Giselle
3 de Abril.
Neepawa, Canadá.
Danae como última petición le había confesado a Alex que quería ser sepultada en su pueblo natal ya que quería pasar su reposo en su lugar de nacimiento y en el lugar que la vio crecer, caer, levantarse, desmoronarse y volver a levantarse.
Consideró que no tuvo una mala vida, tuvo sus tiempos oscuros como toda persona, pero que tuvo muchas cosas buenas que valieron la pena en su corto recorrido. Porque aquí dejaría todo lo malo que pasó y se llevaría todos los momentos memorables, se llevaría los recuerdos de amor con Alex, los recuerdos de nuestra corta, pero real amistad, los mini segundos en donde fue madre y sostuvo a su bebé en su pecho. Todo eso que ella consideró bueno se los llevaría y lo conservaría en lo más profundo de su alma en donde jamás podría olvidarlos.
Caminábamos sobre la hierba y en medio de las lapidas hasta llegar al lugar de sepultura, Alex con otras personas llevaban aquella caja de madera en donde reposaba su cuerpo, el ataúd por poco no entra y chocó con los costados, pueda que se deba a que las personas que cavaron el hueco no midieron bien, pero Verónica decía que cuando eso ocurría era porque esa persona realmente no quería marcharse de este mundo. Danae no quería marcharse, ella merecía más, merecía una larga y feliz vida. Pero la muerte se empeña en llevarse almas preciosas y con tanta vida.
Él se empeña en arrebatarme todo en mi vida, pero no podía culparlo, él también estaba condenado a esta mierda.
Las letras en negrilla resaltan en la lápida:
Danae Marie Stevens
1991 – 2020
Solo tenía 29 años.
Poco a poco las personas fueron abandonando el cementerio y solo quedamos, Alex que no se levantaba, Emily y Richard que decidieron acompañarnos y venían desde Halton Hills con nosotros y estaban por ahí rondando, y yo. La madre de Danae se había marchado hace unos minutos.
El cielo se estaba tiñendo de un grisáceo, me acerqué a Alex conservando una distancia.
—Alex —no respondió—, Alex —volví a intentar.
Estaba destrozado y soy consciente de su dolor.
—Hay que irnos ya, va a cerrar el cementerio.
Él se puso de pie y sonó su nariz, me acerqué con cautela colocando mi mano en su espalda y moviéndola de arriba abajo. Él me miró con unos ojos lastimeros, cristalinos y ojeroso. Yo hice una línea compartiendo la misma expresión.
Me abrazó y soltó un llanto.
—La voy a extrañar mucho —dijo.
—Lo sé. Yo también.
—Duele mucho, me duele mucho.
Aquel nudo volvió a formarse y las lágrimas volvieron a resbalar por mis mejillas mojando su hombro, no sé a cuantas personas que me había ofrecido su hombro los había llenado mis mocos y lágrimas, pero no había podido parar.
Danae había sido como una hermana para mí, los momentos con ella se presentaban en rápidas imágenes con sonidos que inundaban mi cabeza haciéndome llorar más con su recuerdo.
El cáncer había llegado de forma tan súbita y se la llevó de la misma forma.
El cáncer no solo le arrebató los sueños a la persona que se llevó.
Esa misma noche volvimos a coger vuelo de vuelta a Halton Hills y en la mañana ya estábamos de vuelta. Le propuse a Alex que se quedará en mi casa, pero él insistió en que prefería quedarse solo en el departamento que compartiría con Danae en los planes de irse a vivir juntos, respeté su espacio y decidí no insistir más.
***
Las primeras semanas se sentía un vacío enorme, no sabía si era en casa o en mi alma. Posiblemente en ambas.
Alex en los primeros días ha decidido enfrentar su pena solo en las cuatro paredes de su departamento, traté de no entrometerme y evadir su espacio por lo que me mantuve distante de sus decisiones, pero sin dejar de estar pendiente de él.
Luego de una semana volvió a casa y trajo de nuevo sus cosas para habitar la antigua habitación de Danae, pero nunca lograba conciliar el sueño debido a los recuerdos recientes que conservaban simples lugares. Él iba todas las noches a mi habitación y lloraba hasta quedarse dormido. Siempre decía lo mismo, contaba cómo la conoció y hasta cómo le propuso matrimonio.
—Me encanta hablar de ella, siento que si la menciono la mantendré aquí conmigo, viva en mis recuerdos... El cáncer no solo le arrebató su vida, también arrebató la mía, ella era mi vida.
Fue lo que dijo la noche anterior antes de quedarse dormido. Fue inevitable no llorar.
Pronto se fueron las primeras semanas de abril. Traté de pedirle una prórroga a Black, pues solo quedaban unos pocos días para culminar el tiempo estipulado, pero con todo lo que había pasado no había podido trabajar en absoluto. El con una actitud extraña acepto darme quince días más, al principió dudé, pero luego no me quedó más de otra que creer en su palabra
Ya había perdido a muchas personas y no estaba dispuesta a perder una más.
Para agilizar me tocó llamar a la tía K para que viniera a auxiliar; la necesitaba, era inteligente y era una especialista en el tema. Prometió venir la siguiente semana ya que tenía que atender algunas cosas que tenía pendientes. No me quedó de otra que aceptar la espera mientras trabajaba junto con Alex que, al igual que yo, le pareció la mejor manera de bloquear el dolor.
Había empezado a ir a terapia, le mentí a Danae y ella se fue creyendo que realmente había ido. En la primera sección me quedé en silencio sin ser capaz de contarle nada, a la siguiente pude contar algunas cosas que pasaron a lo largo de mi vida, pero no he podido contarle lo de esa noche, ya es suficiente que mi mente la reviva una y otra vez durante las horas de sueño.