Blood

Capítulo 57

Me encuentro de pie en la entrada de la biblioteca, mirando fijamente a la señora Grace, y entre nosotros se encuentra el reguero de agua proveniente del rociador que la bibliotecaria ha dejado caer al suelo.

 

—Discúlpeme joven. Enseguida limpio todo —me dice con seriedad y apartándome la mirada.

 

La bibliotecaria empieza a buscar un pañuelo en los cajones de su escritorio para limpiar el reguero de agua que cada vez se expande más por el piso de ajedrez de la biblioteca. Yo camino lentamente hasta acercarme a su escritorio, y comienzo de una vez por todas con el confesionario.

 

—¿Está soleada la tarde, no? —le digo para meter conversación.

 

—Sí. —Se limita a responderme mientras se agacha y empieza a limpiar el líquido transparente que está en el suelo.

 

Me quedo mirando fijamente la escena. La mano de piel blanca de la señora Grace sostiene un pañuelo amarillo fosforescente, el cual desliza por el suelo constantemente para succionar toda el agua que hay regada. Es una acción totalmente normal y que no debería de darme ningún problema, pero mi maliciosa mente de vampiro le da un cambio radical. Ese líquido trasparente tan inofensivo llamado agua, en mi imaginación es espeso y de un color rojo muy profundo. Es sangre.

 

Grace no se encuentra limpiándolo, sino más bien sobre él, tirada, y el charco de sangre rodea a su cadáver. Al parecer la bibliotecaria está muerta. La han asesinado brutalmente. Los chorros sangrientos le salen disparados con gran intensidad de sus oídos y orificios nasales, además de su boca. Ella empieza a moverse lentamente, lo cual me hace pensar que en realidad no está muerta. Levanta su cabeza a duras penas y me deja ver su rostro. Sus labios se miran secos y fríos, y su piel adapta una textura muy débil, como de muerta, además de que parece derretirse, pero eso no es lo peor.

 

Sus cuencas oculares están vacías. No tiene ojos, pero sí un gran hueco espacioso del cual le llora sangre a más no poder. La mujer empieza a reír levemente, pero luego esa pequeña risa se transforma en grandes y graves carcajadas, lo cual hace que su boca se abra de gran forma y que su risa tenga un tono diabólico. El jolgorio es tanto en ella que la risa empieza a ahogarla y a dificultarle su respirar, así que empieza a toser con demasiada intensidad hasta que de su interior salen expulsadas dos pelotas blancas, acompañadas de un poco de sangre y saliva. 

 

Son sus ojos. 

 

Esas dos esferas avanzan hacia mí  rodando lentamente y se detienen cuando chocan con mis zapatos. En eso, escucho una voz que me hace reaccionar, así que sacudo mi cabeza para eliminar esa sangrienta escena de mi mente. Cuando vuelvo a normalizar mi estado, me entero de que esas pelotas que creí que eran ojos humanos no son nada más y nada menos que dos aretes circulares de color blanco.

 

—¡Muchacho! —brama la bibliotecaria.

 

Tallo mis ojos rápidamente y trago saliva. Levanto mi mirada del suelo y se la dirijo a la señora Grace. Al parecer ya ha limpiado el agua que estaba regada en el suelo y ahora se encuentra de pie, en medio de la biblioteca.

 

—¿Ah? —respondo, desorientado.

 

—Discúlpeme por gritarle y tirarle mis aretes, pero desde hace rato le hablo y no me escucha —pronuncia con seriedad luego de aclarar su garganta.

 

Me agacho y tomo ambos aretes y los miro con detenimiento. Tan sólo son dos comunes e inofensivas pelotas. Es sorprendente pensar cómo mi mente es tan perversa en transformar algo tan simple en una cosa tan macabra. 

 

Camino hasta donde Grace se encuentra y se los entrego.

 

—Gracias —musita mientras se vuelve a colocar los aretes—. Le preguntaba que qué necesita.

 

—¿Yo? —pregunto, señalándome.

 

—Sí, usted.

 

Todavía me encuentro algo tonto y sorprendido con lo increíble, pero a la vez maldita, que es mi mente. Es inigualable como puede recrear una escena tan vil y sangrienta en mi cabeza basándose simplemente de una señora limpiando un charco de agua. 

 

—Eh... bueno, yo... necesito un libro —tartamudeo a duras penas.

 

—¿Un libro? —La señora se mira sorprendida por mi comportamiento—. ¿Qué libro?

 

—El libro de Biología de la profesora Marie Potter —digo, esta vez sin interrupciones.

 

—¿De Biología? —me pregunta. Yo afirmo con la cabeza—. Ese aún no ha llegado. Ya me avisaron que hubo un atraso y que llegará mañana en horas de la tarde. 

 

La bibliotecaria se mira muy tranquila y serena, todo lo contrario a mí, y también todo lo opuesto a lo que yo imaginé. Mi idea al venir aquí era ser el dueño de la conversación y tratar de intimidarla hasta sacarle la información que ocupo, pero ese estúpido pensamiento que he tenido me ha volcado el plan. No es que la escena me haya sorprendido por su maldad, ya que he visto e imaginado cosas peores, lo que más me afecta es la sangre que vi en él. Se veía tan espesa, tan dulce, tan deliciosa... Ya van dieciocho años absteniéndome a probarla, y creo que no podré resistir mucho más tiempo. 



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En el texto hay: vampiros, muertes, sangre

Editado: 16.11.2019

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