Black Rose

Capítulo único

Black Rose
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Todas las familias tenían muertos.

Ángel no era una familia por sí mismo, pero tenía muertos.

La familia de Gustavo, ese chico que se había vuelto el apoyo de Ángel durante el último año, también tenía muertos, por supuesto y precisamente por eso era que se lo llevaban de tour por todos los cementerios donde tenía ancestros enterrados, desde el primero hasta el tres de noviembre.

Pero ese no era el punto. El punto era que Ángel también tenía muertos. Particularmente uno, el que le importaba.

Ernesto se había ido hacía dos años y alguito. Era su segundo día de muertos, apenas. En el primero, Ángel no había podido ir. Simplemente no pudo salir de su casa, ni ese día, ni los cinco meses siguientes. Pero ese año, las cosas serían diferentes.

Estuvo haciendo los preparativos desde el mes de mayo. No era que hubiera mucho que preparar, pero quería conseguir algo que sabía, le costaría un ojo de la cara: una rosa negra auténtica.

De alguna forma se las arregló para conseguir aquella rosa, mediante unos amigos. Se la habían entregado en una maseta, así que tuvo que aprender a cuidarla hasta el dos de noviembre, cuando se embarcó en su aventura hacia la tumba de Ernesto.

Salió de su casa por la tarde y se encaminó a la ciudad donde estaba enterrado su amigo. Vestía de luto riguroso. Claro que él siempre vestía de negro, pero esta vez ni siquiera su camiseta tenía algún estampado.

Llegó a Ahuachapán cerca del atardecer. Pidió un mototaxi y fue hasta el cementerio municipal. Entró poco antes de que cerraran. Buscó la tumba de Ernesto, que era un pequeño mausoleo familiar. Nada muy llamativo, ni costoso; apenas cuatro paredes y una puerta de vidrio esmerilado, que no dejaba ver hacia adentro, donde se encontraban las lápidas.

Abrió la puerta con la llave que le dio Cristina, la tía de su amigo, y cerró tras de sí. El espacio era muy reducido, pero había suficiente para estar de pie y sentarse.

Se quedó dentro del mausoleo y colocó la flor frente a la lápida de Ernesto, antes de besarla, con permiso de los ancestros de su muertito, por supuesto.

Sacó de su mochila una botella de aguardiente barata y se sentó en el suelo para beber. Miró la lápida de Ernesto y volvió a besarla, antes de disculparse con el resto de lápidas, en voz bajita.

Mientras el calor del licor subía, también lo hacía el volumen de su voz y el tono de las confesiones hacia Ernesto. Le decía lo mucho que lo amaba, desde hacía tanto tiempo, y que incluso habría deseado morir con él; que de hecho, había intentado suicidarse varias veces, hasta que Gustavo lo convenció de buscar ayuda profesional para su depresión.

Y hablando de Gustavo, también le dijo que él le andaba hablando desde hacía ya algunos años, que nunca le había hecho caso porque su corazón ya le pertenecía al mismo Ernesto y que no podía serle infiel a ese sentimiento.

Habló con Ernesto durante algunas horas, intercalando sus palabras con besos sobre su lápida, sorbos arrebatados de aguardiente y disculpas atropelladas hacia el resto de los muertos, familiares de Ernesto. Ellos no tenían la culpa de que un culero depresivo se hubiera enamorado del último muertito de la familia.

Poco antes de la media noche, lo venció el sueño. El mausoleo era pequeño, pero podía estar sentado, así que terminó dormido, encogido sobre sí mismo, en una posición incómoda y con medio Muñeco en el suelo, cosa que nunca le importó.

Nunca supo cuánto durmió, pero sí que fue lo suficiente para soñar.

Soñó con el sonido de la guitarra de Ernesto y luego, su desafinada voz cantando un suave Ahora que está todo en silencio... y que la calma me besa el corazón... os quiero, decir adiós...

Ángel se incorporó en ese instante y, sin importarle nada, localizó la figura de su amado y corrió hasta él. Lo abrazó y Ernesto dejó de tocar. Lo sujetó de los hombros, antes de recorrer el pálido rostro de Ángel con sus pulgares, haciéndole un suave cariño y enjuagando sus lágrimas. Besó su frente y se alejó un poco para volver a tocar.

Reinició la canción, con su voz desafinada y su guitarra magistral.

Terminó Desde mi cielo y se acercó a Ángel. Lo abrazó con fuerza, volvió a secarle las lágrimas y depositó un nuevo beso, esta vez en sus labios. Aquello se sentía muy cálido, real e intenso.



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En el texto hay: gay, elsalvador, diademuertos

Editado: 04.11.2018

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