Resulta contradictorio el hecho de que en estos momentos, indiferente a mis gustos usuales, prefiera estar entre la gran cantidad de adolescentes que ocupan la secundaria a un espacio solo y tranquilo.
Todo iba bien mientras salía de mi cama y me alistaba para ir al colegio. Fue cuando tomé asiento la moto que me sentí observada. Ese sentimiento no se fue hasta que me confundí entre la marea de estudiantes que, o bien vienen a perder el tiempo, o bien se esfuerzan para sacar del estudio un buen futuro.
La noche anterior me la pase leyendo todos los diferentes documentos de la carpeta que me dio Alan.
Resulta que no soy sólo dueña de todo Rayo Nocturno en el mundo de arriba y de abajo. Existen propiedades enormes —las revise por internet—, que también son mías. Además una cuenta con ingresos inimaginables, entre otro tipo de materialismo que me convierte en multimillonaria, aunque mi padre todavía posee dinero hasta para ir al otro lado del mundo.
Firmé que tenía conocimiento de mis posesiones, pero no que me iba a hacer cargo de todos los "negocios" que son atendidos por Alan —y muchos más que Rayo Nocturno—. No lo hice porque tengo diecisiete años. No voy a meterme en líos de negocios, al menos no ahora. Tampoco tengo problema en que Alan se lleve una parte de las ganancias, es lo justo.
Mamá lo planeo todo tan malditamente bien...
Me molesta.
¿De qué me sirve todo ese dinero si ella no está aquí para mí, o para papá? No quiero dinero, tampoco necesito propiedades ni nada de eso. ¿Es que no entendía que lo más importante para mí era ella? Papá pudo haberla ayudado, juntos pudieron vencer a lo que sea que tuviera que enfrentar. Además, una parte de mi herencia es perteneciente a papá, sólo que él no lo sabe, por supuesto.
Muerdo mi labio inferior buscando el libro de francés en el casillero, no tengo idea de dónde lo deje. Para empezar, no sé porque Wissel nos hizo comprar un libro que ni siquiera utilizamos.
—Blue.
—Bolton —reconozco a la perfección la voz del mariscal de campo.
—¿Lo haremos el día de hoy?
—¿Hacer qué? —frunzo el ceño, recostándome en el casillero de al lado al tiempo que poso mis ojos en los suyos.
Es agradable y listo. Un perfecto mariscal de campo si me lo preguntan, también tiene un físico de atleta y súper modelo, pero no estoy interesada.
—El ensayo del libro de amor que nos mandó a leer la maestra de literatura, el día de ayer llamé a tu casa y tu papá me dijo que no estabas.
—Me surgió un inconveniente, lo siento, y lamento no haberte llamado.
—No hay problema, pero deberíamos terminar ese ensayo hoy —alguien llama a su nombre a lo lejos pero hace caso omiso de ello frunciendo el ceño con evidente disgusto. Esa es otra razón por la que me agrada, le disgustan los idiotas. Un total problema para el mariscal de campo de los Monsters cuando la mitad de sus jugadores presentan ese problema.
—Puedo ir yo a tu casa esta vez para evitarte la caminata.
—Sería mejor encontrarnos en el Cafee Break esta noche.
—¿En la noche?
—Tengo práctica hasta las seis ¿Te parece a las seis y media en el café? —muerdo mi labio inferior mientras me decido.
Aunque las noches siempre me han gustado, ahora soy acechada por sombras y criaturas que buscan hacerme daño.
—Está bien, nos vemos ahí.
—Genial. Te dejo, tienes compañía —giro sobre mis talones encontrándome con Reynolds. Bolton le regala un asentimiento a manera de saludo—. Ah, una cosa más, ¿Te importaría ser mi compañera en la clase de química?
—Creí que Casey McAllen era tu compañera de química.
—¿Te gusta trabajar con el tonto de Richard y sus estúpidos intentos de ligar contigo?
Maldición, no. Más de una vez tuve que aguantarme sus asquerosos chistes estúpidos. La única razón por la que no he pedido un cambio es porque a pesar de que es un total imbécil en química, su fuerte es el campo. Si pierde química, pierde su puesto en el equipo. Claro que ya he pasado suficiente tiempo con él.
Arqueo una ceja en dirección a Bolton.
—Pensé que los chicos babean por Casey McAllen.
—Es difícil ponerme a babear por alguien que puede hacer explotar una bomba en mi rostro al preocuparse del maquillaje —observa la hora en su reloj de muñeca—. Nos vemos en química a la última hora —dicho esto, se aleja girando al pasillo izquierdo.