Procuro actuar con agilidad, pero también con discreción. Siento la adrenalina recorrer cada parte de mis venas y eso me gusta. Me gusta sentir como corre por mi torrente sanguíneo, y a pesar de eso, siento necesidad de más. Siento como si me importara un rábano que un guardia aparezca de la nada porque eso haría la situación más interesante, eso realmente significaría adrenalina.
Nunca me pregunté el porqué de la necesidad de que cosas como esas ocurrieran, ni el porqué de mis sentidos alerta, mucho menos mi habilidad para realizar acciones que proponen de mucha fuerza, astucia, valor y testarudez. A los cuatro años, mientras que la mayoría de los niños temía caerse por la escalera china, yo ya estaba subiendo sin ningún problema, y si llegaba a caerme lo volvía a intentar sin importar cuán lastimada me encontrara. Debo decir, que recibí cientos de regaños por ello.
Escucho ruidos de enfermeras en una conversación, por lo que tomo un atajo pegando mi espalda a la pared. La conversación se hace bastante audible, para luego, después de unos minutos, desaparecer. Asomo mi rostro observando de lado a lado, con el fin de comprobar que nadie está a la vista; al cabo de unos segundos, dejo el procedimiento y comienzo a seguir el camino hasta la habitación 245.
238, 239, 240, 241, 243, 244...
La puerta está cerrada con llave, pero afortunadamente logre distraer a la enfermera de servicio al cliente con la excusa de que necesitaba llamar urgente a mis padres. Ella no tenía celular, así que tuvo que ir hacia donde otra enfermera para pedírselo, durante ese tiempo logre no solo coger las llaves, también volví a comprobar que la paciente Mary Graham se encontrara en la habitación 245 de este piso. Planeo dejar las llaves en uno de los pasillos, haciendo lucir que fue un ligero despiste lo que causo que se extraviaran.
Mary Graham fue internada hace cinco años en el Sanatorio Cronwell debido a presentar alucinaciones sobre un mundo debajo de éste. Sea quien sea debió haber sido una persona muy conocida como para salir en el periódico. Al parecer, Mary contaba historias sobre un lugar diferente debajo del nuestro; en el que las personas no eran personas, eran mucho más que eso. Fuerza, astucia, novedades... un mundo auténtico lleno de criaturas extraordinarias que vivían una continúa guerra entre ellos. Luz, oscuridad, héroes, artefactos, pociones...
¿Qué es lo que eso tiene que ver conmigo?
Mis pesadillas no solo tratan sobre mamá, sobre sombras o presencias oscuras de color negro y brillantes, de color blanco. A veces es como si pasara por un portal que llega hasta un mundo en el cual todo lo que describió Mary estuviera. Continuamente mamá aparece como si estuviera enseñándome los verdes prados, personas, e incluso armas que se encuentran dentro de ese mundo.
Necesito saber más acerca de eso, tal vez, sólo tal vez, si logro entablar una conversación con Mary y lograr que ella mencione cosas distintas a las que me imagino pueda calmarme. Retomar la compostura y fingir que todas esas pesadillas, dolores de cabeza, voces, no son nada más que el efecto de volver a esta porquería de pueblo. Sólo necesito encontrarla.
Me posiciono frente a la puerta número 245, desearía ser capaz de ver por la pequeña ventana con rejas a Mary pero está cerrada y sólo puede ser abierta desde adentro. Murmuro una maldición mientras intento abrir la puerta como se debe. Todas tienen la misma cerradura, de esa manera se les facilita abrir la puerta con facilidad en caso de una emergencia. Se trata del sanatorio principal, el más caro del pueblo, así que tiene sentido.
La puerta se abre, lo primero que pienso es encontrarme a Mary sentada en su escritorio o en su cama; sin embargo, me encuentro con nada más y nada menos que una habitación vacía. Murmuro una palabrota por lo bajo, si ella no está, todo esto no sirvió de nada. Cabe la posibilidad de que ella no esté, de que haya sido enviada a otro hospital o incluso, de que haya muerto hace ya varios años. Lo único que me queda es vivir con el hecho de que Mary Graham murió y seguir viviendo con la incertidumbre.
Maldita incertidumbre.
Cierro la habitación con llave, antes de encaminarme hacia donde se encuentran los demás, es decir, hacia la sala de pacientes petrificados. No puedo evitar sentirme más allá de molesta, esto realmente resultó una pérdida de tiempo, ni siquiera este maldito mini uniforme con faldita ha valido la pena. No me cruzo con una enfermera, ni con un guardia durante el camino, y si me hubiera cruzado con uno, me hubiera importado una mierda. Mary era lo que necesitaba, lo que me iba a poner en una situación de búsqueda más compleja, o me iba a hacer olvidar todo lo que he sentido desde que he pisado el pueblo.
No Mary, no reacción. Así de frustrante.
Llego al salón y el primero en reaccionar es Reynolds, ninguno de los que está aquí hacen absolutamente nada. Ninguno menos Liam. El chico parece comprometido con la labor comunitaria puesto que se encuentra sentado al lado de un señor calvo que parece solo asentir y negar con la cabeza, como si fuera lo único que supiera hacer. Los demás están en una esquina de la sala conversando como si todo fuera normal.