Dejo el lapicero color azul a un lado. En su lugar, recuesto mi espalda en el asiento. Expulso un suspiro, decidiendo incorporarme.
Abro la laptop, guardo el ensayo que escribí y compruebo que efectivamente lo haya mandado al correo del profesor.
Todo en orden.
Dos toques provenientes de mi ventana me ponen al cien; sin embargo, cuando veo de quien se trata esbozo una sonrisa llena de extrañeza.
Me levanto, abro la ventana y Reynolds esboza una sonrisa dejando salir un audible "Hey" antes de adentrarse en mi habitación.
Cierro la ventana, descubriendo a Reynolds inspeccionando mi habitación. A pesar de que me considero una persona organizada una parte de mí siente la necesidad de ver que no haya dejado ningún tipo de prenda en el suelo. Lo último que necesito es un sostén a la vista.
—Creí que ya habías entrado a mi habitación antes, de esa manera se infiltraron en mi casa una vez ¿Recuerdas? —trato de hablar para que retire la vista de la foto que tengo en mi mesita de noche con mamá y papá. Tenía cinco años en esa foto, no es que me moleste que la vean, sólo que no estoy acostumbrada a ello y me saca de balance.
Tomo asiento en mi cama con tranquilidad. Minutos después me sigue, dejando su mochila a un lado.
—Ese día Tiffany se adentró aquí y nos abrió desde afuera —se encoje de hombros con desinterés—. ¿Decidiste pintar las paredes de azul?
—Las paredes ya estaban de azul desde que llegamos. Ha pasado una hora desde que salimos de la escuela ¿Qué haces con esa mochila?
—Fui con Liam y Rowan a Rayo Nocturno, luego volví, eso es todo.
—¿Y Qué es lo que haces aquí?
—Logan me contó lo de la espada —asiento. Se recuesta en mi cama con tranquilidad, como si no fuera la primera vez que está aquí. Unos cuantos mechones de cabello le caen por el rostro, no deja de mirarme en todo momento como si se tratara de una especie de competencia—. ¿Qué es lo que piensas hacer?
—¿Qué es lo que se supone que haga?
—No vas a esperar —afirma.
No, no lo voy hacer. Iré dentro de unas horas a los portales para dirigirme al mundo Pounder, luego, pagaré para entrar a una de esas salas de investigación y buscaré como adentrarme al sistema de la Organización dentro o fuera de ella.
—Hay que esperar hasta que logren hackear la base de datos —estoy segura de que les tomaría más de un año— y luego ver qué hacemos con la información. Tal vez nos diga en dónde encontramos la espada o, en todo caso, averiguar si nos sirve o no para lo que necesitamos.
—¿Hablas enserio? —arquea una ceja a manera de desafío. El maldito luce arrogante y atractivo hasta la mierda.
Levanto la barbilla en igual signo de arrogancia.
—¿Ves que esté bromeando?
Mantenemos nuestra mirada por unos segundos. Una sonrisa socarrona se plasma en su rostro.
—No te molestará entonces ayudarme con las tareas.
—¿Qué?
—Que si quieres, ya que solo vas a esperar, puedes ir adelantando cada una de mis tareas, luce como si tú ya hubieras acabado con las tuyas —hace un además a mi escritorio ordenado. A continuación, se incorpora de nuevo para tomar asiento.
—Está bien —su mirada por poco hace que estalle en carcajadas—. Está bien, te haré las tareas. Pero tengo una condición: diez dólares cada una de ellas.
Una ligera sonrisa curva sus labios al mismo tiempo que dos hoyuelos surgen a cada lado de sus mejillas. Se inclina hasta mí con la misma sonrisa pícara y me doy cuenta de lo que estamos haciendo.
No estoy, no estamos...
—Descarada, Diamond.
—Creí que era Rayo de Luz.
—Creí que no te gustaba.
—Y yo creí que serías mucho más inteligente —coloco una mano en su pecho tomando espacio entre los dos. Un trueno resuena con desde el cielo. Me gusta, podría decir que se acopla a mí.
Me levanto de la cama cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Te ayudaré con las tareas pero tienes que bajar por la ventana, tocar la puerta delantera y esperar a que te abra.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque papá está abajo, y no creo que le agrade la idea de que un muchacho que no conoce entre por mi ventana sin su consentimiento.