Dressler continúa preocupado porque Monica aún no aparece, y lo refleja claramente, ya que no para de moverse de un lado a otro mientras se muerde las uñas.
—¿Me acompañarías a buscarla, Keyland? —me ruega—. Por favor.
—Claro que no —me rehuso sin pensarlo—. No perderé mi tiempo en alguien que no me interesa.
—Tranquilo, Dressler. Supongo que Mónica se quedó dormida y se le hizo tarde. —Ámbar trata de animarlo, pero no la veo muy convincente de lo que dice—. Ya vendrá.
El profesor Mark Dössel llega repentinamente corriendo muy apurado porque se ha tardado bastante más de lo usual. Está todo sudado y lo observo un poco nervioso y agitado.
—Jóvenes, discúlpenme por el retraso —dice mientras intenta abrir la puerta del laboratorio, pero inserta mal las llaves en la cerradura y se le caen al suelo, al igual que todos sus objetos, mientras que sus papeles y documentos salen volando al ritmo del viento—. ¡Tranquilos, estudiantes, no pasa nada! Ya recojo todo enseguida.
El profesor finge sonreír y se agacha para recoger todo, pero en ese momento su pantalón y su ropa interior le hacen una mala jugada y dejan en descubierto parte de su trasero. Todos ríen a carcajadas enseguida.
—¡Este profesor no se cansa de hacer el ridículo! —exclama Keren, partiéndose de risa.
El profesor se pone de pie, confundido, y Ámbar, que es la única que no se ríe además de mí, tiene que acercársele y decirle al oído lo que sucede. Él reacciona avergonzado y se acomoda su ropa interior de manera que no deje nada en descubierto, pero su rostro continúa sonrojado.
—Todos ingresen y tomen asiento enseguida —pronuncia con cierto enojo luego de abrir la puerta del laboratorio.
Ingresamos al lugar y nos sentamos en los lugares que nos corresponden. Yo lo hago junto a Dressler, tal como la última vez. Hay algo que llama mi atención de inmediato, y es que el asiento que está junto al nuestro, el que debían ocupar Mónica y Sarah, está completamente vacío. Y no sólo yo lo noto.
—Mónica aún no viene... ¿Crees que esté bien? —me susurra Dressler un poco asustado y preocupado.
—No lo sé, Dressler, y ya deja de molestar con eso —respondo sin mostrar interés.
Él traga saliva y asiente con la cabeza, avergonzado.
—Profesor, perdone la molestia, pero... ¿Sabe algo de Sarah? —consulta Ámbar luego de levantar la mano.
—¿De la señorita Tinkerbell? —pregunta el hombre con algo de confusión mientras acomoda sus papeles. Ella asiente con la cabeza—. Pues creí que ya lo sabían. Me pareció escuchar que ella abandonará la universidad.
—¿Cómo? ¿Se irá? —Ámbar reacciona asombrada, y todos los demás también, ya que comienzan a escucharse muchos murmullos por todo el salón.
—Así parece. Según lo que se comenta —comienza a susurrar—, el padre de la señorita, que es un importante empresario, se enteró de todo lo que pasó y está muy enojado. Incluso se rumora que pondrá una demanda en contra de la universidad —nos cuenta el profesor mientras acomoda su escritorio.
—¡Mis súplicas han sido escuchadas! —exclama Keren con una sonrisa, extendiendo los brazos.
—Era de esperarse —comento luego de analizar lo que el profesor ha dicho.
No habría sido lógico que un hombre tan "importante" dejara el asunto así, como si nada hubiese pasado. Lo que le ocurrió a Sarah fue muy trágico para ella, y me imagino que cualquier padre hubiera reaccionado de la misma manera.
—Pero no le digan a nadie que yo se los dije —comenta el profesor, arrepentido de habernos dicho lo de Sarah, y especialmente mirando a Keren.
—Sí, sí, lo que diga —habla Keren entre risas sin tomarle importancia.
—Pobre Mónica. De seguro debe estar muy triste —me dice Dressler entre murmullos y con preocupación.
Yo vuelvo a ignorarlo, pero en ese preciso instante, Mónica ingresa al laboratorio de Química con la mirada baja y de manera apresurada, sujetando su bolso con fuerza.
—Buenos días. Perdón por el retraso —le dice la pelirroja al profesor, desanimada.
—Ah, hola... Buenos días. Tranquila —El profesor parece que la mira con lástima.
Mónica toma asiento con la mirada de los demás penetrada en ella. Sus ojos se miran cansados y algo rojos, como si hubiese estado llorando, además de que su cabello está todo despeinado y parece que no se ha bañado. Sin duda se mira triste.
—¿Estás bien? —le pregunta enseguida Dressler.
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Editado: 16.11.2019