39. Descanso de todo...

—Está lloviendo Blue.

—No papá, el cielo tiene ganas de orinar desde hace días y hoy nos bendice.

—Iba a preguntarte si querías que te llevará pero ahora prefiero que el cielo te orine encima.

—Si el cielo no orina podría producirse una sequía ¿Entiendes? El suelo necesita que el cielo orine.

—Tanto como tú necesitas un cerebro de sobra.

—Que gracioso —ruedo los ojos—. ¿Me llevas? —cuestiono, esbozando un puchero que lo hace reír.

—Pensé que querías que la lluvia te bendiga —ríe ante mi cara de pocos amigos antes de asentir. Se enfunda en su saco al mismo tiempo que cuelgo la maleta en mi hombro—. Vamos, Blue.

Papá entra en el asiento del piloto y yo en el del copiloto para luego arrancar.

—¿Has pensado en trabajar en la empresa conmigo para comprarte un auto? —pregunta, dedicándome una mirada.

Sacudo mi cabeza en negativa.

—Me siento bien con mi moto, no tengo ningún problema en caminar con una sombrilla en mano al colegio.

La moto la conseguí con mi propio esfuerzo. No fue regalo, ni nada por el estilo. Trabajé en la empresa de papá en varios oficios, desde hacer aseo hasta ser su asistente aunque él ya tiene un asistente. Al obtener mi moto me sentí bien, no se habría sentido igual si hubiera sido un regalo.

Mi vista va a unas gafas de sol moradas de lente con forma redonda. Arqueo una ceja hacia él, quién se limita a encogerse de hombros como si no supiera de dónde han salido. Las tomo, colocándomelas.

—Nada mal, te las voy a robar el día de hoy, tal vez mañana y pasado mañana también.

—A veces me pregunto con qué valores te eduqué.

Detiene el auto, pues ya hemos llegado. Muchos de los alumnos afuera con sus paraguas voltean a vernos. Papá me pasa la sombrilla.

Dejo un beso en su mejilla a modo de despedida antes de salir.

Camino a la clase de trigonometría, no he tenido problemas con la profesora y, en todo caso, ahora cada vez que la veo me la imagino con el director después de aquella asquerosa y fatídica noche.

—Tu obsesión por las gafas de sol debería ser investigada —comenta Rowan en el asiento a mi lado.

Guiño un ojo en su dirección.

—Se me ven mejor que a ti en cualquier caso —él rueda los ojos con una sonrisa en sus labios.

Todo el día escolar pasa rápido. Almuerzo en casa de Dylan, su madre hace una deliciosa comida, jugamos videojuegos un rato y después caminamos a los por portales.

Nos adentramos a la mansión para encontrarnos con un Dean sentado y con cara de fastidio en su rostro.

Le dio la malparidez.

—¿Qué mierda te pasa? —pregunto, el rubio dirige una mirada a Gwen nada agradable.

—Gwen intento coger la espada con un guante al que le habíamos puesto una poción, no resultó, soltó la espada y cayó en mis pies.

—Ya te dije que no era mi intención que sucediera —murmura la peli azul.

—¿La levantaron?

—Si, claro, la levantamos con pinzas que se utilizan para tocar algo tóxico —espeta Dean lleno de disgusto.

Muerdo mi labio inferior, percatándome que el objeto sigue en el suelo y nadie lo ha tocado. Expulso una bocanada de aire caminando para tomarlo en mano.

—Es malditamente raro —escucho decir a Dean.

—También es malditamente envidiable —dice Logan.

La espada es hermosa, lo admito, parece causar demasiado frustración que nadie a parte de mi sea capaz de tocarla.

—Razonable —interviene Jason, encogiéndose de hombros—. Tú fuiste quien la encontró, es lógico que la puedas tocar. De hecho, estamos rompiendo las reglas, se supone que si algún Pounder o uno de nosotros encuentra un objeto desconocido de tales procedencias debemos entregarlo a la organización.

—Ya han roto muchas reglas ¿Cómo les explican que tenemos una de las espadas más buscadas?—inquiere Sara—. Solo queda avanzar, si comenzamos a cuestionarnos sobre lo que está mal no lograremos nada.

—Perfecto —Tiffany se coloca en la mitad de la sala con los brazo en jarra—. Tenemos la espada ¿y ahora qué?

—He pasado mi tiempo libre investigando los apuntes de mamá, ya encontraremos que hacer.