Blood

Capítulo 26

Me encuentro tan adentrando en mis pensamientos que olvido por completo de que aún no he ingresado a la habitación, y Dressler me lo recuerda.

 

—¿Keyland, estás bien? 

 

—Tranquilo, no pasa nada. Sólo tomo un poco de aire. —Tomo una última bocanada de aire y posteriormente cierro la puerta, dejando un frío ambiente en la habitación. Esta noche será de alto riesgo, tendré que tener mucho cuidado y ser muy precavido. No quiero que termine en una tragedia—. Y bueno, ¿qué hacemos? —pregunto fingiendo interés, aunque en realidad no me interesa hacer nada.

 

—Traje algunos juegos de mesa, ¿no sé si te gustan? —me consulta Dressler mostrándome los juegos.

 

—Claro, juguemos un rato. 

 

Aunque realmente no quiero jugar, lo haré para mantener mi mente ocupada. No me agradan mucho los juegos de mesa, pero hoy tendré que hacerlo. El tiempo corre y las siete de la noche están cada vez más cerca. Cada segundo que corre, significa que mis impulsos están más cerca de sobresalirse, y mis venas lo saben, ya que siento como palpitan con gran intensidad queriendo resaltarse en mi suave piel blanca.

 

Nos sentamos en el suelo de la habitación y comenzamos a jugar un poco.

 

—¡Doce! Siempre me salen números altos —dice Dressler luego de mirar el número  mostrado por los dados.

 

Me encuentro más concentrado en mis pensamientos que en el juego. Trato de evitar que la tentación comience a llegar a mi cuerpo, pero me es inhabitable. Eso es imposible de impedir sin medicación en un vampiro.

 

—Dressler, ¿por qué mejor no vamos a dormir? —le sugiero para evitar alguna tragedia.

 

—No, no tengo sueño. ¿Acaso ya no quieres jugar porque te voy ganando?

 

—No, para nada. Es que estoy cansado.

 

—Bueno, podemos dejar el juego de mesa si quieres. ¿Por qué mejor no hablamos un poco? Así nos conocemos mejor —propone con su mirada llena de energía.

 

—Está bien —respondo dando un suspiro.

 

Nos levantamos del piso de la habitación y nos sentamos en otros sectores. Él se recuesta sobre la cama, mientras que yo me siento en el sillón color carmesí ubicado frente a la ventana que da la vista al bosque.

 

—Bueno, ¿con qué empezamos? —pregunta Dressler.

 

—No sé, dime tú qué quieres saber de mí. —Fijo mi mirada en la ventana que se encuentra frente a mí.

 

—¿Vives con tus padres? Bueno, ¿vivías con ellos antes de ingresar aquí?

 

—No, ellos murieron hace unos años —respondo con mi vista fija en el bosque, por la ventana se aprecia la oscuridad de la noche, la cual ya se ha apoderado de cada rincón del bosque, tan sólo la luz de la luna ilumina el sector boscoso.

 

—Qué triste, debes sentirte muy solo... —El silencio invade la habitación por unos segundos—. Yo perdí a mi madre cuando tenía siete años —dice Dressler triste.

 

—La vida es cruel —suspiro—. No entiendo por qué la muerte siempre se lleva a las mejores personas. Mis padres no le hacían daño a nadie, y supongo que tu madre tampoco.

 

—Yo también me he preguntado eso. Lo poco que recuerdo de mi mamá son cosas buenas. Ella siempre fue una mujer muy bondadosa y le gustaba ayudar a los demás, aunque nosotros a veces ni siquiera teníamos qué comer, y eso le molestaba a Richard, mi papá. —El silencio se apodera nuevamente en la habitación, hasta que Dressler vuelve a tomar la iniciativa del habla—. ¿Y cómo murieron tus padres? —consulta curioso—, digo, si se puede saber.

 

—Los asesinaron.

 

—Vaya... —Se queda callado—. Mi madre murió en un accidente de avión. Ella nació en Corea del Sur, el día de la tragedia iba para su país natal a visitar a su familia, pero el avión en el cual viajaba tuvo unos fallos técnicos y cayó antes de llegar a su destino. Mi padre se siente culpable de su muerte, ya que se supone que todos iríamos al viaje, pero ambos se pelearon y ella decidió ir sola.

 

—Es por eso que tu padre se mira muy extraño... 

 

—No sé a qué te refieres con eso, pero él dice que ya no le importa vivir. Cada día de su vida se culpa más por la muerte de mi mamá.

 

—Es una historia muy trágica —le digo sin mucha importancia mientras reviso la hora en el reloj de mi mano; son las siete en punto—. Será mejor que ya nos vayamos a dormir. —Trago saliva.

 

—No, todavía tengo mucho que contarte de mi vida, además no tengo sueño. —Sonríe—. Bueno, empecemos. Vivo con mis tías y mi abuela, bueno, vivía con ellas antes de venir aquí. Mi padre siempre se la pasa trabajando, así que la mayor parte de mi vida la he pasado con ellas.



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En el texto hay: vampiros, muertes, sangre

Editado: 16.11.2019

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