👭🏾✨ Lindsay ✨👭🏾
Me quedé pensando en lo que el profesor dijo hace un rato. Sé que hay cosas que no debería de callar, y que lo mejor sería pedir ayuda, pero, ¿qué voy a ganar con eso? ¿Que ellos lo nieguen todo y me hagan quedar como una mentirosa? Ser las estrellas del equipo de fútbol los hace intocables.
Agradezco mucho tener a personas como Beth y Nick en el colegio, que se preocupan por mí. De no ser por ellos, creo que esto sería un infierno mucho peor del que ya vivo día a día.
Salí de mis pensamientos, cuando recordé que Solange estaba llamando... Debe estar desesperada por que al fin llegue la hora para venir por mí.
-Te escucho.
-Cambio de planes, hermanita. No vamos a ir por ti en la tarde, ya vamos de camino.
-Tengo otra clase.
-Bueeeeeeno... Pues tu madre llamó a la prisión, y tu carcelero dijo que eres la mejor de sus presas, así que no tiene ningún problema en que te ausentes hoy.
-Vaya... -reí- ¿Y cuál es el plan?
-Lo hablamos en un rato.
-Vale.
Guardé el móvil en el bolsillo de mi saco, y me apresuré a ir a mi habitación. No quiero que lleguen y que tengan que esperar. Una de las cosas que mi padre odia a parte de la impuntualidad, es tener que esperar.
Cuando llegué a mi habitación, Beth estaba de pie frente a mi cama, con varios atuendos frente a ella. Joder, no me cabe la menor duda de que ella y Solange se van a llevar muy bien cuando se conozcan.
—Revisé tus cosas y encontré esto —movió sus cejas de arriba-abajo—. ¿Por qué no me habías dicho que tienes ropa tan sexy?
—Es ropa que Sol compra. Según ella, para vestirnos igual —reí—. Nunca he usado nada de eso, pero si te gustan, son todas tuyas.
—Vamos, Linsy —rogó—. Al menos solo por hoy, ¿sí? Estás cumpliendo diecisiete años.
—No quiero usar nada de eso —hice una mueca—. Además, Solange no va ver bien que tú me pudiste convencer y ella no.
—Definitivamente no quiero el odio de tu hermana —dijo, cuando se sentó como indio en su cama—. ¿Cómo te fue hoy en la clase del profesor Harrison?
—Bien —me encogí de hombros—. Excepto por la parte donde Caleb me ofendió y el profesor le llamó la atención.
—Te dije que es tu príncipe azul —suspiró enamorada.
—Y si sigues así, lo único que vas a conseguir es que alguien te escuche y malinterprete las cosas.
Según Beth, el profesor Harrison tiene una especie de atracción hacia mí. Yo no creo que sea así, creo que me trata de la manera en la que trataría a cualquier otra alumna que estuviera en mi lugar. Además, hay rumores de que sale con la profesora de mandarín. ¿Por qué podría sus ojos en alguien tan insignificante como yo? No tiene lógica.
—¿A qué hora vienen por ti?
—Solange dijo que ya vienen de camino.
—¡Qué haces ahí de pie! —se exasperó—. Tienes que cambiarte.
—No es la gran cosa, Beth —rodé los ojos, sacando un vestido de mi armario—. Ya tenía algo en mente, ¿ves? —esbocé una sonrisa.
—Cuando Solange llegue, a todos les va dar un infarto al verla —dijo entre risas—. Probablemente piensen que eres tú.
Lo bueno de ser invisible para todos y que mi madre nunca venga al colegio, es que a nadie le interesa saber acerca de mi vida, así que no tienen la menor idea de que tengo una hermana gemela. Creo que ni siquiera tienen idea de que Arthur Nicholson, importante magnate, es mi padre. Y claro, mi papá siempre nos ha mantenido fuera del ojo público.
Tocaron la puerta dos veces, y mi compañera de habitación me miró con una sonrisa.
—¿Crees que sean ellos? —preguntó emocionada.
—Espero que no, porque mi padre odia esperar —dije, caminando hacia la puerta. Cuando la abrí, me encontré con una caja de regalo. Mi ceño se frunció, y miré hacia ambos lados antes de tomarla del suelo.
—Parece que tienes un admirador secreto —dijo pícara—. ¿Tiene una tarjeta?
—No.
—O, puede que sea del prof... —No la dejé terminar.
—No lo digas —dejé la caja sobre la cama, con la intención de apresurarme a vestirme en lo que había sacado hace un momento.
—Alguien te da un obsequio, y tú no pretendes abrirlo —me miró incrédula—. Pero no te preocupes, yo lo haré por ti.
En lo que mi curiosa compañera abría el misterio obsequio, me apresuré a cambiarme de ropa. Sé de sobra que mi querida hermana no va aprobar mi atuendo, pero esto es algo que me hace sentir cómoda... No esas faldas y blusas escotadas que ella acostumbra a usar.
—¡MIERDA! —gritó, dejando caer la caja y su contenido en el suelo; era una rata muerta—. ¿Quién puede ser tan cruel para darte algo así? —dijo asqueada.
—¿De verdad lo preguntas? —dejé salir un suspiró—. ¿Hasta cuándo me van a tratar así? —un nudo se formó en mi garganta. Ya no sé hasta cuándo voy a soportar todo esto—. Yo no les he hecho nada.
—Pero tampoco haces nada para detenerlo, Linsy —llegó a mi lado—. Deberías de hablar con Bateman, él siempre está dispuesto a escucharte.
—Mejor olvidemos el tema —sequé mis lágrimas—. ¿Cómo me veo?