Richard Gärtner traga profundo al escuchar mis palabras, ya que no se las esperaba, y, a decir verdad, yo tampoco pensaba decirlas. Luego se prepara para responder ante lo que yo le he dicho.
—¡Gran chiste, joven! —dice, dándome una palmada en el hombro con mucha fuerza. Siento su mala vibra al tocarme—. Aunque creo que no deberíamos bromear en una situación como ésta. Es algo muy grave. —Finge una sonrisa nerviosa. De su frente chorrean algunas gotas de sudor—. Y, con respecto al hombre, no tienen por qué temerle. Él no estudia en esta universidad.
—Creo que ya me estoy sintiendo mejor. —Dressler respira aliviado.
—¿Y qué fue de él? —pregunta Keren, pensativa—. ¿Cómo se llama? Digo, debemos estar alertas por cualquier cosa que nos resulte sospechosa y estar bien informados para saber qué hacer.
—¿Su nombre? —Rasca su nuca—. Eh... eh... ¡Frederick! Sí, Frederick Werner. Eso fue lo que dijo la señora Teressa. —Sonríe—. Y en cuanto a él, según las declaraciones, se suicidó luego de haber cometido el asesinato.
—¿Se suicidó? —pregunta Luck. El conserje afirma con la cabeza.
—Pues qué extraño que no hayan encontrado su cuerpo, si es que se suicidó —opino.
El hombre de cabello rojo me dirige su mirada penetrante. Puedo notar que está furioso, pero trata de contenerse apretando sus dientes con gran intensidad y cerrando su puño con mucha fuerza. Su rostro está enrojecido y se nota que está acumulando la cólera en su interior, así que todos lo miramos extrañados. El conserje hace un intento por hablar, pero antes se frena y nos muestra una dulce, para mí falsa, sonrisa.
—Eh, sí, creo que fue porque el joven se suicidó en las afueras de la universidad. —Vuelve a mostrarnos una sonrisa nerviosa—. ¡No! Más bien, creo que la directora dijo que los policías lograron capturar al señor Frederick.
—¿Policías? ¿Cuáles policías? Yo en ningún momento vi a ningún policía en la universidad —comenta Keren, poniéndolo nuevamente incómodo.
—Sí vinieron, pero fueron lo más discretos posible. Ya saben como son esas rivalidades entre instituciones. La directora Teressa le pidió a los oficiales que fueran lo más cautelosos que pudieran, ya que no quiere que nadie externo de la universidad se dé cuenta de la muerte de Judith Dohman. Sería una bomba en toda Berlín si se enteran de que ha ocurrido un asesinato en una de sus mejores universidades, y las otras instituciones se aprovecharían de ello, obviamente.
—Es inteligente la mujer por lo menos. —Keren opina al respecto.
—Pero bueno... Ya no hablemos más de esos temas. Lo importante es que ya no tienen nada que temer. Están a salvo. —Frota sus manos mientras nos muestra una sonrisa poco convincente para mí, pero parece que muy satisfactoria para todos—. Mejor hablemos de su próxima visita a la piscina. No han vuelto desde aquel día que ingresaron a la universidad. Recuerden que ya pronto vendrá el frente frío y perderán la oportunidad.
—¡Sí! Quiero tomar el sol cuanto antes y disfrutar del agua como una sirena. ¡Qué delicia! —exclama Keren, extendiendo sus brazos y cerrando los ojos para fantasearse con lo que ha dicho.
—Debemos aprovechar los últimos días de calor que nos quedan —dice Luck.
—Deberían, ya que luego se arrepentirán si no vienen. —Richard se mira muy insistente en que todos asistamos, lo cual me resulta extraño—. Además, recuerden que todos están invitados. Inclusive la joven pelirroja que tienes a tu lado, hijo, y que por cierto no me has presentado.
—¿Hablas de Mónica? —pregunta Dressler con nerviosismo—. ¡Sólo es una amiga, papá! —dice, rascándose la nuca.
—Pero eso es por ahora, mi querido hijo. Ya estás en edad de tener novia y creo que vas por buen camino. —El conserje observa a Mónica fijamente mientras lame sus labios, mostrándole una mirada algo sádica, que ella claramente capta, y se muestra bastante incómoda ante la situación.
—¡Chicas, además podríamos broncearnos! —le grita Keren a Mónica y Ámbar mientras da brincos, saliendo del silencio lleno de miradas que estuvo predominando por uno segundos—. Así seremos la envidia de las demás mujeres en la Fiesta de Bienvenida. —Envía su cabello a su espalda.
—¿Broncearnos? —habla Mónica, confundida—. ¿Pero como nos vamos a broncear? Para eso debemos usar, ya saben... "bikini". —La pelirroja se sonroja.
—¿Y qué? —consulta Keren.
—¡¿Cómo vamos a usar traje de baño enfrente de ese señor?! —exclama mirando con disimulo al conserje—. ¡¿Y de los demás chicos?! —agrega y traga saliva.
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Editado: 16.11.2019