Memorias del cielo
Diman
Nuestros corazones fueron destinados para encontrarse. La foto que vi de ella, sin saber que tenía alguien correspondido. Lo sé, estoy loco. Pero de amor escondido. No es culpa. Las cosas pasan por algo, ahora en una ciudad desmoronada, desolada donde no tenemos el consuelo de nadie, estamos completamente vacíos y lo que anhelamos no se cumplen fácilmente.
Miro la foto donde tengo escrito un mensaje de mi propia mano:
Nuestros ojos se vieron por primera vez a través de los vidrios, ella sostenido la mano de su padre y yo sentado en una máquina. Siendo niños robados de sus padres, solo ella tenía el suyo, tan difícil era que ella estuviera en nuestro lugar, otros sintieron la envidia pura mientras yo sentí el aleteo de mi corazón.
Que más podía sentir cuando mi madre me abandono sin luchar, para ser un villano y a la vez un salvador. Estar en la ensoñación de nuestras memorias del cielo cuando nuestras miradas y sonrisa nunca se conectaron.
Nunca me vio, nunca nos vio.
Conduzco en la oscuridad de la noche con un coche destraladado, solo puedo idear un plan. Entrar al maldito infierno hipócrita. Estoy más que seguro que ella está ahí. Pero mi curiosidad se pregunta un montón de cosas buenas y otras muy malas.
Me detengo cuando hay un montón de vacas obstaculizando el paso. Pito, me vale mierda si aparecen zombis, las vacas comienzan a moverse y miro sus ojos pare ver si están infectadas y algunas si otras no. Freno cuando recibo un duro golpe en la parte delantera del vidrio y es la rama de un árbol. ¡Que mierda! Quien hizo eso.
Presto atención alrededor mío, y todo está más oscuro que mi cabello negro azabache. Cojo mi pistola cuando distingo a unos metros algo moviéndose entre los arbustos. El sonido de una ventana rompiéndose me pone en alerta y acelero el carro mientras escucho disparos que provienen de carroñeros, pero fallo. Me voy hacia el volante recibiendo un golpe en mi frente.
-¡Mierda!- un hombre abre la puerta y cojo mi arma rápido para propinarle un disparo, cae y sigo disparando a todo el que se me acerque.
-¡Alto ahí!- dice uno y le disparo. No confió en mí y peor en ellos. Sigo disparando. Voy hacia la parte delantera del carro mientras me llueven las balas- mátenlo ahora. No sabemos quién este tipo pero lo quiero muerto- grita furioso un hombre.
¡Carajo!, y ahora como salgo de aquí.
Humo, huele a humo después de unos minutos de balacera. Una cortina de humo y fuego esta atrás mío, me levanto cuando todos los que me atacaban comienzan a correr hacia el bosque. Les ignoro y corro entre el nido de vacas que huyen del fuego. Me golpeo contra ellas. No sé quién lo comenzó y quien me está siguiendo pero tengo que salir de aquí de inmediato.
Acelero mi paso como nunca antes, sosteniendo en mi mano mi único recurso, la pistola, sin la compañía de nadie en este trayecto. Entro en la primera vivienda deshabitada que veo. Fuerzo la puerta y me sitúo de manera que pueda observar si hay algún peligro. Coloco nuevamente la puerta deteriorada en su lugar y me dejo caer en el primer sofá, reflexionando sobre los acontecimientos recientes.
**
En cuanto amanece, hago una nueva maleta llevándome lo que me es de utilidad: armas sencillas como cuchillos y latas de comida. Encuentro un abrigo más cálido y abandono la casa aun con mi arma en mano. Algo llama mi atención desde mi posición. Me acerco al garaje y descubro una moto de último modelo, cubierta de polvo.
-Perfecto, la única pieza que faltaba- me emociono, hace algún tiempo atrás Nomi y yo nos subimos en una moto mientras recorríamos la ciudad mientras seguíamos las ordenes de la señora. Y la sorpresa más satisfactoria fue chocarle su carro de marca. Y lo peor recién nuevo.
Vuelvo por las llaves y me subo. El motor ruge y arranco con una impresionante velocidad.
Estoy muy cerca Dulce Sky.
Media hora después estoy en el nuevo mundo. Una ciudad construida para un conglomerado con dinero donde lo únicos beneficiados son ellos. Se quedan con todo lo que el resto del mundo ha perdido, dejando a otros luchando por subsistir. Bajo de la moto y la escondo entre los matorrales. Aquí nadie podrá hallarla; saldré con Dulce y me la llevare a las cascadas cueste lo que cueste, se acabó.
Me tapo la mitad de la cara con un trapo, donde solo se ven mis azulados ojos. Bajo la empinada montaña que da inicio a una ciudad destruida por fuera y construida por dentro, el muro de al frente lo cubre todo.