El Mercado Gwangjang, con sus vibrantes puestos y el bullicio de compradores, parecía un lugar perfecto para despejarse. Para Seo Ha-Yoon, también era una fuente inagotable de inspiración.
Aquel día, el aire estaba impregnado de especias, hierbas frescas y los dulces aromas de los platos callejeros. Con cada paso, encontraba ingredientes que parecían susurrarle nuevas ideas para el plato del duelo.
Mientras examinaba un racimo de yujacha, un tipo de cítrico coreano con un aroma dulce y ácido, una voz familiar irrumpió en su concentración.
—¿Pensando en usar eso para el duelo? Bastante predecible.
La chica levantó la vista de golpe. Allí estaba Ji-Woon, con su postura relajada y esa sonrisa de autosuficiencia que tanto la irritaba. Vestía un abrigo negro y unos pantalones oscuros, destacando entre el colorido caos del mercado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, intentando mantener la calma.
—Lo mismo que tú, supongo. Buscando el ingrediente perfecto —respondió él mientras tomaba un frasco de especias de un puesto cercano—. Aunque parece que estoy siendo más creativo.
Ha-Yoon cruzó los brazos, con su mirada fija en él, e inquirió:
—¿Siempre tienes que provocar?
Él inclinó la cabeza, como si reflexionara, y respondió:
—No siempre. Solo contigo.
Mientras seguían caminando entre los puestos, el intercambio de comentarios sarcásticos continuó. Ha-Yoon intentaba ignorarlo, pero Ji-Woon parecía disfrutar cada oportunidad para molestarla. Finalmente, ambos se detuvieron frente a un puesto de mariscos, donde un pescador ofrecía ostiones gigantes y frescos.
—Estos son perfectos para un plato delicado —dijo ella al inclinarse para observarlos.
—¿Delicado? —interrumpió él con una sonrisa de suficiencia—. Eso no suena a un plato de competición.
—No todo tiene que ser un espectáculo. A veces, menos es más —la joven lo fulminó con la mirada.
El chef levantó las manos en señal de rendición, aunque su expresión burlona no desapareció.
—Lo que tú digas, pero no te sorprendas si el público quiere algo más emocionante.
La tensión entre ellos no pasó desapercibida para los vendedores, quienes miraban con curiosidad el intercambio. Incluso un grupo de compradores cercanos empezó a susurrar, reconociendo a los dos chefs rivales.
—¿Por qué siempre tienes que ser así? —espetó ella al perder al fin la paciencia.
El joven dejó escapar un suspiro y bajó la mirada por un momento, algo que rara vez hacía.
—Quizás porque no sé cómo ser diferente contigo —las palabras la tomaron por sorpresa, pero antes de que pudiera responder, Ji-Woon continuó—: Mira, no vine aquí a pelear contigo. Solo… quería encontrar algo especial para el duelo.
Mientras ambos continuaban explorando el mercado, el ambiente entre ellos comenzó a relajarse, aunque la tensión subyacente seguía presente. En un momento, se encontraron en un rincón más tranquilo, lejos del bullicio principal. Un puesto de especias exóticas captó la atención de Ji-Woon, quien tomó un frasco pequeño con un polvo de color ámbar.
—¿Sabes qué es esto? —preguntó al girarse hacia ella.
Ella lo miró con curiosidad.
—Es polvo de raíz de baeksuk, usado para dar un sabor terroso y ahumado.
—Mi madre lo usaba en uno de sus platos favoritos —él asintió lentamente, impresionado—. Siempre decía que un buen plato debía tener un aroma que evocara recuerdos.
La mención de su madre suavizó la expresión de Ha-Yoon. Recordaba que él solía hablar de ella con admiración cuando trabajaban juntos, antes de que todo se torciera.
—¿Por qué me cuentas esto ahora? —preguntó en voz baja.
Él se apoyó en el mostrador del puesto, mirando el frasco en su mano y dijo:
—Porque creo que es hora de dejar el pasado atrás. Sé que cometí errores, Ha-Yoon, y que probablemente no me perdonarás. Pero este duelo no se trata solo de demostrar quién es mejor. Para mí, es una forma de redimirme.
Las palabras golpearon a la joven como una corriente inesperada. No estaba acostumbrada a ver al chef vulnerable, y la sinceridad en su voz la desarmó.
—¿Redimirte de qué exactamente? —quiso saber , tratando de mantener la compostura.
Él la miró directamente, con sus ojos reflejando algo más que orgullo y contestó:
—De todo. De haber tomado crédito por tu receta. De haber arruinado lo que teníamos.
La chica sintió que su corazón latía con fuerza. Había esperado tanto tiempo por una disculpa, por una admisión de culpa, pero no sabía cómo manejarlo ahora que finalmente sucedía.
Antes de que pudiera responder, un anciano vendedor del puesto se acercó a ellos para interrumpir el momento y comentar:
—El polvo de raíz de baeksuk tiene muchas historias detrás. Dicen que su aroma puede sanar recuerdos rotos.
—Tal vez debería usarlo más a menudo —Ji-Woon sonrió levemente y tomó el frasco.