí para bajar al comedor, tomar el desayuno y luego salir al laboratorio de tafonomía. Los coches fúnebres llegaron en la tarde para trasladar los cadáveres a donde estaba el helicóptero que los llevaría de vuelta a Baldorpharma y los recibiría el equipo que quedó en Halton Hills.

El día viernes acabó tan pronto y todos armaron planes de salida a Tampa. No tenía ánimos de salir, me sentía tan jodidamente agotada que solo quería estar todo el tiempo en la cama.

El sábado me levanté casi al medio día, no había nadie en casa y Elián me llevó a comer a un restaurante de comida china. No pude quedar más encantada con una especie de pan relleno de no sé qué, pero estaba delicioso.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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