[Claire's POV]
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Me encontraba con la mirada enfocada por completo en el exterior, disfrutando de la vista nocturna y las luces que se movían a toda velocidad a nuestro alrededor. Pero, de repente, me percaté de que estábamos desacelerando.
Observé el lugar en donde nos encontrábamos, estábamos en las afueras de East Highland. Fruncí el ceño, volviendo a mirarlo.
Él no me miraba, seguía con su mirada en el camino. Se había estacionado en un lugar solitario y oscuro, en medio de un parque de árboles, con el cielo repleto de estrellas. Era hermoso.
— Si vas a matarme, ¿Me dejas despedirme de mis padres primero? —Bromeé.
Su mirada se volvió hacia mí por un momento, y luego soltó una pequeña risa.
— Arruinaste mi plan, princesita. No sé suponía que lo tendrías que saber. —Respondió de forma juguetona.
— ¿Entonces puedo hacer una última llamada?
Su sonrisa creció un poco, y luego volvió a reírse.
— Está bien, puedes hacer una llamada.
— Vamos, dime. ¿Qué hacemos aquí? —Ambos bajamos del coche, observando la noche.
Cerró la puerta del coche y caminó hacía mi lado. Observaba la vista, el cielo estaba estrellado, la brisa de la noche acariciaba mi piel dándome escalofríos.
Miré hacia él nuevamente, en espera de una respuesta.
Su mirada estaba clavada en el cielo estrellado, como si estuviera en éxtasis, finalmente pudo volver la vista hacía a mí y soltó un suspiro.
— Quise llevarte a un lugar que conocía.
Mi mirada seguía enfocada en él, estaba esperando a que me dijera el motivo, aunque en el fondo ya tenía una idea de lo que quería.
Su mirada volvió a desviarse hacía el cielo por un momento, antes de volver a verme. Podía notar la tensión y la electricidad en el aire, era demasiado evidente, pero a la vez era reconfortante.
— Fezco me contó que te gustaba ver el cielo. —Me dijo.
— ¿Cómo...? —Dije, sin poder terminar la frase. Levanté la mirada hacía el cielo nuevamente, recordando lo mucho que me gustaba ver las estrellas en las noches.
Él se apoyó contra el coche, cruzando los brazos y con una mirada seria.
— ¿Y es cierto? —Preguntó, con un tono tranquilo.
— ¿Me trajiste hasta aquí porque Fezco te dijo que me gustaba ver el cielo?
Su mirada se enfocó únicamente en mi, con gesto serio, luego sonrió sin poder evitarlo y soltó una risa corta.
— Es tan obvio, ¿No?
— ¿Qué es lo obvio? —Pregunté.
Su sonrisa no se borró de su rostro, y su mirada estaba más intensa que nunca, no pudo evitar soltar una risa suave.
— ¿Realmente tengo que responder a eso? —Me miró durante unos segundos, pensativo—. Ven, busquemos un lugar para sentarnos. —Sacó unas mantas del maletero, comenzando a caminar entre los árboles.
Caminé tras él, curiosa por saber a dónde nos íbamos a sentar. Le observé, notando como su expresión cambiaba a una seria rápidamente, cuando tenía su vista fija en otra cosa.
Caminamos un poco hasta llegar a un sitio donde estaba despejado, dejando ver el cielo.
Él puso la manta en el suelo, y se recostó, colocando sus manos debajo de su cabeza para usar de almohada. Se veía sorprendentemente lindo en esa posición, con la luz de la luna alumbrando. Me acerqué y me senté a su lado, sintiendo todo su cuerpo demasiado cerca el mío.
Lo miré de reojo un momento, pues él aún estaba acostado y con la mirada en el cielo. Sentía sus piernas cerca de las mías, y el corazón en mis oídos. Era extraño, pero al mismo tiempo, era demasiado agradable poder sentir ese extraño cosquilleo en mi cuerpo provocado por su cercanía.
Su mano me jaló y me recostó a su lado, colocando mi cabeza en su brazo y manteniendo mi brazo apoyado sobre su torso. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y sentía que mi respiración era cada vez más rápida también.
Era extraño, nunca creería que me acomodaría tan fácil con él. Su cuerpo estaba tan cerca del mío, y nuestra intimidad me hizo estremecer, pero a la vez, el silencio y las pequeñas caricias que nos dábamos me hacían sentir como en un sueño.
— Si tienes frío traje más mantas para taparnos. —Rompió el silencio, señalando con la cabeza una pila de dos o tres mantas en una esquina.
— No, no hace falta, estoy bien así. —Mi voz salió baja, y más bien me hundí más en su brazo, sintiendo más contacto con su cuerpo. Tenía frío, pero no podía pedirle una manta, me sentía muy cómoda y no quería romper el contacto.
Sentí como él acomodaba su brazo debajo de mi cuello, su brazo ahora me rodeaba el hombro, atrayéndome más hacía él.
La brisa me hacía temblar, pero la calidez de su cuerpo me hacía olvidar el frío. Él siguió acariciando mi brazo de forma lenta y suave, era la primera vez en toda esa noche que dejamos de tener contacto visual, y sentía su mirada en mí en todo momento, incluso ahora.
— Estás tiritando. —Su voz sonó cerca de mi oído, me estremecí un poco con su cercanía. Su aliento acarició mis mejillas, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, la tensión era demasiado evidente.
— Lo sé. —Respondí, sin separarme.
— Vamos, toma una de las mantas, no quiero que te agarre hipotermia. —Bromeó.
Una pequeña risa salió de mis labios, y volví al mundo real por unos segundos. Negué con la cabeza y levanté mi brazo para agarrar una manta, no podía evitar sentir el calor en mis mejillas, un ardor que no hacía más que aumentar con el contacto que tenía con él en ese momento.
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Editado: 09.11.2025