[Ashtray's POV]
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Observé la televisión, notando los mismos dibujos animados que suelen pasar todos los días. Bufé, dándole una calada larga al porro que me había armado minutos antes. La puerta de entrada sonó, Fezco avisando que había vuelto.
— ¿Qué onda, hermano? —Me saludó Fez, con un asentimiento de cabeza.
— ¿A dónde fuiste? —Pregunté, él había estado fuera durante toda la mañana. Observé mi reloj, ya marcaban las 12pm.
— Ya sabes, hermano. Negocios por ahí y por allá, además, Mouse no deja de molestar.
Asentí, Mouse se había vuelto un dolor de cabeza para ambos desde que lo conocimos y comenzó a vendernos la droga para repartir. Me levanté del sofá, estirando mis piernas.
— ¿Quieres un café? —Me preguntó él, entrando en la cocina, a lo que yo asentí, acercándome.
— Bueno, hermano.
— Oye viejo, ¿Puedes encargarte tú de la tienda hoy? Me quedaron un par de trámites para hacer hoy. —Me cuestionó, dejando el café enfrente mío— Aunque sea durante la tarde, para la noche ya estaré.
— Claro, cuenta conmigo. Aunque no voy a ir regalando nada. —Dije, entrecerrando los ojos en su dirección. Fezco sabía perfectamente a lo que yo me estaba refiriendo, él rió entre dientes, negando con la cabeza.
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Me encontraba limpiando los estantes de la tienda, aburrido. Eran las dos de la tarde, no muchos clientes venían a estas horas, ni siquiera al vecindario. Me gustaba estar solo en la tienda, era tranquilo, nadie te molestaba, nadie te decía qué hacer.
— Enano.
Mierda.
Mierda.
Y doble mierda.
— ¿Qué quieres? —Finalmente levanté la mirada, encontrándome con los ojos celestes de ella.
Nunca me acostumbraré a sus ojos.
Me apoyé en el mostrador, mi habitual expresión de seriedad y una ceja levantada, intentando fingir indiferencia.
— ¿Algún problema?
Ella preguntó, mirándome con una mueca. Yo la observé durante unos segundos antes de encogerme de hombro y murmurar un simple "No".
— Entonces, ¿A qué has venido? ¿A molestarme? —Pregunté, cruzándome de brazos y con expresión impasible, aunque había un leve toque de broma en mis palabras.
— Dos lollipops de tutti frutti. —Yo fruncí el ceño, mirándola con una expresión de "¿Es en serio?", ella asintió.
Suspiré y me di media vuelta, abriendo uno de los estantes que estaban detrás mío, sacando dos lollipops de los ya conocidos sabores de la tienda.
— Ahí tienes —Dije con voz monótona, mientras seguía con la mirada fija en ella.
— Y... —Su "y" me tomó por sorpresa, y levanté la mirada para verla a los ojos, con la expresión aún completamente seria.
— ¿Y? ¿Qué más quieres? —Pregunté, alzando una ceja. La tensión entre nosotros parecía palpable.
— ¿Puedo tomar un par de latas de cerveza? —Su petición fue inesperada, y yo la miré con sorpresa unos segundos, pero pronto mi expresión volvió a ser seria.
— ¿Tienes edad para eso?
— ¿Y tú tienes edad para ser un dealer?
Su pregunta me tomó por sorpresa, y no pude evitar una leve sonrisa que asomó en mis labios a pesar de que intenté ocultarla, me crucé de brazos y la miré con una ceja alzada.
— Touché. —Dije, con un toque burlón en mi voz a pesar de todo.
Ella me sonrió, agarrando un par de latas. Yo la observaba aún en silencio, con los brazos cruzados y la mirada seria, aunque la sonrisa burlona nunca desaparecía. Permanecí en mi lugar, apoyado en el mostrador y con la tensión aún presente en el ambiente. Luego de buscar el precio de las cervezas, noté que ella sólo estaba pagando por las cervezas, pero no por los lollipops.
— ¿No vas a pagar por los lollipops?
— Fezco me los regala siempre que vengo. —Su declaración me tomó desprevenido. Mi mirada fue hacia los lollipops y luego a ella nuevamente.
— ¿Él te los da siempre?
— ¿Cuánto es por los lollipops?
— Dos dólares.
— Que conste que me quejaré con tu hermano. —Ella le pagó, rodando los ojos.
Su rodar de ojos me hizo soltar una leve risa, aunque intenté ocultarla con un gesto serio. Mi mirada volvió a ella y hablé con tono burlón, antes de inclinarme hacia delante.
— Adelante, quejate con él. —Su sonrisa forzada no pasó desapercibida, yo fruncí el ceño— Tienes una sonrisa terrible.
— Para ti sí.
— Siempre tan desagradable.
— Siempre tan gruñón.
Solté una risa más fuerte esta vez, y mi gesto serio cambió a una sonrisa divertida. Mi mirada siguió fija en ella mientras cruzaba los brazos sobre el mostrador.
— Y tú siempre tan molesta.
Ella volvió a sonreírme, pero esta vez de verdad. Su sonrisa sincera hizo que olvidara mi gesto serio por un momento, y no pude evitar esbozar una sonrisa también. Mi mirada seguía fija en ella, y por un breve instante, olvidé mi constante irritación hacia ella. Nos miramos en silencio, sin importar la tensión que parecía mantenerse entre nosotros, pero un silencio más cómodo. El ambiente entre nosotros cambió un poco, y me tomé unos segundos antes de hablar nuevamente. Mi tono de voz era más tranquilo, sin ese toque burlón de siempre.
— Pensé que no sabías sonreír.
— Pensé que no se te contagian las sonrisas.
Su comentario hizo que volviera a sonreír, no pude evitarlo. Mi gesto serio cambió a uno un poco más relajado, y me incliné ligeramente hacia delante por encima del mostrador, aún con los brazos cruzados.
— No te creas tan especial, no es muy normal que alguien me haga sonreír.
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Editado: 09.11.2025