Blood

Capítulo 12

—Muy bien estudiantes. Les estaré notificando en unas horas la fecha y el horario programado para realizar la segunda y última prueba de admisión a esta universidad. —La directora terminó su discurso y se adentró en su oficina.

 

—Chicos, iré donde mi papá a mostrarle mi calificación —habló Dressler—. ¿Me acompañan?

 

—Claro, vamos —contestó Ámbar.

 

—Sí, tal vez de paso nos deja meternos a la piscina —sugirió Keren con una sonrisa traviesa.

 

—Yo no puedo, tengo cosas que hacer —respondí.

 

—Qué lastima, será en otra ocasión —dijo Dressler.

 

Me alejé de ellos y comencé a caminar. Sin duda esto de la cirugía está muy mal, con mi condición no puedo ver mucha sangre, eso me provocaría un deseo insaciable por ingerirla, y por ende, posibles muertes. Sabía que querer estudiar medicina no era lo mejor para un vampiro, pero es lo que siempre he deseado desde niño. Siempre me ha encantado esta profesión, pero ahora que mi medicamento no está funcionando como antes, no creo que pueda seguir esta carrera con normalidad.

 

Una vez terminada la entrega de los resultados, me retiro hacia mi habitación, ya tengo el tiempo necesario para poder revisar el medicamento con más tranquilidad y descubrir lo que había pasado anoche. Atravieso primero el camino que se encuentra en medio del bosque, una ráfaga de viento repentina provoca el movimiento de las infinitas hojas de los árboles del bosque, y hace que mi cabellera negra se mueva en dirección del viento. 

 

Me quedo unos segundos mirando el árbol, recordando aquel día tan macabro en el cual tuve mi primera caza, uno de los días más horribles de mi vida, claro, después de la fecha del asesinato de mis padres. No entendía como un lugar tan inofensivo como el bosque me hubiera provocado tantos problemas.

 

Sigo con mi camino hasta llegar a la habitación. Una vez dentro, comienzo a buscar en el armario entre la ropa para ver si logro encontrar las pastillas, luego de hacer un desastre con la ropa, por fin pude encontrarlas.

 

Las tomé y me senté sobre un costado de la cama para examinarlas con más tranquilidad. Estaba extrañado con estas pastillas, la tableta era plateada y contenía pequeñas cápsulas de pastillas blancas en seis filas de tres, éstas sin duda no eran las mías. Intento leer la información que trae detrás pero no logro comprender nada, en ese momento entra Dressler a la habitación.

 

—Qué lástima, no pudimos ir a la piscina ya que el cielo se oscureció —hablaba Dressler mientras abría la puerta—. ¿Qué haces con mis pastillas? —me preguntó extrañado.

 

—¿Son tuyas? —respondí mientras me levantaba de la cama.

 

—Sí, son mis pastillas para... —Se detuvo y se sonrojó—. Para el estreñimiento. —Se acercó a mi y me arrebató la tableta de pastillas—. ¿Buscabas algo? —preguntó tras mirar el desorden que había hecho en la habitación.

 

—Sí, estaba buscando algo —me limité a responder. Luego de unos segundos en silencio, decidí preguntarle sobre mis pastillas. Tal vez él las había visto y guardado en algún otro lugar—. Dressler, de casualidad... ¿tú no has visto otras pastillas aquí en la habitación?

 

—¡Claro! ¿Unas de color vino? Pero no te preocupes, ya me encargué de ellas.

 

—¿Qué dices?

 

—Sí, las pastillas, ya se las envié de regreso a mi tía.

 

—¿De qué estás hablando? No te entiendo —hablé confundido.

 

—¿Me estás preguntando sobre las pastillas que estaban en el armario?

 

—Sí, son mías, ¿qué las hiciste? —comencé a desesperarme.

 

—¿Eran tuyas? Ups, qué he hecho... —se tapó la boca con la palma de su mano. 

 

—¿Qué las hiciste Dressler? —elevé mi tono de voz y acerqué mi rostro enojado al suyo.

 

—Es que yo... pensé que eran las pastillas para las verrugas en la vagina de mi tía Carmela —sonrió nervioso—. Y ya se las envié por encomienda.

 

—¿Qué? Eres un estúpido —espeté muy enojado mientras me llevaba las manos a mi cabeza.

 

—Discúlpame, es que el empaque es idéntico al de las pastillas de mi tía. Pensé que me las había traído por error —mordió su uña—. Pero si me lo permites, yo puedo comprarte unas nuevas.

 

—¡No! —grité—. Eso no se puede reponer idiota, tú sólo causarme problemas, pareces un niño. —Tomé mi abrigo y los libros que tenía sobre el estante y salí furioso de la habitación, cerrando la puerta de golpe.



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En el texto hay: vampiros, muertes, sangre

Editado: 16.11.2019

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