Blue Death

Capítulo 3

Era incapaz de reaccionar. Jack la estaba besando... ¡Lo estaba haciendo! La besaba con amor, algo que ella nunca había sentido. Era una sensación extraña y nueva, algo que, aunque no quisiera aceptarlo, le gustaba.

Se alarmó, aquella no era ella. Esos pensamientos nunca habían pasado por su cabeza. No podía permitir que un chico que apenas conocía pudiera manipularla de una forma tan descarada. Así que, furiosa, lo apartó y alzó su mano para estamparla en su mejilla.

El silencio se instaló en la sala. Jack la observaba estupefacto, era la primera vez que lo rechazaban y aunque no lo quisiera admitir eso le había dolido y Tyler se había deslizado discretamente cerca de la ventana, intentando evadir aquella incómoda situación.

—¡Cómo te atreves! —exclamó furiosa—. ¿Quién te crees que eres para besarme?

—¿Qué? —murmuró Jack, aún sorprendido, intentando asimilar la situación

—¡No te hagas el estúpido!, ¡cómo te atreves a besarme!, ¡no nos conocemos de nada! Vienes aquí haciéndote soltando tu estúpido numerito y... ¿esperas que te siga el juego? Supongo que estarás acostumbrado a que te funcione con todas —rio amargamente—. Me quiero a mi misma y nunca me rebajaría a ser una más de tus putillas ni mucho menos una grupee —dijo ella resoplando enfadada y luego añadió—: ¡Eres un auténtico imbécil!

Jack parecía afectado, estaba abochornado. Sus ojos grises se habían oscurecido, parecían dos tormentas a punto de estallar. Tyler, que al escucharla se había acercado con temor, apoyó su mano en el hombro de Jack, dándole un buen apretón. Los dos intercambiaron miradas, parecía que estuvieran hablando entre ellos, pero ninguno de los dos emitía ningún sonido.

Y entonces recordó. Eran hombres lobo, licántropos. Hombres que eran capaces de transformarse en animales, aunque algunos ya lo fueran en persona, con un único objetivo: la manada. No era de extrañar que existiera una extraña conexión entre ellos. Su mentor ya le había comentado que era posible que estos tuvieran alguna capacidad telepática entre ellos, aunque la mayoría lo hicieran inconsciente mente. Sin embargo, no era algo que se supiera a ciencia cierta, ya que estos solían ser muy reservados con todo aquello que pudiera intervenir con la manada.

Y era normal. La telepatía era un diminuto punto de la magia espiritual, ya casi inexistente, en un mar hecho de los otros cuatro elementos más comunes: fuego, tierra, viento y agua. El elemento espiritual era tan escaso que se llegaba a matar por conseguir cualquier cosa que pudiera contener alguna pizca de esa esencia o que pudiera estar relacionado con esta. Una vez de pequeña le contaron que hacía muchísimos años atrás el elemento espiritual abundaba en todo el mundo. Este no era un elemento raro ni mucho menos escaso, es más, este elemento solía abundar en todos los cuerpos. Sin embargo, a medida que la religión cristiana se propagó y adquirió fuerza se empezó a afirmar que este era un elemento maligno. Un elemento que debía ser destruido en la tierra. Sus sacerdotes, alegando que estas eran acciones de Dios, empezaron a cazar a todos aquellos que poseían este elemento. Solían llamarlos "brujos". Eran quemados, mutilados, envenenados (en el mejor de los casos), solían torturar a aquellos que eran diferentes a ellos, y toda la humanidad los apoyaba. Sin embargo, lo que muchos no sabían es que luego de esas atrocidades los sacerdotes solían utilizar los restos de estos seres para fabricar la conocida agua vendita. Era terriblemente irónico que su querida salvación, su tan estimada agua de Dios, fuera creada con los restos de aquellos que predicaban ser producciones del mal. Y eso se daba, porque en lo más profundo de sus mentes...ellos sabían que esas personas eran su única salvación contra el mal.

Aquellas personas fueron extinguiéndose, y las pocas que sobrevivieron eran perseguidas y vendidas en el mercado negro, como "fábricas de agua bendita". Fueron torturadas, violadas, mutiladas... lo aprovechaban todo desde sus fluidos corporales, como el sudor o la sangre, hasta su propia carne o cualquier objeto que hubiera estado en contacto con estos. Todo valía para conseguir agua bendita. Ella misma lo sabía, lo había sufrido en sus propias carnes durante sus primeros años de vida. Para ella eso fue una de las torturas más brutales que tuvo que aguantar y por eso nadie debía de saber quién era ella. Nadie.

Una suave caricia deslizó delicadamente por su mejilla, limpiando la pequeña lágrima rebelde que descendía por esta. Sus recuerdos habían conseguido perturbarla y aflorar su lado más sensible. Alzó la mirada encontrándose con un par de ojos del color de la labradorita y un sentimiento de compasión que la atraía. Jack sonrió levemente y se alejó. Dejando un gran vacío que nunca admitiría. Debía seguir siendo fuerte.

—Lamento haber sido tan impulsivo, sé que no debes de entender nada, que todo esto es nuevo para ti. Pero quiero... —Jack hizo una mueca de dolor, Tyler le había dado un buen codazo. Suspiro y prosiguió—: Nos han notificado que en un par de días te darán el alta. —Sus ojos se posaron inquisidoramente sobre ella, como si intentara averiguar que se escondía en su mente.

—Bien. —Ella asintió, era una buena noticia.

—Enserio... no sé cómo decirte esto... — Jack se llevó las manos a la frente, parecía realmente frustrado—. Supongo que la razón por la que te encontramos en el bosque no es porqué te perdiste en un viaje familiar, ¿no? —inquirió observándola atentamente mientras se removía nerviosa en la cama. Eso era lo que había temido hasta ahora—. Si ese es el caso... nos gustaría mencionarte que aquí, en esta manada, puedes quedarte el tiempo que quieras. No eres la primera, ni la última, que huye de su anterior vida y se refugia en el bosque. —Sonrió de lado.




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