Blue Diamond #1 ( Saga Luz y Oscuridad: El Surgimiento)

48. Todo el dolor...

 

 

 

 

 

Es como si un balde de agua fría impactará sobre mi. Me levanto, me doblo, llevo la mano a mi pecho, ahí en donde el dolor es más fuerte.

Parpadeo continuamente ante el centenar de emociones que me embargan, ante la cantidad de imágenes dolorosas que no hacen nada más que destruir lo poco que queda de mi.

Coloco mis pies descalzos en el suelo. Escucho una especie de chillido proveniente de la puerta, cuando se abre tomo unas respiraciones. Si no me tranquilizo, me romperé.

Cubro con mis manos mi rostro, al mismo tiempo que trago saliva en un intento de aminorar el nudo en mi garganta.

Por favor... Por favor...

No fue una pesadilla, desearía que lo fuera. Lo tengo tan presente en mi pecho, el dolor es tan grande, que no tengo manera de negarlo. Realmente pasó. Realmente lo vi. Realmente lo sentí. Dios, realmente lo perdí.

A pesar de que cubro mi rostro con mis manos, cierro mis ojos con fuerza. Una parte de mi desearía volver a estar dormida. Al menos así no sentiría el peso sobre mis hombros, tampoco el dolor que amenaza con acabarme.

La parte cerca de la cama se hunde, el olor que me invade por la cercanía me hace saber exactamente quien ha osado en sentarse a mi lado. Muerdo mi labio inferior hasta que siento el sabor de mi propia sangre.

Necesito pedirle que se vaya, o yo a alejarme de él; cualquiera de los dos porque él solo me aflige más, solo hace que todo lo que intento ocultar salga a la luz y no necesito eso.

No ahora...

No tardo en levantarme por completo de la cama, ignorando el dolor de cada una de mis articulaciones. Suspiro, pasando de nuevo mis manos por mi rostro, antes de abrir los ojos por completo. Observo un conjunto de ropa en un asiento que se encuentra en la esquina de la habitación.

Proceso lo que puedo decir como excusa para que me deje sola.

—Debo cambiarme —es lo primero que digo, en un tono de voz ronco y frío que ni siquiera yo reconozco.

Toda mi vista se traslada a Reynolds, que yace sentado en el borde la cama, mirándome con aquellos ojos cafés como si no hubiera fin.

—Blue —me interrumpe, levantándose para dar unos cuantos pasos en mi dirección.

Retrocedo, y él no se mueve.

—Necesito cambiarme —reitero, con el mismo tono frío.

Veo la lucha que se desata en su cabeza a través de sus ojos. Así es por al menos cinco minutos en los que me limito a mantener la mayor distancia posible entre él y yo en más de un ámbito. Empleo todo de mi para no demostrarle la revolución de sentimientos que llevo dentro.

Lo contrario a lo que expresa su mirada y presencia: Puedes abrirte, puedes expresarte, voy a estar para ti.

Cuanto lo siento Christopher, pero en estos momentos, expresarme significa cavar mi propia tumba.

Me dedica una última mirada, antes de girar sobre su propio eje para salir por la puerta, cerrándola en el proceso. Me quedo unos minutos con mi vista fija por donde salió. Tal vez pensar en algo tan sencillo como una puerta es mejor que procesar cada imagen de lo sucedido.

Me despojo de mis prendas. Entro al baño evitando mirarme en el espejo, abro el agua de la ducha, dejándola correr por todo mi cuerpo.

Expulso una bocanada de aire, una vez más, vuelvo a morder mi labio inferior. Trato de no ir a los lugares oscuros que luchan por surgir. Tengo que mantener mi cabeza en blanco. Abro los ojos, en dirección a donde se va el agua que está mezclada con tierra y sangre, completamente sucia, y el peso vuelve a hacerse presente.

No me demoro mucho ahí, a pesar de que el agua tibia relaja mis músculos. Mi mente tiene que estar ocupada lo más rápido posible.

Todo se encuentra en silencio cuando me he vestido y salgo del cuarto. Paso por una ventana, observando gotas gruesas de lluvia caer contra el cristal de está. Mis ojos se desvían al cielo gris, en donde suenan y resuenan rayos.

Cierro mis ojos, y en el iluminar del último rayo, me alejo de la ventana, continuando mi camino.

Capto pequeños susurros a medida que me acerco a la sala de estar. Los mismos susurros que callan a penas pongo un pie dentro de la estancia. Todos los ojos se posan en mi, escucho con claridad como un rayo se hace presente a la distancia, iluminando gran parte del lugar.

La ira recorre mi cuerpo ante sus miradas. No es lástima, pero que crean que me voy a poner a llorar me enfada; otra de las razones por las que fui de Heshville en el momento que mamá murió.



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En el texto hay: peligro, accion, amor

Editado: 02.07.2019

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