Blancanieves y los siete sospechosos.

El bar Mazana Envenenada es un local bastante conocido para aquellos que amaban pasarla bien un fin de semana, recomendado para las personas que querían iniciar una vida nocturna los días libres, un bar con buena reputación; esa reputación se desmoronó cuando encontraron el cuerpo de una joven en el baño para damas a las tres de la mañana un 13 de enero, fue reportado a las autoridades cuando hallaron su cuerpo sin vida en uno de los baños, la encargada de limpiarlos gritó y se desmayó al descubrir el cadáver. La persona encargada del caso es Reina Malbavia, quienes sus compañeros apodaban como la Reina Malvada por su carácter fuerte y su determinación aplastante; no andaba sola, su fiel compañero Espejo le ayudaba en todo lo que podía.

Por mucho que ya eran horas de que los empleados de Manzana Envenenada fueran a sus casas, la policía necesitaba respuestas de inmediatas, a pesar de que no se encontraran todos. El primero que interrogaron fue al barman, quien insistía en que lo llamaran por su apodo: Buitre.

―¿Usted conoció a la joven? ―interrogó Reina mientras Espejo tomaba notas.

―No, no, era la primera vez que la veía, se veía una joven muy amable, pero se notaba agitada. Me exigía en que le vendiera alcohol, pero me negué en hacerlo ―su forma de hablar era cansada.

―¿Por qué?

―Porque tenía la pulsera que se les pone a los que son menores para beber. Aunque parece que alguien la drogó o le dio de beber sin nuestra supervisión.

―¿Por qué piensa eso?

―Ella regresó varias veces e incluso se le abalanzó al mesero, actuó muy extraño, se quitó sus zapatos y empezó a andar descalza por el lugar ―Buitre suspiro por la nariz, sacó una caja de cigarrillos de su bolsillo― ¿Le importa que fume mientras respondo?

―No, adelante. ―La verdad es que Reina quería arrebatarle los cigarrillos y pisarlos, no soportaba el olor a nicotina―. ¿Ella venía sola?

―No, no, vino acompañada de siete hombres, yo ya los había atendido en varias ocasiones, son hermanos, me parece.

―¿Me puede dar sus nombres?

―No me sé sus nombres, pero sí sus apodos: Doc, Tontín, Estornudo, Dormilón, Gruñón, Feliz y … y… Disculpe, pero el otro no lo recuerdo.

―Descuide, debe ser por las horas que tiene sin dormir. ¿Alguna actitud sospechosa?

―Parecía que ella y Gruñón no se llevaban bien, él siempre le restregaba en la cara de que estaba jugando con los sentimientos de sus hermanos, fue un escándalo.

―¿Algo más que agregar?

―Más nada.

―Bien, gracias por su colaboración, señor Buitre.

Espejo se mantuvo callado durante todo el procedimiento y se dedicó a anotar y grabar el testimonio del barman. Uno de los oficiales trajo al forense para que retirara el cuerpo y descubrir la causa de muerte, aunque a simple vista se notaba que murió por estrangulamiento. Reina supo el nombre de la víctima gracias a que encontró la tarjeta de identificación entre el escote de su vestido, Espejo se le hizo a un lado y recitó el nombre de la joven en voz alta:

―Blancanieves Rosario. Parece que no hace mucho cumplió la mayoría de edad ―comentó― Me dijeron que su celular lo llevaron a evidencia al igual que sus tacones.

―Creo que sé quién es.

―¿Qué?

―Mi hermana es psicóloga, ella dice que los Rosario la citan mucho, ya que decían que su hija tenía problemas ―informó con un suspiro atorado en su garganta― Tal vez sea ella.

Cuando hicieron acuerdos, más tarde fueron a casa del mesero gracias a la dirección que dio Buitre, vivía en un barrio decente, eso era lo que pensaba Reina, ya que estaba acostumbrada a ir a los lugares más horribles y recónditos de toda Había-una-vez. Tocaron tres veces, a la tercera abrió un joven atractivo a medio vestir.

―¿En qué puedo ayudarles?

―Buenas tardes, joven, soy Reina Malbavia y él es mi compañero Espejo Argico. ―Estrecharon manos como presentación―. Estamos investigando sobre el homicidio que ocurrió en Manzana Envenenada esta madrugada.

―Esperen, ¿homicidio?, ¿mataron a alguien en el bar? ―inquirió un poco embobado.

―Eso es lo que dijimos, joven ―contestó Espejo y sacó su libreta de apuntes― ¿Podría darnos su nombre y su testimonio?

―Eh, sí, soy Florian Príncipe ―parpadeó tantas veces como si apenas se hubiese levantado.

―Muy bien, joven Príncipe, un testigo afirmó en que usted fue acosado por la víctima mientras hacía su trabajo ―, Reina tuvo que elevar un poco su tono de voz para que el joven dejara de mirar su busto.

―Ah, ¿esa niña?, ¿ella murió? ―Espejo asintió― Bueno, sí, recuerdo que estaba sirviendo a una pareja cuando ella se me abalanzó, me dijo que haría lo que fuera si yo le daba algo de beber. Parecía drogada, tal vez murió de una sobredosis o algo así, aunque no me sorprendería si la hubiesen matado, era irritante.

―¿Y qué hizo?

―Me la quité de encima.

―Qué raro ―dijo Espejo con sarcasmo―. Me dijeron que usted tiene antecedentes de querer aprovecharse de mujeres ebrias, ¿ahora hace lo correcto?

―No me gustan las niñas ―contestó con una sonrisa descarada sin dejar de mirar a Reina―. Me gustan las mujeres maduras.

Reina hizo una mueca de asco ante la mirada del joven y Espejo frunció el ceño por el atrevimiento. Reina tuvo que convivir con hombres por mucho tiempo, se hizo amigos, aliados y enemigos con el tiempo, pero sin duda, odiaba a los hombres y mujeres que se creían con el derecho de aprovecharse de las personas vulnerables.

―Bien, ¿qué hizo después de eso? ―preguntó Reina con un tono irritado.

―Cumplí con mi trabajo después de ese incidente, ella parecía estar acompañada por unos hombres, no sé cuántos, pero eran muchos. Tal vez ella les estaba ofreciendo sus servicios, tenía toda la pinta.

―¿La vio entrar al baño?

―Varias veces, creo que se estaba dando sus dosis, cada vez que salía se comportaba más extraña y gritaba “¡mi vida es una mierda!” varias veces. Buitre llamó a seguridad para que la sacaran, pero uno de los hombres que la acompañaba pagó para que no la sacaran.