—¿Yo? —tragué saliva.
—Sí, tú —me miró con cierto temor—. Te comportabas de una manera extraña, como si fueras...
—Nada, sólo salí a correr un poco. Me gusta correr de noche en el bosque —le interrumpí con lo que mejor se me ocurrió decir—. ¿Y tú qué hacías despierto a esas horas de la noche?
Pude ver que abrió sus ojos sorprendido y tragó saliva. Estaba esperando su respuesta, pero fuimos interrumpidos por Ámbar.
—¡Hey chicos! La directora los llamará en cualquier momento —gritó Ámbar mientras se acercaba—. ¿Qué hacen acá escondidos?
—¿Nosotros? —preguntó Luck mientras rascaba su cabello—. Nada, sólo teniendo una charla de amigos.
—¿Amigos? —fruncí el ceño.
—Pero si ni se conocen —dijo Ambar extrañada—. Bueno, no importa. Vámonos que la directora nos espera.
La seguimos mientras nos alejábamos de aquel lugar, pero en el camino tuve una extraña sensación en el ambiente, aquella que tuve en la entrada de la universidad el primer día. Sabía que algún vampiro estaba cerca, podía percibir su olor. Estábamos por atravesar el jardín pero nos topamos a Richard, el padre de Dressler.
—Jóvenes, mucho gusto. ¿Qué hacen por estos lados? —preguntó Richard con su voz ronca y misteriosa.
—Mucho gusto don Richard, sólo estábamos tomando un poco de aire —habló Ámbar—. Estábamos por regresar a la dirección, ya están entregando los resultados del examen de admisión.
—Espero que les haya ido muy bien muchachos. Es más, toma. —Fue por un cuchillo pequeño y cortó una flor que estaba plantada al lado de su cabaña—. Me encantan las flores, en especial las rosas rojas.
—¡Qué hermosas! Yo también amo las rosas —respondió Ámbar.
—Ésta es tuya, toma —le entregó una rosa roja—. Ojalá te sirva de buena suerte. Ten cuidado con las espinas, no vaya a ser que te pinches el dedo.
Al ver esa rosa me recordó a la que había encontrado en la entrada de mi habitación ayer por la tarde. Era idéntica, el mismo color carmesí profundo y unas espinas bastantes pronunciadas.
—¿Se encuentra bien, joven? —me preguntó el padre de Dressler mirándome fijamente.
—Todo bien señor —respondí firme.
—Es una lástima que no haya podido quedarse ayer en la piscina, los chicos disfrutaron mucho. —Su mirada era cada vez más penetrante.
—No me gusta el sol, don Richard.
—Ah, ya veo... ¿Y tú quién eres? —preguntó dirigiendo su mirada a Luck.
—Luck Faiter señor, mucho gusto. —Puso su mano en posición de saludo.
—A él lo acabamos de conocer —dijo Ámbar.
—Bueno, retírense que después los llaman para entregarles su examen y si no están presentes se meterán en problemas, ya saben como es la directora Teressa. Les deseo buena suerte, chicos. —Sonrió de una manera bastante extraña para mí.
Nos alejamos por completo de allí y llegamos nuevamente a la zona de la dirección, la directora siguió llamando a cada estudiante, hasta que llegó el turno de Dressler.
—Dressler Gärtner —dijo la directora mientras sacaba el examen de Dressler de una carpeta.
—Deséenme suerte chicos —pidió Dressler con la voz temblorosa
Me sorprendió la rapidez con la que revisaron los exámenes, no por nada ésta es la mejor universidad de Berlín y posiblemente de Alemania.
—¿Cuánto Dressler? —preguntó Keren entusiasmada.
—¡Apenas! 86 —respondió mientras suspiraba aliviado.
—¡Já! Pobres tontos, van a ver cómo me los hago reventados a cada uno con mi 100 —habló egocéntrica nuevamente la chica rubia de la discusión en el aula.
Poco a poco fuimos recibiendo nuestras calificaciones, Keren, Luck y Ámbar habían aprobado el examen con notas de 89,88 y 96, respectivamente, hasta que llegó mi turno.
—Keyland Blood —expresó la directora mediante el micrófono.
Caminé con pasos firmes en medio de las filas de estudiantes, todos me miraban fijamente y guardaron silencio cuando cruce entre ellos, algo que me pareció extraño. Llegue a estar frente a la directora, estaba por entregarme el examen, pero antes me dijo unas palabras.
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Editado: 16.11.2019