Riesgo
-Que hacemos- pregunta mi prima. Seguimos viendo a los jóvenes escondidas entre las cortinas blancas.
-Creo…. Creo que quedarnos quien sabe sean malos, y nos ataquen- digo apretando mi dedo pulgar y metiendo la cutícula.
-Pero y si no lo son- dice en voz baja y se sube a la cama para verlos mejor. La cama está apegada contra la ventana y nos ofrece una mejor vista si nos acercamos pero no me confió. Sigo viendo a los demás jóvenes son siete en total dos mujeres y cinco hombres todos parecen entre los veinte y mi edad o eso creo.
-Mira a ese guapo de cabello dorado o espera parece café dorado- menciona mi prima admirando al chico que lleva una cartera cruzada sobre su abdomen. Me subo y me siento alado de ella.
-No mires si son guapos o feos, lo importante es que esos chicos se vayan o si no, no vamos a saber como salir- le recuerdo y ella vira los ojos.
-Jones, se ven buena gente, creeme mira sus caras algo me dice que nos pueden ayudar- niego de inmediato.
-No me fio y si nos matan, Violeta de verdad te digo estamos más seguras si nos quedamos quietas en casa y no hacemos nada que llame la atención de ellos.
-Vale, vale Jones pero creeme que solo te estoy siguiendo porque te quiero y no me gustaría dejarte sola.
- Lo se Vi- le abrazo mientras esperamos a que estos chicos se marchen y se hayan aburrido de matar zombis, rayos se ve tan fácil para los hombres que para las mujeres. La mulatita le grita al de pelo negro. Parecen desesperados. Dan la vuelta al jeep para salir.
-Parecen que se van, no encontraron lo que estaban buscando- menciona Violeta.
-Mejor así podemos enfocarnos en lo nuestro- me mira ceñuda, asiente de manera seria.
**
Media hora después, de comer con lo poco que queda y vestinos de una manera que pasemos desapercibidas, armanos una arma, cogemos dos palos y envolvemos dos cuchillos en cada uno, al filo con cinta adhesiva y trapos que puedan asegurar que no se caigan.
-Un chuchillo súper mega gigante- bromea Vi y me rio con ella. Ambas chocamos puños y movemos nuestros dedos como una señal nuestra. Y nadie debe saber, así sabremos que no nos perdimos y seguimos siendo nosotras.
Tomamos nuestras respectivas maletas, donde guardamos algunas herramientas que encontramos en el armario de herramientas que tenía mi padre, yo llevo un martillo, una cuerda y unos guantes y porsiacaso un estilete que está guardado en mis tobillos, en la parte de mis medias. Violeta no lleva mucho, se decidió por llevar unas tijeras de cortar césped y una navaja. Le dije que eso no es de mucha utilidad pero después me hiso cambiar de opinión cuando menciono que debemos tener un espacio para guardar lo que encontremos. Vi piensa en todo.
Vemos por la tela trasparente de la ventana de la cocina. Por lo que nos dimos cuenta es que los chicos que vinieron dispararon a muchos zombis haciendo que retrocedieran hasta la parte de atrás donde hay más casas, dejando la carretera principal de la residencia despejada sin tanto de ellos. Espero.
Violeta abre silenciosamente la puerta. Y agarro fuerte mi arma barata que espero que nos ayude. Mira alrededor suyo apuntando en modo de defensa, sale y yo la sigo cerrando la puerta con seguro, si ya lo sé, es ridículo pero cualquier intruso puede entrar y eso capaz no ayude. No lo sé, solo lo hago. Mis nervios están a mil, ustedes entenderá que nunca imagine estar en esta situación, queria una vida normal, pero se acabó tengo que sobrevivir si quiero seguir respirando el mismo aire del mundo.
Observamos a nuestro alrededor y comenzamos a caminar apresuradamente hacia la salida principal, todo está destruido, el poste que nos asustó esta caído en la mitad de una casa, como partiéndola en dos. Me detengo y miro si nadie nos sigue.
-Que haces Dulce- no es una pregunta- apurate tenemos que regresar temprano. Asiento y corremos ambas como locas. Tenemos que llegar al hipermercado más cercano. Todo a nuestro paso está sucio, sangre esparcida, muertos degollados el estómago como algunos zombis con disparo en la cabeza. Entonces ¿Se les dispara en la cabeza, de verdad?
Choco con la espalda de mi prima.
-Espera, escuchas eso- me regresa a ver sudada y cansada por correr, respira apresuradamente.
-¿Qué?- afino mi oreja. Se escucha como un carro viniendo- El hipermercado está a la izquierda, a cinco minutos. Si podemos- menciono y tomo su mano sudada y corremos hasta que llegamos y la puerta está abierta.
-Vamos- me apresura ella.