Las luces del pasillo parpadeaban, como si el internado Elysianek sintiera la tensión de lo que estaba por suceder.
Por primera vez en mucho tiempo, Caleb caminaba con firmeza.
Sin mirar hacia atrás.
Sin esperar a que Nolan lo guiara.
Cruzó la biblioteca y los pasillos de las alas nobles sin detenerse. Cuando llegó al balcón sur, donde Blake solía sentarse, lo encontró solo, como si lo estuviera esperando.
—Sabes, Blake, no me gustó que me ocultaras exactamente que sabías que supuestamente yo estaba en peligro.
—Lo sé, pero entiende que yo era el primero que quería ayudarte, estaba demasiado preocupado y en que le creyeras a él, como para decírtelo. Tal vez pensé que me podrías dejar como un enemigo.
—Tú no eres un enemigo, Blake. Fui yo quien te dejó atrás.
El silencio que siguió fue denso. Pero diferente al de antes.
Ahora era una pausa antes del movimiento.
—Entonces quédate —dijo Blake—. Esta vez no solo como alguien confundido.
—No. Esta vez quiero ayudar. A descubrir lo que Nolan oculta.
Y a protegerte. A ti.
Blake no respondió. Pero sus ojos hablaron por él.
Al otro lado del internado, en una de las terrazas privadas, Eleanor se enfrentaba al frío viento y a Ylba.
—¿Por qué estás conmigo? —preguntó Eleanor, directamente.
Ylba suspiró.
—Porque nos ven bien juntas. Porque nos funciona.
—¿Funciona para quién? Porque sé que era algo para hacernos más populares, pero a mí no me hace feliz.
Ylba no respondió de inmediato. Su mirada vagaba por los ventanales de cristal, evitando la de Eleanor.
—Te gustaba Theodora, ¿no? —preguntó, al fin.
Eleanor no contestó. Pero su silencio fue suficiente.
—Entonces ve con ella, sí, se que no te presté mucha atención, pero realmente pensaba que no la querías —dijo Ylba con indiferencia.
Eleanor dio un paso atrás.
—No lo haré por ti. Lo haré por mí. Con ella era real, contigo, todo era estar ignorada.
Y sin esperar más, se marchó, dejando atrás una relación que solo existía en las miradas de los demás.
Mientras tanto, en el ala restringida Harrison arrojó una silla contra la pared, maldiciendo.
—¡Dijeron que la llave estaba aquí!
—No —interrumpió Kaito desde la sombra—. Dijeron que la habitación contenía una pista. No que fuera fácil de ver.
Erkan y Deus revisaban libros, abriendo compartimientos, girando lámparas empotradas, tocando los muros.
Fue Erkan quien notó un patrón en el empapelado: una línea irregular cerca de la esquina del suelo.
Kaito se agachó, despegó con cuidado la cubierta.
Un hueco.
Y dentro, una pequeña placa metálica con símbolos tallados.
—No es la llave —murmuró Kaito—. Es el mapa. O parte de él.
—¿Y la llave? —preguntó Deus.
Kaito sonrió, como si lo hubiera estado esperando.
—Debe estar en otra habitación. Uno de los escondites restantes. Y ya sé dónde buscar.
Los tres lo miraron, expectantes.
—La habitación de Caleb.
Mientras eso ocurría, Theodora y Laziel trabajaban con papeles extendidos sobre la cama.
—Estos tres nombres aparecen en los registros del incendio del ala este hace cinco años —explicó Laziel—. Uno de ellos: Eleanor Blackthorne.
Estaba allí, registrada como testigo…
Pero su firma está enmendada. Retocada.
Theodora frunció el ceño.
—¿Crees que lo hizo para ocultar algo?
—Lo que creo es que hay demasiadas coincidencias con esa noche. Y que lo que Nolan busca no es solo la llave…
Es lo que desbloquea.
Ambos se quedaron mirando el viejo mapa del subsuelo de Elysianek.
Una sección estaba marcada en rojo, ocultada bajo una capa de papel que solo se revelaba con calor.
Laziel acercó una vela.
El nombre apareció: "Sala de los Ecos Dormidos."
Theodora susurró:
—¿Qué demonios es eso?
—Lo que todos están buscando. Solo que tú y yo lo encontraremos primero.
Cerca de la medianoche, Caleb estaba ya listo para dormir. La habitación que compartía con Nolan estaba silenciosa.
O lo habría estado… si no fuera por el pequeño clic metálico bajo su alfombra.
Se agachó. Una tabla se movía con facilidad.
Y dentro encontró una llave rota.
La mitad que Nolan le había quitado.
—Así que es verdad —susurró.
Afuera, Blake lo esperaba en el pasillo.
Y cuando Caleb salió con la llave en la mano, Blake no preguntó nada.
Solo extendió la suya.
Un gesto. Una promesa silenciosa.
La unión… apenas comenzaba.