"La luna esta apunto de tornarse carmín, nuestro re-encuentro será pronto, y espero verte tan deslumbrante como el día en el que te conocí"
El papel crujio levemente al ser arrugado por las delgadas y pequeñas manos de la femina, quien con una mueca de enfado, convirtió la nota en una bola para luego incendiarlo. Tomo el sobre de donde lo había sacado, el cual no tenía un remitente, sin embargo, sabía perfectamente de quien trataba.
Solo una persona podría ser tan dramática y anticuada como para hacer una carta en este siglo. Tomandose tiempo para calentar cera y vaciarla en el papel del sobre, para luego sellarla con su escudo. Se levanto de su acolchonada silla, mirando a través de la gran ventana lo bella que era luna, meditando lo que acababa de leer. Pronto, el aniversario de aquel suceso comenzaría con el eclipse lunar, cuando el astro se tiñera de sangre.
Aquella fecha le traía sentimientos amargos, su alma se llenaba de odio y desdicha en ese día en especifico, ella siendo un criatura de la oscuridad, un ente demoniaco, no podía evitar soltar lagrimas y alaridos de tristeza en el aniversario de la luna sangrienta y lo que este conllevaba.
Cerró las gruesas cortinas de su ventana bruscamente, alejando aquellos pensamientos de su mente y, evitando así que la tenue luz de luna entrará por la misma, la puerta fue golpeada levemente, seguido por una voz pidiendo el pase.
-- Adelante, Akihiko - permitio la mujer, regresando a su asiento detrás de la mesa de cristal tecnólogica -
-- Con su permiso, mi señora - dijo.
-- ¿Qué traes para mi ahora? - cuestiono.
-- El invitado que hemos traido esta haciendo alboroto en la sala de estar - contesto de forma neutral, sin mostrar un atisbo de preocupación - Exige su asistencia a la reunion -
La mujer suspiro sin más, levantandose de la silla para comenzar a caminar hacia su asistente de mayor confianza, haciendo sonar el tacon de punta sobre el piso de madera.
-- De acuerdo, ire a recibir a nuestro invitado -
El chico más alto que ella cerro la puerta de la oficina, y la siguio hasta el lugar indicado, aun con un rostro neutral. Al llegar a la sala de estar, el invitado de honor esperaba sentado en una silla hecha de plomo, atado de manos y pies en esta, con el rostro lleno de sangre a causa de los constantes golpes y cortes que recibía por parte de sus subordinados. No dejaba de gritar que queria hablar con su jefe, recibiendo a cambio la garra de uno de sus subordinados, causando un gran herida en su rostro, la cual dejaría una cicatriz seguro.
-- Asi que tu eres quien esta haciendo escandalo - toda actividad se detuvo en cuanto su suave voz se escucho en el salón - Bien, Señor policia, aqui estoy como lo solicito - sonrío ante el rostro asustado que mostraba el hombre humano - ¿Hablará conmigo? -
Sus ojos comenzaron a brilla en un intenso carmín con un leve brillo dorado, sus pupilas se volvieron rasgadas, intimidando aún más al humano. Un humano, sirviendo a la sociedad como un agente policiaco, aparentemente los altos mandos no aprendían de errores pasados, donde los sentimientos asociados con el miedo, y la cobardía conjuntos a lo poco agraciados en fuerza y agilidad, tan solo provocaban muerte al no ser capaces de tomar decisiones concretas y lógicas, guiandose de su absurdo sentido de la justicia corrupta.
La expresión del hombre castaño poco a poco se iba trastornando en una de absoluto terror y arrepentimiento, ¿De qué? Pronto lo sabrá, sonrío ante el policia, dispuesta a hacerlo cantar hasta sus más grandes miedos.
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-- ¡AAHH! -
Los alaridos de dolor aumentaban conforme pasaba el tiempo, entre más callaba mayor dolor sentía, sin la necesidad de instrumentos de tortura la única mujer en la sala le hacía sangrar a charcos, pronto caería en la inconsciencia. Y, de pronto, el dolor se detuvo, la mujer frente a él miraba fijamente sus largas uñas llenas de sangre; sonrío para luego mirar directamente a los ojos.
-- Tu - escucho la voz de la femina distorsionada - Eres un simple humano sin gracia, ¿Como es que tienes derecho a ser oficial? ¿Por qué tienes más derechos que un demonio? ¿Como pudiste ser capaz de lastimar a uno de mis hombres? - claro, de eso se arrepentía.
-- Porque... - hablo en susurros - No... somos... seguidores de... Lucifer - sonrío con burla - Somos... hijos de... Dios -
Sin previo aviso la carcajada limpia de la mujer se escuchaba por toda habitación, mofandose de su valiente respuesta, para ella eran palabras sin sentido.
-- ¿Dios? - se río un poco más - Abre los ojos humano, estas en un mundo completamente diferente - extendio sus brazos hacia los lados - ¡Dios abandono este planeta por completo, los humanos son simples criaturas que creen ilusamente que valen algo! ¡¿DIOS?! ¡Donde esta él ahora! - continuo riendose de los desvaríos del hombre moribundo frente a ella - Observando como uno de sus "hijos" es masacrado en nombre de la "Justicia" - hizo comillas enfatizando la última palabra.
-- Bueno, dejemos de jugar ¿Quieres? - sonrío de forma maquiavelica, dejando a la vista sus colmillos, cambiando por completo ante aquel hombre - Me dirás lo que quiero saber, a menos, que desees morir a manos de un "seguidor" de Lucifer -
La habitación se volvio completamente oscura, ni siquiera sabía si sus ojos estaban abiertos o cerrados, no lo graba ver ni sus propias manos.
"Comencemos con el interrogatorio, ¿Quieres?"
Escucho la voz de la mujer, pero no laveía por ningún lado, todo era negro. Una leve risa se escucho antes de la primera pregunta.
"¿Quién te envío?"
Ah, enviar, es verdad, lo habían enviado a "arrestar" a la personas que se suponía realizarían un intercambio de "bienes" no legales. No respondio, y la consecuencia llego en forma de una garra atravesando su cuerpo, haciendo que escupiera sangre, asi como hacerle sentir un dolor intenso en su pecho.