Blood

Capítulo 4

—Tengo que irme —les dije mientras me levantaba de la silla.

 

—Espera ¿para dónde vas? Ya van a servir la cena —dijo Ámbar extrañada.

 

No respondí y empecé a correr por el comedor para llegar a la salida, la directora se dio cuenta de que lo que estaba haciendo.

 

—¡Estudiante! Regrese a su asiento, no puede salir hasta que se termine la hora de cenar —gritó Teressa.

 

Hice caso omiso y salí corriendo rápido del comedor, debía buscar un lugar donde esconderme, nadie por día verme. Para mi mala fortuna, en los pasillos me topé a la guía Judith.

 

—¿Hacia dónde va estudiante? Debería estar en el comedor —dijo mientras trataba de seguirme, aunque le fue imposible.

 

Seguí corriendo, estaba eufórico y tenía mucha energía, de alguna forma tenía que gastarla. Noté que detrás de mi venían varios guardas de seguridad, todos eran obesos. Según ellos creían que me iban a alcanzar.

 

Antes de esconderme quería jugar con ellos un rato. Subí y bajé cada piso del edificio una y otra vez, verlos cansados me daba satisfacción.

 

Luego de un tiempo, empecé a buscar un lugar definitivo donde esconderme, finalmente me decidí por el bosque que estaba por las habitaciones. Parecía infinito, corría de un lado a otro, empezaba a sentir más la adrenalina.

 

Paré por un momento, miré mis manos y vi que mis uñas empezaban a crecer como garras, mis dientes eran más filosos, mis venas sobresalían y tenía hambre, y mucha sed.

 

Miré el cielo y ya había oscurecido, la luna se encontraba brillante y radiante como siempre, iba a ser testigo de todo lo que sucediera esta noche.

 

Mi olfato se volvió más efectivo, empecé a olfatear en busca de una presa. Logro sentir el aroma de un animal, así que empiezo a buscarlo para devorarlo.

 

Me adentro en lo más profundo del bosque, escuchaba cautelosamente los pasos de ese animal tratando de huir, cosa que no le sería fácil.

 

Logro captar donde se encuentra, así que me abalanzo hacia él y lo tomo sutilmente. Lo miro por unos minutos, su rostro estaba aterrado, lo cual me hacía sentir más poderoso.

 

Empiezo a cortar delicadamente finos trozos de su piel con mis uñas, la sangre empezaba a gotear y caer poco a poco al suelo, su aroma empezaba a penetrarse en mis fosas nasales. Por fin estaba tan cerca de ese dulce y espeso líquido.

 

Al fin me decido por empezar a comerlo, tenía mucha hambre. Con mis filosos dientes arranco grandes trozos de carne de aquel indefenso animal, estaba disfrutando el momento.

 

Empiezo a beber con delicadeza la sangre que chorreaba, aquello me daba más energía, era tan dulce como el caramelo. Tuve que parar lo que hacía ya que escuché los pasos de los guardas de seguridad, estaban cerca y no quería que me descubrieran.

 

Me alejé de allí lentamente hasta perderme en la profunda oscuridad del bosque. 

 

Ya al siguiente día empiezo a sentir que mi piel se está quemando, estaba con la espalda recostada en un árbol y la cabeza sobre mis rodillas. Levanto mi cabeza, abro los ojos y me doy cuenta que lo que me está quemando es el sol, ya está amaneciendo.

 

No recuerdo nada de lo que pasó ayer, no sé porqué amanecí acá en el bosque. Miro mi reloj de mano para ver qué hora es, pero noto que mis manos están manchadas por algo rojo y espeso, acerco mi nariz y puedo oler que es sangre.

 

—¿Qué? ¿Sangre? —grité desesperado— ¿Qué he hecho?

 

Empecé a llorar y gritar desesperado, en mis dieciocho años de vida jamás había atacado a nadie, no había probado nunca la sangre y al parecer anoche ya lo había hecho, aunque no lo recordaba. Me sentía asqueroso, me sentía como si fuera un monstruo.

 

Me percato de que son las seis de la mañana, así que corro hacia un pequeño charco que había cerca y enjuago mis manos y mi rostro para retirar toda la sangre que tenía, debía volver a la habitación lo más pronto posible o tendría más problemas de los que ya tengo.

 

Empiezo a caminar sigilosamente hacia la habitación, miro a mi alrededor y me percato de que no haya nadie rondando por los pasillos. Subo rápido hasta el piso y a mi habitación, que es la 6-66.

 

Ya afuera de la habitación intento girar la perilla, pero obviamente está cerrada, así que toco suavemente la puerta para que Dressler me abra.

 

—Dressler —susurré— soy yo Keyland, ábreme la puerta.

 

Luego de unos minutos de seguir tocando la puerta, por fin Dressler despierta.

 

—¿Keylor? —preguntó mientras se tallaba los ojos— ¡Volviste! ¿Donde estabas? —gritó.



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En el texto hay: vampiros, muertes, sangre

Editado: 16.11.2019

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