El bullicio de Seúl era incesante, pero para Seo Ha-Yoon, el ruido parecía amplificarse con cada notificación en su teléfono. Una mención tras otra en redes sociales: memes, titulares y videos de entrevistas. Todo giraba en torno al duelo culinario entre Armonía y Elixir. Desde que aceptó el desafío de Kang Ji-Woon, la ciudad parecía obsesionada con su rivalidad.
Sentada en su oficina en Armonía, Ha-Yoon deslizó el dedo por la pantalla de su teléfono para detenerse en un vídeo de una entrevista reciente con el chef.
—¿Qué opinas sobre enfrentarte a Seo Ha-Yoon? —preguntaba un reportero.
Ji-Woon, con su carismática sonrisa, respondió:
—Respeto su talento, pero creo que en este duelo se demostrará quién realmente entiende la evolución de la gastronomía coreana.
El tono no era abiertamente agresivo, mas la implicación era clara. La chica apretó los labios, dejando el teléfono sobre la mesa. Su frustración era evidente.
En ese momento, Na-Ra entró en la oficina con dos cafés en la mano y una sonrisa despreocupada. Vestía un abrigo camel y un conjunto casual, con un aire siempre elegante.
—¿Otra vez viendo sus entrevistas? —inquirió, dejando el café frente a su amiga.
—No puedo evitarlo. Cada palabra suya parece diseñada para irritarme.
La sommelier se sentó frente a ella y se inclinó hacia delante con curiosidad.
—¿Qué ha dicho esta vez? ¿Que eres anticuada? ¿Que tus platos no tienen alma?
—Algo así. Pero no voy a caer en su juego —dijo Ha-Yoon, aunque su tono dejaba claro que estaba cerca de hacerlo.
Na-Ra tomó un sorbo de su café y levantó una ceja.
—¿Sabes lo que necesitas? Un poco de aire fresco y algo de inspiración.
Na-Ra convenció a Ha-Yoon de cerrar el restaurante por un día y aventurarse en uno de los mercados más famosos de Seúl: el Mercado Gwangjang. Las calles estrechas estaban llenas de puestos que ofrecían desde telas tradicionales hasta ingredientes exóticos y platos callejeros. El aire estaba impregnado de aromas tentadores: especias, carne a la parrilla y el dulzor de los postres coreanos.
—Este lugar es un paraíso culinario —dijo la sommelier, señalando un puesto de hierbas—. Tal vez encuentres algo aquí que deje a Ji-Woon sin palabras.
Su amiga sonrió por primera vez en días. Caminando entre los puestos, empezó a perderse en las texturas, colores y olores. Había ingredientes que no veía desde hacía años, algunos de los cuales solía usar su abuela en recetas familiares.
—Mira esto —dijo la chef, señalando un frasco de polvo oscuro—. Es maejakgwa, una especia tradicional que mi abuela usaba para dar un toque ahumado a sus platos.
Su amiga tomó el frasco y lo olió, arrugando la nariz.
—Huele... peculiar. Pero confío en ti.
Avanzaron hacia un puesto que ofrecía mariscos frescos. Allí, Ha-Yoon encontró ostras que le recordaron a un plato que había creado años atrás. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue un pequeño tarro de una pasta oscura hecha de ciruelas fermentadas.
—Esto podría ser interesante —murmuró, imaginando cómo combinar la acidez con sabores dulces y picantes.
—¿Te das cuenta de lo tranquila que te ves ahora? —comentó Na-Ra—. Cuando estás en tu elemento, no hay Ji-Woon que pueda molestarte.
Su amiga rio con suavidad, mas sabía que la sommelier tenía razón. En la cocina, encontraba su fortaleza.
De vuelta en Armonía, mientras organizaba los nuevos ingredientes, Ha-Yoon revisó sus redes sociales. No pudo evitar abrir una publicación de Elixir: un video promocional en el que Ji-Woon hablaba sobre la importancia de la innovación en la cocina, con imágenes de sus nuevos platos. Una de sus frases resonó en su mente:
—Los grandes chefs no se aferran al pasado, evolucionan constantemente.
Era una indirecta muy directa hacia ella, quien era conocida por su respeto a las tradiciones culinarias. Aunque había modernizado sus platos, siempre honraba sus raíces. Ese era el sello de Armonía.
—¿Lo has visto? —preguntó Na-Ra, entrando a la oficina mientras revisaba su propio teléfono—. Esto ya parece una telenovela. ¿Deberíamos responder?
—No voy a entrar en su juego —dijo Ha-Yoon, aunque la chispa en sus ojos decía lo contrario.
Su amiga se acercó con una sonrisa traviesa e inquirió:
—¿Y si respondemos con un video propio? No una respuesta directa, pero algo que muestre quién eres realmente.
La joven reflexionó por un momento antes de asentir y responder:
—Está bien. Nada demasiado agresivo.
El equipo de Ha-Yoon trabajó rápidamente para producir un video que capturara la esencia de su cocina. La grabación mostraba imágenes de ella en la cocina, trabajando con ingredientes frescos y dialogando con su equipo. La narración, en su propia voz, hablaba sobre su filosofía culinaria:
—La tradición no es un ancla, sino una base desde la cual construir. Cada plato que creamos en Armonía cuenta una historia, un puente entre el pasado y el futuro.