Blackflag.

Cap II.

UNA TABERNA EN LLAMAS.

 

Tras aquellos meses, y tras el incidente en el robo hacia la gran "Dama Roja"; Duleni habia sido mas precavido con su nuevo muchacho.

En aquella ocasión hace 3 meses había tenido que ir al mismísimo muelle para devolver las talegas robadas y disculparse por el terrible error que se había cometido. Beso culos y zapatos hasta que los labios se le tiñeron de un color oscuro, y acto seguido lleno de dinero los bolsillos de los casacas rojas y los ganchos dentados, y muchos de ellos brindaron a salud de la gran Reina Pirata, y a salud del ejercito de buques insignia y galeones que eran saqueados, en nombre de su gran señora.

Duleni habia pedido disculpas a todos y cada uno de los saqueadores, y de manera inmediata los pactos antiguos habían vuelto a forjarse.

Aquel era el quinto mes de Giany, todos en la isla sabian que la gran cocecha se acercaba y muchos fortificaban sus casas y creaban fortalezas para defenderse de los terribles Giath' gi. Los Giath'gi eran criaturas mitad pez, mitad humano con cuerpos acuosos y jibiosos, podían medir de 7 a 6 metros de altura, eran ágiles y sus cuerpos emanaban un aroma y un hedor que podía dejar enfermo a cualquier individuo, por muy poderoso que fuera, nadie conocía su origen, nadie sabia de donde venían. Sea cierto o no, muchos lugareños pagaban por su seguridad, y otros le resaban a sus olvidados y pequeños diosesillos que por alguna y pequeña gracia los salvaría de un destino peor que la muerte.

Por otro lado, durante el resto de los días, los ladrones y ladronas que permanecían en las calles rondaban las residencias principales en busca de algún desafortunado en el cual tender sus habilidosas manos, algunos iban tras comerciantes venidos de Valimar, otros por callejas y puentes. Los muchachos más mayores y experimentados (los lleneros) centraban su trabajo en los bolsillos, bolsas y puestos que estaban a la vista, mientras que los más jóvenes y menos capacitados (los novatos) preparaban distracciones, llorando por madres inexistentes, o fingiendo estar jodidamente enfermos, o dando vueltas como locos por todas las direcciones gritando.

«¡Alto! ¡Maldita sea, alto!»

Dando tiempo a los lleneros para que se hicieran con su apreciado botín.

De modo que cuando regresaban a su hogar después de todas sus incursiones cada ladrón recibía el 15 porciento de lo que ganasen. Sin embargo, muchos de los ladrones y sobre todo los mas novatos eran extorsionados, por los chicos mayores, de modo que todo lo robado y recogido recorría un escalafón muy angosto hasta llegar a manos del Señor de ladrones, que anotaba los nombres y lo recogido durante el día en una lista inquietante y muy precisa que llevaba en la cabeza. Los que habían producido beneficios cenaban; los que no, aquella misma tarde eran castigados a realizar mas asaltos y atracos, y era muy sabido que muchos no regresaban.

En lo que respectaba al entrenamiento de Willian, el joven había adquirido muchos dones, en los cuales estaba, engañar, sabotear y actuar. Dones que de manera inmediata le habían relegado al rango de llenero. Pero en su perspectiva aquello era un castigo. A finales del quinto mes, su destreza le había valido una ascensión entre las filas de los Corredores. Y aunque dicho ascenso fuera considerado como un paso adelante en su grupo social, Willian fue el único en toda su calle que prefirió seguir trabajando con los lleneros, pues le hacían las cosas mas fáciles y sencillas. Ademas, tenia mas esbirros a su servicio.

Dentro de la calle Kether era taciturno y no tenía amigos, ni siquiera hablaba con ellos, pero cuando hacía de llenero era todo un artista y como quien diría, era el puto amo con las manos; y aquello le devolvió las ganas de seguir viviendo. Perfeccionó el empleo de la pulpa de carne excesivamente masticada como sustituto del vómito; mientras que los otros lleneros se limitaban a apretarse el estómago y quejarse, Willian usaba sus actuaciones vomitando una bocanada de gachas marrones a los pies de su devota audiencia. Acto seguido ponía la cara de un pésimo humor y luego se arrodillaba sollozando.

Otro de sus recursos favoritos consistía en una ramita larga y seca atada a uno de sus tobillos y oculta bajo la pernera de las calzas. Al arrodillarse súbitamente la ramita se rompía con un ruido que todos podían escuchar; dicho sonido, seguido por un grito de dolor, era un magnífico imán para suscitar  la atención y simpatía, sobre todo si algún vehículo se hallaba cerca de él. Y cuando estaba a punto de sobrepasar el tiempo que podía engañar a los sacerdotes del gran Leviathan, entonces llegaban otros lleneros que anunciaban en voz alta hallarse dispuestos a ayudarlo y llevárselo a su madre, para que le atendiera un físico o brujo. Sin embargo, la habilidad para caminar la recobraba milagrosamente cuando doblaba la vuelta de la esquina frente a los fumones.

En poquísimo tiempo Willian había creado una libreta de todos sus trucos, en los que estaba: El vomitar sobre una mujer, hacerse el adolorido, y sabotear con una enfermedad. Ciertamente tales habilidades habían llegado a los ojos del señor de los ladrones. Ciertamente ese evento sucedió, cuando Willian había vomitado delante de una noble venida de Valimar, junto con una escolta personal, que al presenciar el asqueroso acto de Willian había gritado histericamente y del mismo modo que el, había vomitado, y como cerecita para el pastel se había desmayado sobre Willian, al tiempo que este le había quitado las bragas y el faldón de seda. Todo de manera rápida y apresurada, y sin que nadie se diera cuenta. Despojándola así de su  atuendo.




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