Boarding School for Princes (internado para príncipes)

CAPÍTULO 21. Donde el Humo No Es Fuego.

Eleanor se miraba en el espejo del baño del tercer ala, sola, mientras se ajustaba el cuello del uniforme. La tela parecía más incómoda de lo normal, como si la estuviera ahogando.

Ylba la esperaba fuera, hablando con sus amigas, como siempre. Con esa sonrisa segura, con esos gestos amplios y divertidos. Era atractiva, sí. Popular. Todo el mundo las miraba como la "pareja perfecta".

Eleanor pensó en los días con Theodora.
En cómo su risa no necesitaba excusas. En cómo sus dedos se rozaban como si el mundo no los viera.
Pensó en cómo lo arruinó por miedo. Por imagen. Por orgullo.

Ylba llamó a la puerta.

—¿Estás bien?

—Sí —respondió Eleanor, con una sonrisa rápida—. Ya salgo.

Pero sus ojos se desviaron hacia su propio reflejo. Ya no estaba segura de quién veía allí.

Mientras tanto, en la torre norte, Theodora se alejaba del archivo con un nuevo cuaderno bajo el brazo. No era solo el misterio de las llaves lo que la carcomía…
Era Eleanor.

Desde su separación, algo no encajaba.
Y no era solo el silencio. Era la forma en que Eleanor fingía demasiado. La forma en que sus ojos buscaban a alguien y luego se apartaban con rapidez.
La forma en que sonreía sin que los ojos le brillaran.

Theodora había empezado a tomar notas. Tal vez por precaución.

Porque si Eleanor estaba fingiendo… ¿a quién estaba protegiendo?

En el ala subterránea, el aire era espeso.

Kaito caminaba en círculo frente al resto: Deus, Erkan, Harrison y Blake, ahora sentado entre ellos, más atento que nunca.

—Hoy. No esperaremos más —dijo Kaito—. Nolan ya cruzó la línea. Tiene la llave y probablemente la tiene escondida, pero lo hemos estado siguiendo. Tenemos ventanas. Momentos. Rutinas.

—¿Y si sospecha? —preguntó Erkan.

—Ya sospecha. Pero no puede defenderse de todos a la vez.

Deus habló con firmeza:

—Lo atraparemos entre sombras. Y esta vez, sin errores.

Blake apretó los puños. Parte de él deseaba venganza. Parte… deseaba que no fuera verdad.

Pero Nolan no era ingenuo.

Cuando se encerró en su habitación esa tarde, sacó la llave de su bolsillo interior, tan pequeña y dorada como siempre.
Pero no la dejó en el cajón.
Ni la escondió entre libros.

Con movimientos rápidos, envolvió la llave en una tira de seda, la colocó dentro de una pequeña caja negra de plomo y la deslizó por un compartimento oculto detrás del espejo.

La caja encajó con un clic sordo.

Solo él conocía ese lugar.

Luego, caminó con tranquilidad hasta la sala común, donde encontró a Caleb esperando para estudiar.
Sus ojos dulces, su sonrisa nerviosa… Nolan sintió una punzada.
Culpa.

Pero no podía detenerse ahora.

Esa noche, mientras Nolan salía al jardín para respirar, lo siguieron.

Kaito iba al frente, Blake entre los árboles, y Harrison vigilando desde un pasillo elevado. Todo estaba coordinado.

Pero cuando se abalanzaron, cuando Deus lo sujetó y Erkan revisó sus bolsillos…
No había nada.

—¿Dónde está? —gruñó Deus.

—¿De qué hablas? —preguntó Nolan, jadeando.

Blake se acercó. Lo miró a los ojos, buscando alguna señal de verdad.

—¿Dónde está la llave?

—No tengo ninguna llave.

Kaito lo observó detenidamente. Luego hizo una seña para retirarse.

—No está con él. Aún no.

—¿Qué haremos? —preguntó Erkan.

—Cambiar el plan. Ahora no buscamos a Nolan. Buscamos su escondite.

Theodora pasaba por los jardines cuando los vio retirarse entre sombras.

No escuchó todo. Pero escuchó lo suficiente.

Y cuando volvió a su torre, lo escribió: “Kaito actúa. Nolan está en riesgo. Caleb, pieza intermedia. Eleanor... algo esconde también.
Este juego está dejando de ser un juego.”

Y, con trazo más firme: “No estamos preparados para lo que viene.”




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