Capítulo 3

Miré a la persona y vi que era una chica, cabello castaño oscuro y ojos azules con una penetrante mirada.

—¿También crees en los vampiros? —me preguntó— soy Megan van Hutten, mucho gusto —me estrechó la mano.

—Soy Keyland Blood.

—Interesante, precisamento lo que estaba buscando —me miró fijamente, yo la miré extrañado— hablo del libro —sonrió.

—Llévatelo, yo vendré más tarde por otro cuando esté la bibliotecaria, qué extraño que esté abierto y ella no esté.

—No estaba abierto.

—¿Y cómo entraste si estaba cerrado? —pregunté.

—Es un secreto —dijo coqueta.

—¡Estudiantes! ¿Qué hacen aquí? Todavía no hemos habilitado la biblioteca —dijo casi gritando Teressa, la directora— ¿Que hacían aquí solos? —habló en tono pervertido.

—No directora no es lo que piensa —dije tratando de explicar la situación.

—Sólo retírense, la guía los espera para darles un aviso.

Nos retiramos cada uno por su lado y vimos que los demás estudiantes se encontraban reunidos frente a Judith, que tenía una lista en una mano y en la otra un micrófono.

—Chiquillos pongan atención —dijo Judith con su tono amistoso de siempre— por las razones ya mencionadas por la directora, se les asignará una habitación temporal que compartirán con un compañero. Eso sí, hombres con hombres y mujeres con mujeres.

Lo que me faltaba, no podía compartir habitación con nadie por mi secreto. Nadie podían enterarse de mi condición.

—¿Es obligatorio compartir habitación con alguien? —pregunté mientras alzaba la mano.

—Sí es obligatorio, aunque recuerden que es temporal —respondió la asistente.

Empezaron a asignar las habitaciones y seguía esperando con quién me podría tocar. Las habitaciones se dividían por pisos, habían 10 pisos y cada uno tenía 100 habitaciones.

—El estudiante Keyland Blood compartirá la habitación 6-66 con Dressler Gärtner —dijo Judith.

—¿Qué?

—¡Qué bien amigo! —dijo Dressler mientras me daba un abrazo.

—Primero no eres mi amigo, y segundo no me gustan los abrazos.

Mi estancia en este lugar había empezado de la peor manera. Debía ser muy precavido para que nadie me descubriera.

Fuimos por la llave de la habitación y llevamos nuestro equipaje hasta ella. El número me pareció un poco raro, pero no le tomé importancia.

Las habitaciones se encontraban un poco alejadas de la parte principal de la Universidad, había que atravesar un pequeño camino que se encontraba entre un frondoso bosque.

Luego de unos minutos llegamos hasta la habitación, en todo el transcurso Dressler no paró de hablar ni por un segundo.

—Está muy bonito el lugar, ¿no crees? —dijo Dressler emocionado— crees que sea una señal maligna o algo así —dijo mientras miraba el número de la habitación.

—No digas tonterías, ya cállate y entremos —dije molesto porque no paraba de hablar.

Entramos y la habitación era muy grande y bastante cómoda. Las paredes eran de color rojo con detalles negros, había una cama, un suave sillón rojo, una mesita de noche, un pequeño estante para colocar libros, un armario y un baño con servicio sanitario y ducha. Además había una gran ventana por la cual se podía contemplar la noche y el bosque. 

Nos mantuvimos unos minutos acomodando nuestras cosas, me fijé en mi reloj de mano y vi que eran las 6:00 p.m.

—¿Vas a cenar? —preguntó amistoso Dressler.

—Está bien, vamos —dije mientras tomaba mi abrigo negro.

—¡Sí! Nuestra primera salida juntos —expresó Dressler emocionado.

—Ya, no seas payaso —le dije mientras abría la puerta para salir.

Al salir de la habitación noté que Ámbar estaba saliendo de la habitación de enfrente junto a una chica.

—¡Hola Keyland, no sabía que seríamos vecinos! —dijo Ámbar— ella es mi compañera de habitación y nueva amiga, Keren Franz.

Miré a la chica, era alta y delgada, tez blanca, tenía el cabello negro muy largo y lacio y los ojos verdes.

—Mucho gusto —me estrechó la mano— tienes la mano muy fría.

Todas las horas del día mi cuerpo se mantenía frío.