👭🏽✨ SOLANGE ✨👭🏽
Nunca me había dado tanto gusto que al fin sea lunes; no soportaba estar sola y aburrida en el colegio. Bueno, no lo digo de manera literal, pero, al no tener con quién hablar, es como si estuviera completamente sola.
El resto del sábado lo pasé aburrida, luego de que sin querer queriendo me ofreciera a ir con Nick a su casa. Dios mío... Todavía no puedo creer que me haya atrevido a decirle semejante barbaridad. Claro está que no era una insinuación, pero con las alumnas tan atrevidas que tiene, dudo mucho que crea que solo lo dije sin pensar.
Pensé que ayer todo mi aburrimiento pasaría cuando Dylan y Will regresaran al colegio, pero no lo hicieron. Según lo que me dijeron esta mañana; querían darme espacio debido a lo que pasó el otro día.
Dejé salir una bocanada de aire, haciendo mis pensamientos a un lado. No voy a decir que amo las clases de psicología porque me agrada el profesor Harrison. De alguna manera, él trata de hacer su clase agradable para sus alumnos; lo que muchos profesores deberían de tomar en cuenta y no solo venir a darla porque si.
Todos estaban concentrados en su «prueba corta», mientras que yo miraba a todas partes, tratando de poner mi atención en otra cosa que no sea Nick, escribiendo en el pizarron.
—¿Terminó su prueba, Nicholson? —cuestionó sacándome de mis pensamientos, cuando se acercó a mi lugar. Asentí moviendo la cabeza.
—No estaba tan difícil —dije en un tono burlón. No porque esté insultando su capacidad de hacer una prueba, sino porque son cinco preguntas que pude responder en diez minutos y, mis compañeros parecen que estuvieran esperando que el Señor los ilumine para poder terminar.
—Les quedan tres minutos —informó al resto del salón. Siempre he pensado que si alguien no estudió para un examen, no puede estar esperando a que ocurra un milagro para obtener una excelente calificación. Si en media hora no lo pudieron responder, ¿qué les hace pensar que lo harán en tres minutos?
—Las preguntas están difíciles, profesor —se quejó con un bufido.
—Lo difícil es creer que no puedan responder en media hora, algo que debió tomarles diez minutos —dijo de mala gana. Mientras algunos empezaron a balbucear maldiciones, él solo recogió las pruebas, dando a entender que ya se había acabado el tiempo—. Quiero informales que a partir de la próxima semana tendrán un profesor suplente.
¿Por qué tendríamos un profesor suplente? ¿Estará enfermo? ¿Tiene cosas más importantes que dar sus clases? Mi «Yo» curiosa quería preguntar por qué, pero no estaba dispuesta a recibir una de sus respuestas de mala gana.
—¿Por qué? —Maddison indagó. Por más que la deteste, a veces agradezco tenerla en el salón.
—Vacaciones, señorita Carpenter —habló sin ninguna expresión en su rostro—. Pero no se preocupen... —forzó una sonrisa—. Prometo que será un profesor más agradable que yo.
—No hay nadie más agradable que tú —dijo, en un tono seductor.
—Claro —negó con un movimiento de cabeza—. Alguno me puede decir qué creen que es la depresión —señaló lo que había escrito en el pizarrón.
Pensar en depresión es recordar todas las cosas que me ponen mal. Antes eran cosas sin importancia; que mi padre me haya castigado, que cancelaran algún desfile o concierto al que deseaba ir o, que no tuviera cita para ver a mi estilista. Siento que todas esas cosas quedaron en segundo plano desde que perdí a mí hermana. Eso es lo único que me deprime ahora.
Para mi sorpresa, nadie respondió. Supongo que es su manera de castigarlo por la manera en que les habló hace rato.
—Es un trastorno mental —respondí, dado a que todos se miraban entre si, sin decir nada.
—Correcto —se detuvo frente a mí—. ¿Ha sentido depresión alguna vez?
—Creo que todos lo hemos hecho —es triste saber que tuve que perder a mí hermana para entender el verdadero significado de estar en depresión—. Preguntar eso es como si yo le preguntara si se siente irritado cada vez que alguna chica se le insinúa —me encogí de hombros y él trató de no reír.
—¿Cuáles son las causas de la depresión? —quise responder esa pregunta, pero me hizo una seña indicándome que no lo hiciera.
—¿Puede ser por algo doloroso que hemos pasado?
—Si y no —movió su cabeza de un lado a otro—. ¿Alguien puede decirme por qué?
—¿Es porque no hace falta pasar por algo muy doloroso para estar en depresión?
—No exactamente. ¿Alguien sabe la respuesta?
La respuesta es muy simple. ¿Por qué son tan idiotas?
No se sabe a ciencia cierta qué es lo que causa la depresión. Sin embargo, hay factores que contribuyen a que una persona esté en ese estado. Puede ser porque nuestros padres lo transmiten a nosotros, por los genes o comportamientos aprendidos en casa, o por un hecho estresante.