El silencio entre Theodora y Laziel era espeso, como el aire antes de una tormenta.
La hoja parcialmente quemada y los nombres escritos en tinta negra los separaban, reposando sobre el escritorio de roble en la sala de música cerrada. Afuera, los estudiantes seguían sus clases. Aquí dentro, dos verdades comenzaban a arder lentamente.
—¿Estás seguro de que no es una coincidencia? —preguntó Theodora, por tercera vez.
—No se quema un documento oficial por accidente —replicó Laziel sin levantar la vista—. Ni se escriben tres nombres juntos si no hay una conexión clara.
Theodora mordió su labio. El nombre de Eleanor se le clavaba en la lengua como si fuera veneno.
—¿Por qué ella? —susurró—. ¿Qué habría hecho para estar en esa lista con Deus y Kaito?
Laziel finalmente la miró.
—Quizá la pregunta no es qué hizo. Sino qué sabe.
Al atardecer, Laziel volvió a internarse en los registros del ala de la administración. Esta vez, no buscaba información sobre Nolan, sino sobre Eleanor.
Y fue ahí donde algo extraño apareció.
—No puede ser… —murmuró, pasando el dedo por un antiguo documento de admisión.
El expediente de Eleanor estaba perfecto. Demasiado perfecto. Fechas exactas. Sin errores. Sin modificaciones, a excepción de una línea con una nota antigua, difuminada, que parecía haber sido borrada y reescrita: “Intervención recomendada: K-17”
K-17.
Ese código… él lo había visto antes.
En la correspondencia interna del consejo de seguridad de Elysianek. Siempre vinculado a casos de manipulación selectiva de identidad.
Era como si alguien hubiera pulido el pasado de Eleanor para convertirla en lo que ahora era.
Y esa intervención… solo podía haber sido aprobada por alguien como Deus.
Esa noche, en los jardines traseros donde se celebraban las reuniones informales de las princesas, Eleanor reía con suavidad. Su voz era encantadora. Su mirada limpia.
Pero al recibir un mensaje secreto, una pequeña nota doblada que le deslizaron sin que nadie lo notara, su expresión cambió apenas medio segundo.
La nota solo decía: "Estás siendo observada. No te equivoques."
La quemó entre los dedos, y se levantó con excusas.
Nadie notó cómo su sonrisa se endurecía cuando se alejó de sus amigas.
Ni cómo sus pasos la dirigieron hacia la capilla cerrada, donde Deus la esperaba en una esquina oscura.
—¿Has sido imprudente? —preguntó él.
—No —dijo Eleanor, firme.
—Entonces ¿por qué Laziel y Theodora se están acercando tanto?
Eleanor lo miró. Fría.
—Los alejaré. A mi manera.
—Asegúrate de hacerlo antes de que Kaito intervenga. Porque si lo hace él… tú también te volverás prescindible.
Mientras tanto, en el ala este de habitaciones, Blake pasaba por el pasillo y escuchó risas suaves tras una puerta mal cerrada.
Se detuvo sin pensar. Era la habitación de Caleb.
La risa era de Nolan.
El corazón se le encogió por reflejo.
No era celos. Era algo más profundo. Como ver una pintura que solías amar colgada en otra pared, en otra casa, en otra vida.
No escuchó palabras. Pero no necesitaba hacerlo.
Ya no lo buscaban.
Y por primera vez, en vez de alejarse, apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos, dejando que el peso del mundo lo hundiera solo un poco más.
En otro lugar, Theodora caminaba hacia su habitación, dándole vueltas a todo. A Eleanor, a Laziel, a los nombres.
Pero al pasar cerca de la biblioteca secundaria, se detuvo.
La lámpara del interior estaba encendida.
Miró.
Eleanor estaba dentro, sola… hojeando el mismo libro que Laziel había revisado.
Pero lo que hizo después la dejó helada.
Eleanor arrancó una página cuidadosamente y la guardó en el bolsillo interior de su abrigo.
Cuando se giró para salir, Theodora ya se había escondido tras una columna.
No podía negar más lo que había visto.
Eleanor estaba involucrada.
Y por primera vez, la rabia le brotó por dentro como fuego puro.
Por traición.