Boarding School for Princes (internado para príncipes)

CAPÍTULO 46. La Última Sombra.

La calma había regresado a Elysianek, pero no como antes. Era una calma tejida por el cansancio, por las pérdidas y las decisiones difíciles. Era una calma ganada.

El plan de Kaito había sido desbaratado antes de completarse, pero las huellas de su ambición aún dolían. Afortunadamente, el núcleo, se estabilizó tras su intento fallido. Los que se habían mantenido fuertes durante toda la tormenta, Caleb, Blake, Theodora, Luzian, Eleanor, Harrison, Erkan, Deus e incluso Ian, ahora recogían los fragmentos de lo que quedaba.

Pero algo quedaba pendiente.

Dos días después del enfrentamiento final, los profesores de Elysianek y algunos representantes del consejo del Alto Círculo hicieron un anuncio oficial: el cómplice externo que había ayudado a Kaito había sido detenido.

Su nombre era Sir Davien, un ex miembro de la Orden de Cartografía Arcana, expulsado años atrás por alterar líneas energéticas prohibidas. Davien había enviado información, objetos de refuerzo e incluso una copia falsificada de un antiguo grimorio a Kaito, facilitando su infiltración y la manipulación del nodo del internado.

Ahora, encerrado en las criptas de la prisión de Edomar, sus palabras eran incoherentes.

—Él iba a terminar lo que nosotros no pudimos —gritaba, con los ojos inyectados—. ¡Él iba a reescribir el tejido de este mundo!

Pero el mundo se mantenía intacto.

Gracias a quienes lucharon por él.

Días después, los pasillos de Elysianek eran otra cosa. Todavía había cicatrices en las paredes, símbolos borrosos, susurros del poder antiguo que había circulado. Pero los estudiantes volvían a sus clases. Los grupos ya no estaban divididos. La guerra secreta había terminado.

Blake y Caleb pasaban más tiempo juntos, en espacios que ya no necesitaban esconderse. Se los veía caminar por los jardines, leer bajo la sombra de los sauces, o simplemente sentarse en silencio, sabiendo que la presencia del otro bastaba.

Theodora y Luzian, por su parte, habían comenzado a ayudar a reconstruir la biblioteca arcana. Entre páginas y libros quemados, renacía también algo entre ellos: confianza. Risa. Y amor.

Eleanor y Harrison seguían investigando, aunque ahora lo hacían más por gusto que por necesidad. La tensión entre ellos se había vuelto ternura. Ya no había excusas para no estar juntos.

Erkan y Deus hacían bromas en los pasillos. Ian, aunque aún distante, empezaba a escribir de nuevo.

Y así, la historia de los ecos de Kaito fue cerrándose. Con memoria. Con verdad. Pero también con luz.

El internado seguía en pie.

Y sus protectores, también.




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