Abro los ojos de golpe al escuchar el estridente sonido de el despertador. Mi corazón se acelera al darme cuenta de que es la cuarta alarma que he ignorado. Me incorporo de un salto, sintiendo una mezcla de frustración y pánico mientras miro la hora en mi teléfono. ¡No puede ser! Estoy tardísimo.l
Sin perder un segundo, me lanzo fuera de la cama y comienzo a moverme a toda prisa por mi pequeño apartamento. La adrenalina corre por mis venas mientras me apresuro a ponerme la ropa, apenas prestando atención a si combina o no. Me pongo los zapatos sin atarlos correctamente y agarro mi mochila, llenándola con todo lo esencial para el día.
Salgo corriendo de mi edificio, saltando escalones y esquivando a vecinos somnolientos que se preguntan qué demonios está pasando. El viento fresco de la mañana choca contra mi rostro, recordándome lo poco preparado que estoy para enfrentar el día.
Mis pies golpean el pavimento con fuerza mientras atravieso las calles, tratando de acortar distancias en cada zancada. Miro desesperadamente el reloj en mi muñeca y siento el tiempo escaparse entre mis dedos.
-Carajo!- Grito mientras me agachó rápidamente para agarrarlo.
Finalmente, llego a la puerta de la COEF, jadeando y sudando profusamente. Mi respiración agitada se mezcla con los latidos desbocados de mi corazón. Aunque estoy exhausto, una sensación de alivio me invade al darme cuenta de que he llegado justo a tiempo.
Respiro hondo, tratando de recuperar el aliento, antes de entrar al edificio y enfrentar el día que me espera. Sé que tendré que lidiar con las consecuencias de mi retraso, pero al menos he logrado llegar. Y ahora, con un poco de suerte, podré recuperarme y enfrentar lo que sea que esté por venir.
Empiezo a caminar en puntillas tratando de no hacer ruido pero la suerte no está a mi lado, veo a mi madre con su traje de general en medio del pasillo con los brazos cruzados mirándome como si quisiera matarme. Trato de evitarla pero antes de que de un paso hacia atrás la mujer ya me habla
-Llegas tarde- Su tono frío hace que un escalofrío recorra mi cuerpo
-Lo se mama, pero..- me interrumpe
-General Blackwood para ti. El ministro te busca- sin decir nada más, se da la vuelta y se va como si se hubiera esfumado
Suelto un quejido de frustración y voy hacia la oficina de mi padre. Al entrar lo veo sentado revisando algunos papeles, al levantar la mirada sus ojos azules como el mar que heredamos mi hermana y yo me analizan de arriba a abajo.
-Por que no tienes tu uniforme?- Pregunta mientras yo me siento.
-Llegue tarde- asiente pero noto como la furia empieza a apoderarse de él.
-Genial. Cambiando de tema, La Capitana Ashley Blackthorn está embaraza, lo que afecta a la Misión "Fiesta".
-Que tengo que ver yo en eso?- mi corazón se acelera al entender lo que me quiere decir.
-Ya no irá la Capitana Blackthorn, irás tu- cierro los ojos un momento cuando el medio empieza a consumirme por dentro.
-Papa me estás llevando a la boca del lobo, Sabes que ese lugar estará lleno de todas las Mafias posibles.- El miedo se nota en mi voz
-no me importa París, Si logras hacer la Misión tendrás un logro para sobresalir
-Soy una de las mejores tenientes de el COEF
-No quiero que seas una de las mejores, quiero que seas la mejor. Si no eres la mejor te verás débil y en este mundo, se comen a los débiles. Tu hermana es Coronel con solo 22 años mientras que tú tienes 19 y ni capitana puedes llegar a ser.- Suspiro con decepción al darme cuenta que volvió a meter a Nessa.
-yo no soy Nessa.
-Claro que no, eres París, la Maldita decepción de esta familia. Yo llegue a ser Ministro con solo 30 años, tu madre general con 28 años, y Nessa es Coronel con 22 años, mientras que tu, eres una jodida teniente buena para nada de 19 años.
Las palabras de mi padre resonaron en mis oídos como un eco desgarrador. Sentí cómo mi pecho se apretaba y mi respiración se volvía agitada. Cada palabra pronunciada era como un golpe directo a mi corazón, una herida que se abría y sangraba sin cesar.
El dolor se extendió por todo mi cuerpo, como si cada célula estuviera impregnada de tristeza y desilusión. Mis ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con desbordarse, pero me obligué a contenerlas, a no mostrar debilidad frente a mi padre.
En ese momento, sentí que mi valor y autoestima se desvanecían. Me sentí pequeño e insignificante, como si todas mis esperanzas y sueños se hubieran desvanecido en un instante. ¿Cómo podía ser la decepción de la familia? ¿Qué había hecho para merecer esas palabras tan hirientes?
El peso del dolor era abrumador, como si llevara sobre mis hombros el peso de todas las expectativas y sueños rotos. Me sentí atrapado en un mar de emociones contradictorias: tristeza, ira, frustración y confusión. No sabía cómo reaccionar, cómo lidiar con esa avalancha de sentimientos que amenazaba con consumirme por completo. En medio de los pensamientos la voz de mi padre me interrumpió
-Atrevete a llorar, te reto- sus palabras frías solo lograban que mis lágrimas aumentarán más, trate de soportar tenerla en mis ojos.
-Permiso para retirarme- si no me largo de aquí empezaré a llorar delante de mi padre.
-concedido.- Apenas habla yo ya estoy en la puerta de salida pero su voz me interrumpe
-Recuerda la Misión, que llores no hará que sienta pena por ti- cierro los ojos mientras abro la puerta haciendo que las lágrimas lleguen a mis mejillas.
Esto será una completa mierda.
Editado: 26.11.2023