La directora Teressa Mörder viste completamente de negro. Lleva un saco muy elegante, además de un pantalón al estilo campana, también de color negro. De seguro para simular luto ante la muerte de Sarah Tinkerbell. El resonar de sus tacones se hace destacable entre el silencio expectante que mantenemos la bibliotecaria y yo. Grace se limpia rápidamente sus ojos con el abrigo morado oscuro que lleva puesto para eliminar los rastros de lágrimas que estaba comenzando a expulsar para luego hablarle de frente a la directora.
—Buenas tardes, señora Mörder —musita—. El joven ya se iba. Sólo vino por un libro que necesita para la clase de Biología —añade con indiferencia fingida
—Ah, pues qué bueno. Así me gusta, estudiante, que se esfuerce por sus estudios —me dice la directora con una sonrisa, simulando interés.
—Nunca está de más esforzarse más de la cuenta —comento mientras le observo el cuello. No puedo dejar de recordar lo que sucedió en la cafetería. Muero de ganas por preguntarle al respecto, pero sé que no puedo, o al menos no directamente—. Sí que se ve mal su cuello. ¿Tuvo alguna caída?
—Eh... No es nada importante. Sólo es un pequeño rasguño que ya pronto se pasará —habla apresuradamente, sonriendo de manera nerviosa.
En eso, observo su mano y veo que contiene algunos rasguños y moretones que trata de ocultar bajando sus mangas al enterarse que yo estoy mirándola fijamente.
—¿Qué le pareció la decoración del comedor de aquel día? —pregunta apresuradamente, casi que sólo por decir algo en el momento—. Fue muy llamativa, ¿no le parece?
—Sí, claro que sí, pero yo diría que demasiado. Con lo del fallecimiento de su asistente creí que sería algo más discreto —me atrevo a decir—. Si hubiera utilizado los maniquíes de seguro sí que hubiera resaltado más —manifiesto.
Digo esto último por los maniquíes que el padre de Dressler me dijo eran para decorar el comedor, los que confundí con cuerpos humanos en su bodega, pero luego él me dijo que la directora no los quiso utilizar.
—No entiendo de qué me habla. ¿Maniquíes dijo? —La directora se mira extrañada.
—Al menos eso me dijo el conserje Richard Gärtner.
Veo que la directora abre sus ojos grandemente y traga saliva de manera profunda.
—Seguro hubo un malentendido. —Grace se entromete, fingiendo una sonrisa.
—Malentendido o no, creo que ya puede retirarse, estudiante. Necesito hablar a solas con la señora Grace —me dice con seriedad.
—No se preocupe. Ya estaba por irme —me limito a decir. Observo que Grace, que está a las espaldas de la directora, escribe algo sobre un trozo de papel, apresuradamente, y luego lo esconde en la palma de su mano. Teressa no se percata de ello.
Me encamino a la salida cuando siento la cálida mano de Grace rozarse con la mía, dándome el trozo de papel sobre el cual escribió hace un momento. Me volteo y veo que ella no me mira ni me dice nada, sino que trata de interrumpir a la directora, que espera no haya visto lo que me ha dado. Me animo por un momento y pienso que tal vez ella no se haya atrevido a decirme nada directamente, pero puede que lo haya confesado en el trozo de papel que me ha entregado.
—¿Qué me decía, señora directora? —Escucho decir a Grace.
Salgo de la biblioteca y observo que el cielo está más oscuro. El clima ha bajado su temperatura y el viento es abundante, dando un giro total al ambiente que dominaba anteriormente; algo que se ha vuelto característico en estos días.
La curiosidad por leer la nota que me ha entregado la señora van der Vaal me invade, pero me resisto. Ya estuve cerca de que Dressler me descubriera leyendo el papel que apareció junto a la rosa negra en la entrada de mi habitación, y no quiero arriesgarme a que vuelva a suceder, así que lo mejor será leerla en mi dormitorio, con la tranquilidad y soledad adecuada.
Me encamino al edificio de habitaciones. A lo lejos puedo ver la capilla, lugar donde supuestamente Sarah Tinkerbell acabó con su vida. Veo como unos trabajadores colocan un lazo negro como símbolo de luto arriba de la entrada principal. Por lo menos la directora está mostrando algo de respeto luego de haber mantenido la decisión de realizar la fiesta.
Subo hasta mi habitación rápidamente y cierro la puerta, agitado. Desdoblo desesperadamente el trozo de papel que me dio la bibliotecaria y me siento en mi escritorio, el que está junto a la ventana, y leo cuidadosamente lo que está plasmado en él.
"Mire, joven, le pido por favor que no me siga molestando con este asunto porque no va a llegar a ningún lado. La directora no es partícipe de ningún acto de maldad, y mucho menos yo soy su cómplice. Sólo le digo que, si realmente cree que hay alguien detrás de todo esto, está tomando el rumbo equivocado".
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Editado: 16.11.2019