Boarding School for Princes (internado para príncipes)

CAPÍTULO 29. La Sala Sellada.

La madrugada se acercaba, pero ninguno de ellos había dormido. La tensión se sentía en cada rincón de Elysianek, como si las paredes del internado supieran lo que estaba a punto de ocurrir.

Todos estaban reunidos.

Theodora, Laziel, Caleb, Blake, Kaito, Erkan, Harrison y Deus.

Los dos fragmentos de la llave descansaban sobre una mesa, ahora ensamblados como una sola pieza.

Pero no era el momento de abrir.

Todavía no.

—Tiene que haber algo más —murmuró Theodora mientras revisaba un antiguo plano del edificio—. La puerta responde a más que una llave física.

—Un símbolo, un código, tal vez algo oculto —añadió Laziel.

Blake, sentado cerca de Caleb, parecía más silencioso que de costumbre. No por miedo, sino por un presentimiento.

—¿Y si lo que está detrás no es una puerta sino una prueba? —preguntó.

Kaito lo miró por primera vez con respeto.

—O una condena.

En otro punto del internado, Eleanor caminaba sola por los pasillos abandonados del ala este. Tenía la carta que había escrito Theodora doblada en el bolsillo, pero no se atrevía a leerla de nuevo.

En el jardín interior, se sentó entre los arbustos florales, temblando.

Estaba cansada de ser fuerte para todos y débil para ella misma.

Y por primera vez en días, lloró sin esconderse.

Los demás comenzaron a moverse. Siguiendo las pistas encontradas por Laziel y Erkan, se dirigieron a un pasaje oculto en el sótano del ala norte.

Un pasaje antiguo, que había estado bloqueado durante décadas.

Allí, encontraron huellas recientes.

—Él estuvo aquí —dijo Caleb, su voz quebrándose un poco.

Blake lo miró.

—Ya no estás solo, Caleb.

Y por primera vez, Caleb creyó esas palabras.

La figura encapuchada, mientras tanto, descendía por otro pasadizo. Nolan iba tras ella, sin hablar. Su expresión era pálida, como si algo lo consumiera desde dentro.

—Están más cerca de lo que crees —dijo la figura—. De ti, de tu nombre. De tu origen.

Nolan se detuvo.

—¿Y qué harás cuando lo sepan?

—Lo mismo que tú, Nolan —respondió el encapuchado—. Sobreviviré.

Más tarde, mientras el grupo regresaba a la sala central para proteger la llave, Eleanor apareció en la puerta. Mojada por la lluvia. Desgastada.

Se quedó quieta unos segundos antes de hablar.

—No sé si merezco estar aquí —dijo—. Pero quiero ayudar. Y quiero saber la verdad. Toda la verdad.

Theodora la miró. Por un instante, el silencio fue total.

Y luego, asintió.

—Entonces entra. Porque estamos a punto de descubrirla.

La llave brilló un instante sobre la mesa.

Como si supiera que su tiempo estaba cerca.

La tormenta golpeó los ventanales con furia.

Y detrás de las sombras... alguien observaba.

Porque si la llave estaba lista, entonces lo que custodiaba también lo estaba.




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