Blasphemy

CAPÍTULO 7: LLAMADO DEL VATICANO

Lucio extiende sus dos manos hacia Edwards y de estas salen círculos mágicos color dorado y salen fuertes destellos contra el cuerpo del dullaham, generando una explosión enorme. Oliver alcanza a tomar de la cintura a Theressa y escapa con ella mientras que Zanya y Lumianra los siguen por detrás.

La joven mira donde se produce el enfrentamiento y no evita sentirse preocupada por el dullaham quien llegó para salvarlos. Zanya le garantiza que no debe preocuparse ya que ese criptido es completamente diferente a ellos, no solo en longevidad sino en poder.

La explosión y destello se disipan, al ver que el criptido apenas sufrió quemaduras muy leves y algunos rasguños Lucio se muestra serio ya que no es ordinario. Su arma fue partida a la mitad con solo su mano y sobrevivió a su ataque llamada “sentencia de dios”, materializada en pura energía divina color dorado, lo cual debería ser suficiente como para desintegrar a vampiros o licántropos:

 

—¿Terminaste arzobispo? —pregunta Edwards.

—Sobreviviste a mi ataque ¿Quién mierda eres? —pregunta Lucio.

—No hace falta que lo sepas. Estamos aquí para pelear. Aunque…viéndote mejor no te encuentro tan intimidante como los demás arzobispos.

—¿Los demás arzobispos? —se pregunta Lucio.

—Oh, veo que perdiste el habla.

—Destruyó mi lanza con solo apretar del mango, la sentencia de dios apenas le hizo rasguños. ¿Qué clase de criptido es que casi no sirven los ataques de nuestro santo padre? —piensa sorprendido.

 

Edwards toma su espada del mango y desaparece de la vista del arzobispo. Se mueve rápidamente hacia un costado y con el grueso de la hoja de la espada lo golpea violentamente para que atreviese con el cuerpo varios edificios hasta una fábrica que espera por la llegada de los obreros para continuar trabajando en la creación de hierro.

Lucio acaba con escombros encima y tras un breve momento donde no sabe que ocurrió, se levanta y grita con dolor en su cuerpo.

El impacto de aquella espada es de tal terrible poder físico que deja con color purpura la zona herida. Es un hematoma difícil de ver y Lucio se enfurece, pero a la vez sigue en la duda de quien se trata ese criptido misterioso.

Su impetuosa crisis de ira producto de su juventud y poca experiencia como arzobispo lo lleva a disparar varias sentencias de dios. Una de ellas explota contra un edifico lleno de gente inocente y las desintegra al instante. El dullaham, al ver esto, se impulsa con sus dos piernas y con la misma espada da de lleno contra la cabeza del hombre de fe en pleno estallido de ira. Lógicamente el filo no ha sido utilizado, mas bien usó el centro del arma para dejarlo fuera de combate:

 

—Esto es un maldito desastre. —exclama Edwards.

—U-Ustedes…malditos…salvajes. ¿Creen que van a escapar? No…tienen idea de lo que se está por venir. —advierte Lucio con dolor en su cabeza y el cuello casi roto por el impacto del arma.

—Habías preguntado qué es lo que soy. Por bien, aquí tienes la respuesta. —se acerca hasta el rostro del arzobispo y le susurra despacio, haciendo que la expresión del joven se torne pálida.

 

Después de decirle eso, Edwards se aleja dándole la espalda al herido Lucio, pero antes de cruzar la puerta de la fábrica le dice:

 

—Por cierto, nos llamas salvajes y acabas de desintegrar un edifico con quien sabe cuantas familias. Podré ser de una especie criptida cuyos sentimientos se encuentran aplacados, pero sé cuándo quien está frente mío es un imbécil. Y créeme que tu eres sin duda uno.

—Tu…no eres más que…un maldito ser infernal… ¡no deberías existir, bastardo!

—Seguramente no debería de existir, pero ¿Qué pasa cuando las mismas leyes naturales ya no tienen fuerza en uno? Sigue ahogándote en tu ira. Ya no podrás hacer mas nada. Ahora serás desechable.

—¿Desechable? —dice por lo bajo y levanta la mirada— ¡¿desechable?! ¡yo te mostraré quien es desechable basura criptida...! ¡¿huh?! —intenta pararse, pero sus piernas no le responden— ¿Por qué no puedo mover mis piernas? ¡no, no, se está alejando, tengo que matarlo! —piensa desesperado, golpeando sus piernas y maldiciendo en silencio— E-Espera un momento, ese golpe que dio de lleno en mi cabeza, no me mató porque fuera un ataque débil, sino que calculó para que mi columna fuera destrozada…ese maldito… ¡me dejó inválido! —aprieta sus dientes y extiende su mano hacia Edwards para atacarlo por la espalda—Si este es mi final me llevaré conmigo a un dullaham.

 

La luz que antes salía de las palmas de sus manos parpadea varias veces hasta desaparecer.

El joven persiste una y otra vez para no logra usar su habilidad, incluso siente como esos dolores aplacados por las batallas previas irrumpen en su cuerpo haciéndolo gritar con tal agonía que tanto el arzobispo Rose como Sebastian escuchan sus quejidos.

Llegan los dos arzobispos y ven a Lucio tirado en el suelo y con lagrimas y mocos cayendo de su rostro. Al verlos, siente un gran alivio y extiende su mano pidiéndoles ayuda, entonces Rose pregunta para sorpresa de Lucio:




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