Black

CAPÍTULO 43: Hola y Adiós, Amor. Parte 1

Alexis

2 de Julio 2002

Cuando mis padres me dijeron que para las vacaciones de 2002 tenía que ir a hacerle compañía a los abuelos, me puse un poco rebelde. No era una gran noticia para un niño de diez años que iría a casa de dos ancianos aburridos. No compartía mucho con ellos y no es que no los quisiera, pero lo poco que había compartido con ellos no me agradaba, el abuelo tenía un olor particular a viejo y a la abuela le gustaba darme muchos besos dejando un poco de saliva en mi mejilla.

Así que a regañadientes mi madre me envió con sus padres recién comenzaron las vacaciones.

Mi perspectiva cambió cuando vi que por donde vivía la abuela había muchos niños de mi edad que me invitaron a jugar con ellos basquetbol siendo este mi deporte de preferencia. Pero lo que me hizo amar más el lugar fue la niña que vivía al frente de la casa de los abuelos. En aquella casa con el jardín más descuidado en donde cada rato se escuchaban gritos, portazos, lloriqueos y escándalos, la abuela decía que era una casa de locos.

La niña era un año mayor que yo, pero la edad no fue impedimento para formar una gran amistad. Aún recuerdo perfectamente nuestra primera interacción.

Regresaba de la iglesia a la que me habían llevado mis abuelos en la mañana, había adelantado el paso llegando primero que ellos, eran lentos y me daba un poco impaciencia cuando arrimaban a cada casa a saludar las familias del vecindario.

Ella estaba parada en el jardín delantero de la casa de los abuelos, apareciendo de la nada cuando estaba por subir las escalerillas del porche, sus ojos cafés me observaron, me escanearon de pies a cabeza y una sonrisa grande se formó.

—Hola —me saludó moviendo su palma de su mano. Su cabellera negra rizada caía a los lados de sus hombros casi cubriendo sus brazos—. ¿Cómo te llamas?

—Alex.

—Yo me llamó Danae Marie Stevens.

—Bonito.

—Lo sé. —sonrió— ¿Quieres venir a mi fiesta de cumpleaños? Yo creo que sí, no es como que tengas algo mejor qué hacer —su actitud se me hizo graciosa.

—Para tú información, sí tengo algo mejor que hacer.

—¿Qué? Ver el noticiero con dos ancianos o ver películas de perritos que al final se mueren y ellos lloran, pero en realidad no es nada conmovedor —se cruzó de brazos ofendida.

—A mí sí se me hace conmovedor.

Bufa y niega con la cabeza.

Cobarde.

No le di importancia a aquella palabrita de siete letras, jamás pensé que luego esta sería la palabrita preferida de la refunfuñona pelinegra para referirse a mí.

—Pero sí iré a tu fiesta, Diana —pronunció mal su nombre a propósito.

—¡Danae! —corrigió de inmediato queriendo sacarme los ojos por la pequeña equivocación.

 

***

1 de noviembre, 2007.

01:36 AM

Cojeaba por la acera de los andenes de las casas mientras me dirigía de vuelta a la casa de mis abuelos. Por eso me pasan estas cosas por no hacerles caso y decir mentiras.

Era Halloween por lo que Danae se quiso disfrazar de la bruja Lilit y yo... me había puesto una sábana intentando parecer un fantasma sin pensar que llevar mi pelo como brócoli solo haría ver como un fantasma deforme.

Mis abuelos pensaban que iría a pedir dulces con la prima de Danae, pero la verdad era que iríamos a una fiesta que habían hecho unos amigos de Danae. El caso es que mis abuelos me habían dado permiso para llegar a las 10 PM. Eran más de la una de la madrugada y me había torcido el tobillo en la fiesta de la forma más estúpida que puede haber.

En un momento yo me siento a descansar en la acera, Danae se acerca a una casa y me mira como un diablillo a punto de cometer un crimen.

—Espero que estés listo para correr.

—Dani, no —advierto—, ya no somos niños, no seas infantil, me duele mucho el...

Presiona el timbre, la situación me obliga a ignorar el dolor de mi pie y corro detrás de esa bruja. El dolor empieza a hacerse sentir, salto en un pie mirando el piso para no tropezar y doblarme el otro, pero termino chocando con un poste y cayendo de culo al pavimento. Siento un ardor, algo cálido recorrer la longitud de la punta de mi nariz hasta las cejas, posteriormente un olor metálico.

—¡Mierda! —exclamé de dolor.

—¡Alex! —se acercó a mí preocupada quitándome la sábana de encima— ¿Estás bien?

Dice conteniendo la carcajada porque sé que es malvada.

—Escucho borroso, Dani, me desangro, me muero. —dramatizo fingiendo una respiración agitada— Por favor diles a mis abuelos que los amo.

—No hago envíos de mensajería gratis. Dios, me ganas en el drama.

Finjo morir dejando mi cuerpo inerte, sacando la lengua y dejando mis ojos abiertos sin parpadear. Danae se inclina y me mira con una cara de: Enserio. Patea levemente mi costado.

—Párate, cobarde.

Me siento y extiendo mis manos.

—Me ayudas.

—Claro que no, mocoso. —se va.

Después de unos minutos, ella me ayuda a caminar. Mi mano pasa por su nuca y descansa en su hombro, me apoyé en ella para lograr caminar más rápido si no queremos llegar en la mañana.

—Pero no te acuestes tanto, imbécil, tampoco soy perchero. Pero en qué momento creciste tanto, pesas como la mierda, maldito orangután. —se queja cuando en algunas veces coloco todo mi peso sobre ella a propósito.

Llegamos a casa de mis abuelos y me dejó en el primer escalón del porche. Me sostengo por mis propios medios y se aparta un poco.

—Gracias por ser una mala influencia y hacerme romper las reglas —digo.

—De nada niñito, siempre es un placer corromperte.

—Sabes que puedes hacerlo de otras formas.

—No empieces, Alexis.

Reí.

—Ok.

Se acerca a mí, se pone de punta y me da un beso en la mejilla. Me encanta que ella tenga que empinarse para alcanzarme, me encanta lo pequeña y lo hermosa que es. Danae siempre se burla de mi edad y yo de su baja estatura.



#9817 en Fantasía
#22735 en Novela romántica

En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.