Narrador omnisciente
6 años después.
La muerte, la dulce y amarga muerte, puede llegar a ser obsesiva y misteriosa, es tan aterradora que siembra miedo en los mortales, pero si estos mismo son masoquistas y contemplan la idea de qué pasaría si supieran cuándo y cómo van a morir. Y si te dijera que, si la hay, que hay una sombra que te dirá cuál es el momento de tu muerte, aun así, se atreverían a preguntarlo, aun así, quisieran saberlo.
La mujer embarazada débilmente respira mientras se sienta en uno de los sillones del salón, su frente goterea sudor y sus manos tiemblan con pavor, minutos antes ha desfallecido en el piso alarmando a sus allegados que preocupados la trasladan a los sillones para intentar estabilizarla.
Una pequeña niña observa desde su sitió todo lo que transcurre en aquel momento con mucha concentración, ve como los adultos caminan de allá para acá con una cosa y otra para ayudar a la mujer embarazada.
La pequeña camina a pasos lentos en dirección donde se encuentra la mujer hasta ponerse enfrente de ella y la mira fijamente a los ojos, en el rostro de la pequeña no hay expresión alguna y lentamente extiende sus manos hasta colocarla en el abdomen de la embarazada, la pequeña cierra los ojos y cuando vuelve abrirlos para fijarlos de nuevo en los ojos cafés de la mujer.
—He visto como el alma del bebé abandona su cuerpo.
La mujer se queda pasmada y palidece por unos segundos, cambia de un momento a otro hasta ponerse roja presa del enojo, el desprecio y el desagrado que causaron las palabras de la menor.
—Aléjate niña bruja, ¡lárgate! ¡largo! ¡vete! —grita exasperada la mujer, haciendo bruscos movimientos.
—No te preocupes, no se irá solo, tú morirás con él.
Lo dice con tanta frialdad y seguridad en los ojos que logra espantar y asustar a los presentes.
—Victoria.
La niña gira su cuerpo hacia la persona que recién ha mencionado su nombre, ladea la cabeza tiernamente y emite una sonrisa dulce corriendo a sus brazos de su madre.
—Sabes que no puedes decir ese tipo de cosas —le dice la mujer, mientras acomoda el vestido de la pequeña.
—Lo siento, mami.
—Es un don muy especial que te dio papá que está en el cielo, pero la gente no lo comprenderá jamás y puede que te hagan daño. Me prometes que no volverás a decir nada sobre muertes.
Victoria asiente con la cabeza.
—Lo prometo.
—Giselle... —una señora llama la atención de la madre que aun sostiene la niña en sus brazos.
La mujer de edad es acompañada por un señor.
—Sr. Keynes, Sra. McLean —saluda Giselle a los abuelos de su hija— Que pena con ustedes venir antes, no sé si les moleste que me lleve a Victoria antes.
—¿Ocurre algo? —pregunta el señor preocupado.
—¡No! —aclara de inmediato— Bueno, con mi esposo nos volveremos a vivir a Canadá, el vendió la red de hospitales en Ámsterdam para mudarnos por completo.
—¿Volverán a América? —pregunta la abuela de la niña.
—Sí, pero las visitas de la niña serán lo mismo, en vacaciones y navidades, son sus abuelos y tengo claro que ella tiene que pasar tiempo con ustedes también.
—Entiendo, que te vaya muy bien querida —la abraza dejando dos besos en cada lado de la mejilla de Giselle—. Recuerda que pronto será mayo y se hará una conmemoración a la memoria de Elián, Alexandra y Canon—se le quiebra la voz— ya van a hacer 7 años de lo que pasó en Baldorpharma.
—Intentaré estar aquí.
—Al menos Elián nos dejó a esta hermosa princesa.
Giselle sonríe incomoda y traga grueso con la punzada que la invade.
BLACK
Urd, Verdandi, Skuld
Nota de autor: Pronto nos leemos en el Epílogo, ya lo estoy escribiendo super rapido para traerlo lo más lo más pronto posible posible.