Suelto un suspiro al tiempo que camino fuera del establecimiento. Necesito aire, descansar de todas las miradas al menos unos minutos.
Viento puro y fuerte hace que mis cabellos se remuevan. No pierdo tiempo, me dirijo en dirección al callejón izquierdo que queda al lado de la escuela. Recuesto mi espalda en la pared, inhalando y exhalando, tal vez de esa manera logré recuperar la compostura, tal vez de esa manera logré no insultar a nadie. Al diablo con lo último, siempre insulto a alguien.
Levanto mi cabeza para observar el cielo azul que adorna la mañana. Han pasado tres horas desde que llegué y se puede notar con claridad la diferencia entre el cielo nublado que había al inicio, al medianamente soleado de ahora. Conociendo al pueblo, no me sorprendería que después llueva y que posterior a eso, un sol enorme ocupe del resto del día haciéndonos sudar.
Rebusco entre mis bolsillos en busca de un cigarro y un encendedor. Cuando los encuentro, prendo el cigarro con el encendedor y me doy por realizada. Le doy una primera calada reteniendo el aire en mi pulmones por unos minutos, lo suelto, disfrutando de la sensación de tranquilidad que me brinda.
—Resulta irónico que la misma persona que te aconseja no fumar lo esté haciendo ahora —una voz ronca, pastosa y reconocida sale de más atrás del callejón.
Mis ojos se desvían al él y esta vez, frente a frente, me tomo la oportunidad de recorrerlo con mis ojos. Viste un suéter gris, botas del mismo color y jeans negros. Sus ojos son cafés, su cabello es castaño oscuro acomodado en rizos y su mandíbula es ligeramente cuadrada. Facciones finas, contextura atlética; podría muy bien participar como uno de los jugadores del equipo de Fútbol Americano.
Detecto un toque de curiosidad e inquietud en sus ojos. Es casi la primera vez que me detengo a ver los orbes de alguien de aquí, aparte de los de la castaña que se volvió pelirroja y los de Dylan. Siempre he sabido que la mayoría de las personas al verme usualmente sienten curiosidad, tal vez miedo, creo que es un tema muy contradictorio como para tocarlo ahora.
Relamo mis labios antes de responder, sintiéndome un tanto estúpida por no contestar con agilidad.
—Soy la voz de la experiencia —es lo único que digo, encogiéndome de hombros.
—¿La voz de la experiencia tiene nombre?
Esbozo una sonrisa un tanto irónica.
—Me aparece que ya debes de saber el nombre de la voz de la experiencia —espeto con sorna—. A menos que seas sordo, lo cual dudo ya que me has escuchado.
—Blue Diamond —mi nombre sale de él en tono ronco y lento—, ese no es un nombre normal — indaga, al tiempo que da unos cuantos pasos más hacia mi.
Le doy otra calada a mi cigarrillo antes de contestar.
—Míralo de esta manera, soy algo original en este pueblo lleno de normalidad.
—Se me hace como que la que debería de mirarlo de esa manera eres tú.
—¿Quieres que te aplauda? —el sarcasmo se hace sumamente patente.
—No me vendrían mal unos cuantos aplausos.
—Entonces vete, te los daré cuando desaparezcas —murmuro; sin embargo, aunque no lo demuestre, me gusta esta charla. Se siente como si los dos habláramos en un mismo lenguaje. Es la mejor charla que he tenido con alguien desconocido desde que llegué a este lugar.
—Me gustaría escuchar los aplausos estando presente, si no te molesta —logro percibir una leve sonrisa en sus labios.
—Te sugiero que espe...
—¡Blue! —exclama una voz muy conocida.
Mis ojos se posan en Dylan y de nuevo, me pregunto si debo agradecerle o darle un puño. Los ojos del chico van de mí al pelinegro. Dylan le regala una inclinación de cabeza a modo de saludo, mi acompañante hace lo mismo.
Un grito femenino exclamando el nombre del chico superhéroe resuena en la lejanía, tardo en hacerlo pero reconozco aquella voz. En menos de dos minutos Sara Cox llega hasta encontrarse al lado de Dylan. A igual que el ya mencionado, después de observarme a mí, dirige su mirada a Christopher. La pelirroja le dedica una mirada a mi cigarrillo como si fuera una cosa traída por los alienígenas.
—Así que los cigarrillos sí eran para ti —dice Dylan, frunzo el ceño tratando de entender a qué se refiere. De pronto recuerdo el día que estábamos en el supermercado.
—No, eran para el vago de la esquina —espeto al tiempo que ruedo los ojos—. Si Dylan, eran para mi.
Él rueda los ojos y vuelve a ver detrás mío, en dirección a Christopher Reynolds.